Todo aquel que ha tenido la enorme responsabilidad, orgullo y, por cierto, osadía de hacer clases, debe entender que aquello que hace es la consecuencia de un acto de profundo respeto por aquellos que escuchan. Ese contrato social no escrito entre alumno y profesor tiene su más noble sentido en la voluntad de muchos estudiantes que acuden a aquellas aulas, como parte de un itinerario de vida, que busca un mejor pasar respecto de aquel que han recibido de sus familias sin distinción alguna de origen social.
Dicho contrato cuyo principal vehículo atiende al respeto, mérito, inclusión social y sentido de comunidad, es lo que ha impulsado a grandes constructores de nuestras instituciones educacionales a transformar los espacios de vida de nuestra sociedad. Es destacable en este contexto, el otrora Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del Presidente Federico Errazuriz Zañartu, me refiero al Profesor Abdón Cifuentes, quién desde su profundo compromiso cristiano y enorme despliegue libertario, nos recordaba en 1871 la importancia del progreso social y la orientación práctica de la enseñanza.

Es bajo este arco de esfuerzo intelectual, rebeldía generacional y poca comprensión entre la elite trasnochada de su época, que este país logra fecundar instituciones y anhelos que perduran hasta hoy. Ejemplos de aquella batalla social, valórica y libertaria lo constituyen expresiones institucionales como la Pontificia Universidad Católica, en el campo electoral fue el precursor del voto femenino y en materia de una sociedad de oportunidades; las instituciones educativas de beneficencia, la extensión de la enseñanza básica e integración de ramos técnicos, o su propuesta de “ramos sueltos” a impartir en la Universidad del Estado constituyeron parte de su ideario rupturista
Estos Planteamientos innovadores de fines de s. XIX y acusados de locura estrafalaria por sus contemporáneos, constituyen los cimientos de lo que hoy denominamos educación técnico profesional. Aún más, “don Abdón” en sus vigorosos discursos mencionaba la importancia del educador como motor e impulsor del progreso social, dejándonos una trayectoria social, comunitaria y de profunda meritocracia como herramientas claves a defender desde las aulas en todo oficio a enseñar.
Es en este espacio de sencillo homenaje a uno de nuestros precursores institucionales y republicanos, que cobra su mayor sentido el rol del profesor en una institución como Duoc UC. Dicho rol, evocando a “don Abdón” nos debe emocionar, convocar, defender y cautelar como uno de los más nobles oficios o experiencias de nuestras vidas.
0