El concepto de autoaprendizaje es uno de los temas más sensibles cuando hablamos sobre educación, esto porque conlleva una serie de cambios en la persona que desarrolla esta conducta, el énfasis está en el proceso interno que realiza. Lo podemos vincular también con el paradigma cognitivista, en el sentido de que la persona es constructora de su propio aprendizaje, considerando para este el conocimiento previo que se tiene para construir el conocimiento nuevo, sin olvidar obviamente, el contexto de la situación de aprendizaje.
Se sabe que el hombre utiliza una mínima parte de su potencial intelectual, y que a través del autoaprendizaje podemos desarrollar un aprendizaje profundo, es decir, significativo.
Para lograr un autoaprendizaje de calidad, se debe considerar como aspecto muy importante, la Motivación, ya que esta se caracteriza como la fuerza, motor o estímulo para el logro de los objetivos que el individuo se propone. Esta motivación se debe entender desde una perspectiva interna, por ejemplo cuando en nuestro rol de formadores sentimos la necesidad de generar ideas que aporten significativamente al Programa de Acompañamiento Docente. Estas ideas van de la mano con el deseo intrínseco que tiene el Formador en la búsqueda permanente de innovar desde una mirada constructiva. A esto le llamamos motivación. También, la motivación está asociada a los estímulos externos que puede tener el docente, es decir, si se presentan o se generan las condiciones para desarrollar propuestas que apunten a la mejora del proceso de enseñanza aprendizaje.
Otro elemento importante a destacar es el proceso de metacognición, o sea, se debe lograr una comprensión profunda del cómo generamos aprendizaje, para ello, los estilos de aprendizaje y canales de representación son importantes a considerar para desarrollar un autoaprendizaje de calidad. Por ejemplo, mi canal de representación preferente es el visual, esto no significa que los otros no sean utilizados, sino que frente a la elaboración de organizadores gráficos, esquemas, resúmenes, destacar con color aspectos relevantes de mi estudio, se hace mejor mi comprensión y retención de la información. Por otro lado, el tener noción de los estilos de aprendizaje que marcan el procesamiento de la información, es clave para generar un aprendizaje significativo, ya que no está de más decir, que al hacer el trabajo consciente de que se están empleando los cuatro estilos, o quizás unos más que otros, se logrará un aprendizaje profundo.
Para el concepto de autoaprendizaje, surgen las “Dimensiones del Aprendizaje de Marzano”, a través de estas logramos desarrollar cinco tipos de pensamiento, los que actúan como un hilo conductor en perfecta sintonía para el logro de un aprendizaje profundo. Si contextualizamos estas dimensiones en nuestro rol de formadores, debemos decir que la primera dimensión dice sobre el aprendizaje de percepciones y actitudes positivas frente al aprendizaje, cuando observamos una clase, cuando realizamos una retroalimentación, se debe propiciar un clima afectivo, ya que a través de esta instancia se desarrolla aprendizaje. La segunda dimensión se refiere al pensamiento involucrado en la adquisición e integración de pensamiento. El formador no solo adquiere nuevos conocimientos, sino que busca la forma, contextualiza, relaciona con su hacer, de manera tal de poder anclarlos a sus esquemas previos para generar un aprendizaje profundo. La tercera dimensión, habla sobre las destrezas del pensamiento involucradas en la profundización y extensión del conocimiento adquirido. Como formadores debemos analizar con mayor rigor lo aprendido, de tal manera de extender nuestro conocimiento, contextualizarlo a nuestras propias experiencias, para ello, se hace fundamental la comparación, la inducción, la deducción, el análisis de perspectivas, en todas nuestras prácticas docentes. La cuarta dimensión se refiere al “pensamiento involucrado en el uso significativo del conocimiento”. Esta dimensión involucra: la toma de decisiones, la investigación, la indagación experimental, la resolución de problemas y la invención. Como formadores es fundamental esta dimensión, ya que en palabras simples, nuestro rol se hace efectivo y eficaz cuando buscamos soluciones y generamos aportes significativos al programa. La quinta dimensión, obedece a “El aprendizaje de hábitos mentales productivos”, es decir, como formadores se hace fundamental en nuestra labor desarrollar ciertas actitudes, tales como desarrollar un pensamiento crítico, un pensamiento creativo que estimule el autoaprendizaje para la innovación y la mejora de este proceso continuo, y un pensamiento metacognitivo que desarrolle la reflexión de nuestros propios procesos intelectuales.
En conclusión, el autoaprendizaje es una conducta que podemos desarrollar a través del ejercicio consciente de la forma en cómo aprendemos, de la motivación que se tiene a la hora de adquirir un conocimiento nuevo, teniendo claro el para qué y el por qué estoy aprendiendo, también, propiciar las condiciones que desarrollen en el aprendiz un aprendizaje activo y significativo, y finalmente, comprender que el autoaprendizaje es un proceso gradual que vincula una serie de dimensiones.
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