Periódicamente estamos siendo evaluados por distintos índices de gestión que dan cuenta del nivel de desempeño de nuestros procesos tanto en el área académica como también administrativa.
En una institución como la nuestra, todos los procesos que gestionamos diariamente son liderados y ejecutados por personas (colaboradores tanto administrativos como docentes), y en ese sentido es que en nuestro modelo de gestión es que las hemos puesto al centro de nuestro quehacer.
La gestión de personas va más allá de los resultados de la encuesta de clima, ya que estos pueden estar influenciados, positiva o negativamente, por circunstancias puntuales que hayan ocurrido cerca de esta medición. Por tanto, la gestión de personas, debe ser un trabajo permanente, que siempre se debe reinventar: lo que nos funcionó bien en un periodo, no necesariamente será exitoso en el siguiente, o viceversa.
Ante esto, surge la siguiente interrogante:
¿Qué es lo que nos motiva a tener un alto rendimiento en nuestro desempeño profesional y por consiguiente obtener resultados sobresalientes en nuestros procesos a nivel sede e institucional?
La respuesta no parece tan obvia, sin embargo hay consenso entre la literatura especializada y la práctica empírica en que deben existir herramientas motivacionales no necesariamente asociadas a las rentas (que por cierto son variables importantes) que apalanquen positivamente nuestro desempeño profesional.
Cada colaborador (docente y administrativo) debe ser considerado como un “socio estratégico” para lograr los resultados deseados, ya que cada uno, en su rol, juega un papel trascendental que apunta, finalmente, a entregar un servicio académico de excelencia y, como tal, es importante que cada uno se sienta motivado a entregar lo mejor de sí en función de este objetivo. Para esto es imprescindible el trabajo motivacional, no sólo de las distintas jefaturas de equipos, sino de todos quienes lideran procesos o proyectos específicos, y que no necesariamente ostentan un cargo de jefatura.
En nuestra sede declaramos, expresamente, que consideramos a las personas como el centro de nuestro quehacer, y en nuestro trabajo diario lo hacemos tangible. Esto ha significado una evolución importante en términos de modificar ciertos paradigmas de estructuras relacionales entre los distintos niveles jerárquicos, construyendo equipos mucho más integrados, con jefaturas que han adoptado la gestión de personas en su quehacer diario y con una genuina preocupación por la comunicación transversal de los principales procesos que ocurren, tanto a nivel institucional, como de la sede.
El camino no es fácil y algunos poseen un mayor grado de resistencia, sin embargo al ver los resultados objetivos en el desempeño de nuestros procesos académicos y administrativos, se convencen de la importancia de transitarlo ya que, después de todo, somos “Personas Formando Personas”
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