El miércoles 7 de mayo pasado, vivimos un cónclave más en la historia de la humanidad. Sin embargo, para muchos de nosotros en Chile y América Latina era distinto, pues había un Cardenal agustino en el cónclave y que, además, conocía bien nuestro país, el que ha visitado varias veces, cosa poco común.
Agregamos a lo anterior, que los Papas Benedicto XVI y Francisco hicieron mucho más por la iglesia que la historia contemporánea puede reconocer aún. La sapiencia teologal del primero y la intuición social del segundo ha sido quizás, uno de los resplandores del Espíritu Santo más brillantes de los últimos tiempos. Pues ambos, han hecho cambios que, insisto, aun no se pueden reconocer con claridad al ser muy recientes en la historia de la Iglesia.
En este contexto, lo que me impulsa a escribir estas líneas no son aquellos papas, sino al nuevo, al que conocí como padre Prevost. El hoy papa León XIV ha sido elegido, según los expertos vaticanistas por una abrumadora mayoría de cardenales. En nuestro país la elección papal es una buena nueva.
Aprovecharé estas líneas para indicar por qué creo que es una buena noticia. En el año 2003 el padre Prevost visitó varias comunidades agustinianas en diferentes partes del país. Pero aquella no fue la última ni la única visita del papa a Chile, sino que fue la más conocida.
En una de esas visitas me tocó compartir con él. No recuerdo la fecha exacta. Sí puedo decir que fue en la ciudad de San Fernando, ahí los agustinos (orden a la que pertenece el Papa León) tienen un convento y una parroquia. En ese entonces, me tocó representar a los jóvenes, pues, era asesor de la pastoral juvenil. Por otro lado, el padre Prevost tenía el cargo de Prior General de la Orden de San Agustín.
De esa visita y los momentos que me tocó compartir con él, puedo decir tres cosas que la memoria me ha permitido guardar bien. Lo primero que me impactó fue su imagen: la sencillez del hombre detrás del hábito, una persona que honraba sus votos de pobreza en el vestir sencillo.
La segunda que recuerdo fue su superlativa capacidad de escucha. Nos oyó a todos los presentes sin interrupción, asintiendo con la cabeza y anotando una que otra cosa que ―me imagino― le pareció significativa. La tercera y última ―para mí la más importante― fue su invitación: a no desfallecer ni bajar los brazos para seguir trabajando por la Iglesia y los más necesitados.
Con lo anterior quiero decir que, a mi juicio, el papa León XIV conoce mejor y más a la iglesia chilena que su antecesor el Papa Francisco. Agrego también que, tiene un conocimiento teológico muy alto, lo que se mezcla muy bien con su andar pastoral y misionero. Quizás, y me atrevo a decirlo, encarna lo mejor del legado de los papas Benedicto XVI y Francisco
Por supuesto, en ese entonces, durante las reuniones sostenidas, jamás se me pasó por la cabeza que estaba frente al futuro Papa. Sin embargo, la Divina Providencia sabe cómo tocar la vida de cada uno de nosotros.
Para finalizar, escuchando sus primeros discursos, homilías y opiniones, es importante rescatar sus primeras palabras: “Que la paz esté con ustedes”. Estas cobran mucho más sentido con el lema papal ”In illo uno unum” (en el único Cristo somos uno). Personalmente, me es imposible no pensar en esta otra frase agustiniana: “una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios”. Esto es lo que considero verdaderamente importante: para que haya paz —entendida no solo como ausencia de guerra, sino también como expresión de justicia social—, todos debemos sentarnos en la misma mesa. El Papa León XIV lo sabe, y lo sabe muy bien.
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