Nuestra percepción del mundo cambió de manera radical hace ya más de dos meses. Nuestros hábitos y ritos sociales se extinguieron de manera drástica producto de las cuarentenas y los toques de queda impulsados por las autoridades de nuestro país. Nuestros amigos y familiares desaparecieron producto del distanciamiento social, y nuestra manera de trabajar o subsistir nos obligó a replantear la manera de hacer ciertas cosas. Aquellas de las cuales nos hemos aferrado por años y que pocas veces estamos dispuestos a cambiar.
Nos tocó a todos: Docentes, administrativos, auxiliares y en especial a nuestros estudiantes, quienes miraron inicialmente con recelo esta nueva manera de aprender y comunicarnos. Charlie Kaufman, respetado guionista estadounidense, describe la adaptación (en su película “El ladrón de orquídeas”) como “un proceso profundo, donde debemos cambiar para prosperar en el mundo”.
En la historia del cine y el audiovisual, muchos cineastas, productores y guionistas han tenido que adaptarse a cambios importantes. Guerras, crisis económicas, revueltas sociales, desastres naturales, avances tecnológicos, nuevas tendencias narrativas, y de todos esos procesos de cambio han surgido grandes obras y movimientos inspiradores. ¿Existiría el neorrealismo italiano sin la segunda guerra mundial? ¿existiría “Chernobyl”, la premiada serie de HBO, sin el desastre nuclear ucraniano? ¿existiría “Machuca” sin la revuelta política social de los setentas en Chile? De ninguna manera. Si algo ya sabemos, es que las grandes tragedias humanas inspiran la creación de grandes obras artísticas.
Luego de varias reuniones con nuestro director de Carrera y el diálogo constante con la gran mayoría de nuestro cuerpo docente, tomamos el concepto de “adaptación” como bandera de lucha. “Adaptarse o morir” era el lema. La institución nos ofreció herramientas como collaborate y nos capacitó para la odisea. Los docentes algo escépticos, pero con cierto grado de expectación tuvimos que ubicarnos a la delantera. El enemigo no era el COVID-19, sino nosotros mismos, lidiando por hacer nuestras preciadas clases de manera diferente, capacitándonos tecnológicamente para que funcionaran y dedicándole a nuestra labor más tiempo y energía que nunca.
Al principio costó mucho. Nos dimos cuenta de que muchos de nuestros alumnos no tenían acceso a internet, ni computadores para trabajar, ni tampoco contaban con lugares idóneos para desenvolverse como estudiantes. Esto, nos ha permitido saber un poco más de ellos. Nos ha tocado contenerlos y conocer parte de sus vulnerabilidades y miedos. Hemos conocido pasajes de sus vidas privadas, a pesar de estar más lejos y detrás de una pantalla. Los problemas comenzaron a disiparse, se entregaron bolsas de internet y computadores a los estudiantes. Las clases comenzaron a fluir, la asistencia y participación de los estudiantes comenzó a fortalecerse. La empezamos a pasar bien, o mejor dicho, menos mal de lo que creíamos. Voy a ser franco: casi ninguno de nosotros era amigo de las clases online, hoy ya son parte de nuestra familia.
El coronavirus ha imposibilitado muchas cosas, y ha llevado al mundo audiovisual (y del entretenimiento en general) a una crisis brutal de incertidumbre. En las últimas semanas hemos presenciado la cancelación de importantes series, películas, teleseries y producciones audiovisuales de todo tipo. Hemos visto el cierre de salas de cine y la cancelación de los festivales de cine más prestigiosos del mundo. Pese a esto, el encierro ha funcionado como una interesante catarsis reflexiva, que nos ha llevado a cuestionarlo todo. Nuestra manera de vivir, de relacionarnos con los otros y de cuidar nuestros tesoros más preciados.
Durante el último tiempo han surgido nuevos protocolos de filmación en España, los cuales comienzan a ser adaptados según la realidad fílmica de cada país. Mega acaba de estrenar “Historias de cuarentena”, una serie filmada a través de zoom, que muestra el drama de un psicólogo asistiendo a sus pacientes durante el aislamiento social. Durante los próximos años veremos y leeremos infinitas historias en “tiempos de cuarentena”. La creatividad ha sido una de nuestras mejores compañeras y también, un gran acto de resiliencia.
En las últimas semanas hemos visto aparecer ingeniosos productos audiovisuales (sobre todo en el campo del streaming y las redes sociales) con mínimos recursos técnicos y máxima capacidad creativa. El confinamiento ha servido como una restricción o pie forzado para potenciar la creatividad del mundo entero, y por supuesto, la de nuestros estudiantes. El encierro los ha obligado a improvisar, reflexionar, salir de sus zonas de seguridad, y lo más importante, aprender. Nuevos hitos han marcado la historia de nuestra carrera. Hemos realizado por primera vez “pitching” (ventas de proyectos audiovisuales) y titulaciones por medio de teléfonos y videollamadas. Nuestros estudiantes han realizado exitosos casting online utilizando plataformas como meet y zoom. Actualmente un grupo de estudiantes realiza un documental sobre ellos mismos, registrando el propio proceso de cambio que están viviendo. Los teléfonos móviles se han convertido en cámaras y verdaderas herramientas de aprendizaje, y sus dormitorios, en improvisados sets de televisión. La creación de guiones de amor, suspenso, y comedia en tiempos de pandemia, prometen convertirse en desafiantes y potentes cortometrajes.
Son muchos los docentes que han manifestado percibir a sus alumnos más concentrados y enfocados en sus procesos de aprendizaje; otros en cambio, temen por la no realización de sus clases prácticas-presenciales. Si algo hemos aprendido de todo esto es a tener paciencia. Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a todo, y nuestros estudiantes, en su amplia mayoría, lo han confirmado.
La semana pasada me tocó evaluar trabajos que realmente me han impresionado por su lucidez, dedicación, empatía y madurez. Virtudes y cualidades que comienzan a despertar en nuestros jóvenes estudiantes, quienes antes de esta pandemia, atravesaron el estallido social más grande de la historia de nuestro país.
Seguiremos sosteniendo este proceso de aprendizaje hasta que los acontecimientos y contexto vuelvan a mutar y tengamos que adaptarnos nuevamente (con las nuevas experiencias adquiridas), a lo que promete ser un mundo más empático, sustentable y creativo.
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