La Escuela de Salud ha sido el área disciplinaria más recientemente abordada por DuocUC. Inicia sus actividades en 2004 con la misión de desarrollar programas de formación, basados en competencias laborales, participando de una visión valórica católica, con el objeto de preparar y mantener, en forma óptima, las fuerzas de trabajo involucradas a nivel técnico-profesional en los quehaceres que la sociedad destina a la satisfacción de las necesidades de salud de sus integrantes. La actividad que ha caracterizado a nuestra Escuela en estos 10 años ha girado en torno a cinco desafíos, liderados conjuntamente por el equipo de dirección central y aquél radicado en las distintas sedes. Estos han sido: la generación de nuevos programas de estudios, la mantención constante de un espíritu de innovación, el aseguramiento de una adecuada dotación de campos clínicos, un alto componente de internacionalización en todo su quehacer y el desarrollo de esfuerzos de comunicación de nuestra gestión. Cada uno de nuestros proyectos y desarrollos llevan la impronta de uno o varios de estos desafíos y nos han situado como líder reconocido de la educación superior técnico profesional en salud.
La educación técnica y profesional en el sector sanitario implica complejidades que generalmente no son tangibles y resultan difíciles de formular. La dificultad radica en lo complejo de su objeto específico: la salud de las personas.
Fomentar, promover, mantener y recuperar la salud de individuos y poblaciones, requiere de una intensa interacción entre muchas disciplinas y una cantidad importante de industrias productivas de carácter científico y tecnológico que necesitan, además, de marcos regulatorios y apoyos financieros y de gestión cada vez más complejos. Para ello el trabajo en salud requiere reclutar personas con diversos grados de formación, capacitación y competencias, a nivel científico, profesional y técnico. Las definiciones políticas y normativas son indispensables para mantener esta multiplicidad de actores y factores en continua interacción armónica y con un permanente enfoque unitario en torno a la salud, bajo marcos de influencia muy variados.
Lo anterior requiere del uso de enormes cantidades datos, del procesamiento efectivo de información y de la consideración de una base creciente de conocimientos. En este contexto la informática para la salud, o cibersalud, se revela como un proceso de enorme potencialidad para la toma de decisiones, la sustentabilidad, contención de costos, seguridad, eficacia y eficiencia de los sistemas sanitarios, la salud pública y la investigación, al hacer posible el procesamiento e intercambio del gran volumen de información que genera. Para esto nuestra Escuela creó el novedoso programa de Informática Biomédica, único en el país y reconocido internacionalmente.
El sector salud constituye un área de actividad de enorme importancia para el desarrollo nacional infundiendo gran dinamismo en otros ámbitos productivos, de investigación y servicios en un concatenamiento mutuo de los objetivos y resultados de cada uno de ellos. Una de dichas interacciones, de gran relevancia para la formación de recursos humanos profesionales y técnicos para la salud, es la histórica relación establecida, desde mediados del siglo XIX, entre los hospitales y las instituciones de educación superior. Es así que los hospitales se han considerado desde siempre unidades docente-asistenciales[1]. Para la formación impartida por la Escuela esta relación es muy relevante, por lo que mantiene una amplia gama de campos clínicos mediante convenios de colaboración con centenares de servicios hospitalarios públicos y privados.
Otro aspecto a considerar es que la salud, en su dimensión social, constituye un propósito humano de carácter mundial, para el que no existen fronteras. Un problema de salud originado en un determinado punto del globo –pensemos en la crisis generada por el virus Ébola[2] – puede llegar a tener consecuencias insospechadas en lugares remotos, dada la actual facilidad y rapidez con que se trasladan las personas y los agentes patógenos de un extremo a otro del planeta. Asimismo, el desarrollo de nuevas tecnologías, particularmente en salud, requiere de ingentes recursos materiales y humanos que prevalecen en los países de mayor desarrollo científico y económico. Sin embargo estas tecnologías, una vez desarrolladas, se transfieren con rapidez hacia el resto de los países y generan una necesidad de capacitación en quienes deberán manipularlas. Se requiere, así, la identificación temprana de nuevas competencias y una disposición pronta de los profesionales y técnicos hacia la utilización de los nuevos avances tecnológicos o la adopción temprana de estándares, tan prevalentes y relevantes para el quehacer sanitario. Las pasantías en el extranjero o la visita de expertos internacionales a nuestra institución generan, en este sentido, una eficiente y pronta transferencia de saberes prácticos, cerrando la tradicional brecha temporal existente entre los nuevos descubrimientos tecnológicos y el enfermo que se beneficiará de ellos. Por otra parte, la gran demanda a nivel mundial por recursos humanos en el sector salud está generando un incipiente campo laboral transnacional y, por ahora, la migración entre países, de médicos y enfermeras principalmente. Sin embargo, ya algunos titulados nuestros han recibido ofertas de esta índole y, para ello, deberemos prepararlos. Por la misma razón y como una forma de garantizar la calidad de nuestras carreras, debemos continuar en el intento de lograr acreditaciones internacionales, como la que obtuvimos pioneramente para nuestro programa de Informática Biomédica por parte de la International Medical Informatics Association. Consecuentemente, nuestros programas de formación y capacitación deben reflejar esta dimensión internacional del trabajo sanitario.
Sin perjuicio de los avances experimentados en el área salud y en sus entornos y procesos, los quehaceres en este ámbito continúan presentando, paradójicamente, un riesgo elevadísimo para la seguridad de los pacientes. Este problema fue expuesto con gran claridad y mediante ejemplos concretos en el completo informe evacuado por la comisión del Instituto de Medicina de los EE.UU a este respecto.[3] Por ello, la seguridad del paciente constituye el foco central de todo nuestro quehacer formativo, permeando no sólo nuestros programas instruccionales, sino que también las metodologías que utilizamos para la formación de nuestros estudiantes. En esto pusimos todo nuestro potencial de innovación al crear, en 2004, los primeros Centros de Simulación Clínica en Chile[4], cuyo principal móvil fue la seguridad del paciente. En la actualidad contamos con 7 centros con equipamiento y metodología de punta para la enseñanza simulada. Tres años después, el resto de las instituciones de educación superior nos siguieron en esta iniciativa. En la actualidad los Centros de Simulación constituyen un estándar obligado en todas las Facultades de Medicina o Escuelas de Salud del país.
Por último la comunicación de nuestros objetivos y logros nos ha permitido contribuir a la empleabilidad de nuestros titulados y compartir buenas prácticas tanto a nivel institucional como nacional. Lo hacemos mediante una activa presencia en los medios de comunicación, la participación y organización de simposios, cursos y congresos nacionales e internacionales, el uso intensivo, en los últimos meses, de las redes sociales y una estrecha relación con el mundo laboral por medio de nuestras prácticas clínicas e internados.
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