2 de Septiembre, 2019

De la política al aula inclusiva.

Claudio Palacios Piña

Claudio Palacios Piña

Profesor Educación Diferencial y Docente Programa Ética. Asesor Inclusión UAP de la sede Padre Alonso de Ovalle de Duoc UC

7 minutos de lectura

La institución al definir su propia Política de Inclusión Educativa en el año 2016, asume la necesidad de mirar a los estudiantes en situación de discapacidad como personas de derecho. Esto es tomar conciencia de cómo el discurso de la diversidad es el discurso de la legitimidad de la otra y del otro como una legítima persona. La diversidad nos insta a identificar al otro u otra como una persona activa que debe participar y progresar en la vida de la comunidad educativa y que puede tomar decisiones en igualdad de condiciones que el resto de las personas que accedan a la institución.

Al referirnos a la educación inclusiva, debemos referirnos a la construcción de una sociedad más justa y con modelos educativos equitativos que velen por disminuir las brechas de desigualdad existentes en la actualidad, y que afectan a las personas con discapacidad en la educación superior. La Ley 20.422 aborda dicha desigualdad al “establecer normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con discapacidad, especificando respeto y que éstas deberán contar con mecanismos que faciliten el acceso de las personas con discapacidad, así como adaptar los materiales de estudio y medios de enseñanza… para que puedan cursar las diferentes carreras”(Ley 20.422, 2010)

Al tener una política de país e institucional, se posiciona a la inclusión al centro del desarrollo educativo, permeando todas las decisiones y organizando los apoyos para atender la diversidad, tanto en el ámbito de la gestión de recursos como en la gestión pedagógica al interior del aula. En este punto mis reflexiones pretenden aportar a la discusión, con el objetivo de disminuir todo tipo de barreras que impidan el progreso y la participación de los estudiantes en situación de discapacidad.

Cuando nos referimos a una educación inclusiva, hablamos de la oportunidad de aprender a vivir las diferencias de las personas. Para López Melero, es un proceso de humanización y, por tanto, supone respeto, participación y convivencia, siendo relevante un cambio en nuestras prácticas pedagógicas, las que hoy puedan estar segregando y limitando a cada uno de los estudiantes (López Melero, 2012: 131). En este aspecto, se hace necesario evidenciar y visualizar las barreras que estén impidiendo a los estudiantes ser respetados en su diferencia o generando “zonas de discriminación “que dificulten al estudiante progresar en su formación.

Algunas de las barreras que dificultan la creación de un aula inclusiva en los procesos de construcción de una nueva cultura a la atención de la diversidad serían:

Barreras conceptuales y actitudinales:

Para Melero, una barrera importante es pensar que al interior del aula tenemos dos tipos de estudiantes: uno normal y otro especial. Con ello, se sobrevalora un diagnóstico basado en un modelo deficitario o médico, el cual estigmatiza y etiqueta a una persona por una diferencia. Con esto creamos una cultura segregadora y excluyente, llevando a docentes y líderes de la gestión educativa a no ofrecer ninguna posibilidad de cambio. El diagnóstico es un punto de inicio, un momento, una fotografía que nos orienta y nos desafía como docentes a identificar las barreras de aprendizaje, más allá de conocer el diagnóstico del estudiante, con el propósito de indagar y/o descubrir las mejores estrategias que apoyen al estudiante a progresar en su trayectoria formativa.

Barreras en las prácticas pedagógicas:

En este contexto, aún se aprecia en el aula la competitividad como estrategias para abordar el proceso de enseñanza y aprendizaje frente al trabajo cooperativo y solidario, que permite al estudiante interactuar y compartir con otros procesos reflexivos y de construcción del conocimiento de manera compartida. Al hablar de un aula inclusiva, el énfasis debiese estar en la oportunidad de intercambiar sus experiencias; punto de vistas donde la cultura del apoyo sea el cimiento para aprender a aprender. Por tal motivo, se hace necesario sensibilizar y educar a estudiantes y actores pedagógicos, a través de diferentes metodologías activas. Dos conceptos claves: cooperar para aprender y aprender a cooperar.

Barreras de un currículo:

La atención a la diversidad y el aula inclusiva deben considerar un currículo que no produzca desigualdades ni educación de baja calidad, que profundice y reflexione desde la variabilidad o diversidad y avance a la justicia escolar, ofreciendo prácticas educativas similares y divergentes. Considerar un currículo flexible y con ajustes razonables que faciliten la participación y progresos de cada estudiante en su tránsito académico al logro de una carrera profesional.

¿Cómo podemos avanzar al aula inclusiva y disminuir estas barreras?

Al reflexionar sobre algunas de las barreras expuestas y al entender que la inclusión educativa es un proceso, visualizo todavía desafíos y tareas que abordar para pasar de la política institucional al aula inclusiva. Como centro educativo de educación superior debemos: Mantener los esfuerzos para sensibilizar y cambiar creencias de los docentes, si cambiamos creencias o flexibilizamos las que ya tienen los docentes, estaremos más dispuestos al cambio, logrando mayores niveles compromisos con la inclusión. Además, favoreceremos la atención de la diversidad visualizándola como un derecho de los estudiantes y a la inclusión como una ventaja y una oportunidad de mejora personal e institucional.

La promoción de una cultura de apoyo y colaboración, siendo una manera de mejorar las competencias tanto de estudiantes como de los docentes y de la comunidad educativa. Para ello, se requiere de un docente proactivo que reflexione sobre sus prácticas y vea en los apoyos y trabajo colaborativo (docente- asesor metodológico e inclusión) la oportunidad de mejorar en la reflexión compartida y la toma de decisiones, y la consideración de nuevas prácticas pedagógicas en beneficio de la particularidad que presentan sus aulas en determinado momento.

Otorgar, en la formación de los docentes, estrategias diversificadas que permitan proveer a los estudiantes una oferta metodológica que propicien aprendices más motivados, estratégicos y más informados. Dichas estrategias diversificadas pondrían énfasis en el qué, cómo y el porqué del aprendizaje. Con estas estrategias haremos una re-profesionalización del docente como agente de cambio hacia la comprensión de la diversidad

En definitiva, pasar de la política al aula inclusiva nos obliga a desarrollar comunidades educativas sensibles a las diferencias. Recordemos que la inclusión se entiende, desde nuestra política institucional, como un “proceso orientado a responder a la diversidad de necesidades de todos los estudiantes, con el objetivo de incrementar su participación en el aprendizaje y eliminar la exclusión en y desde la educación”.

Referencias bibliográficas

-Política Institucional de Inclusión para Estudiantes con Discapacidad, Duoc UC, 2016.

-Ley 20.422 (2010). Establece normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de personas con discapacidad. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. -López Melero, Miguel (2015). La escuela inclusiva: una oportunidad para humanizarnos. Revista interuniversitaria de formación del profesorado. Universidad de Málaga, nº 74, 131- 160.

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