Al analizar el fenómeno de la deserción en la Educación Técnico Profesional (ETP) a nivel global, es evidente que este constituye un desafío crítico para los sistemas educativos y las economías contemporáneas. En un mundo donde la formación técnica es esencial para atender las necesidades de mercados laborales en constante cambio, la permanencia de los estudiantes en las instituciones de ETP es un indicador clave del éxito educativo, económico y social.
La deserción o, en sentido positivo, la preocupación por la permanencia estudiantil, es un tema de alta complejidad para todos los niveles educativos. Desde hace décadas, las instituciones y organismos internacionales han trabajado por situar este tema entre los más urgentes de abordar. En los países de la OCDE, la tasa promedio de deserción en programas técnicos oscila entre el 15 % y el 25 %, mientras que en economías en desarrollo puede superar el 40 %. Según datos de la Unesco (2023), más de 35 millones de jóvenes abandonan anualmente sus estudios técnicos o vocacionales. Esta cifra no solo representa un fracaso educativo, sino también una pérdida significativa de capital humano, necesario para enfrentar los desafíos del siglo XXI, como la transición hacia economías sostenibles y digitales.
La Unesco identifica diversos factores que contribuyen a la deserción, entre ellos la masificación de la matrícula, la desorientación vocacional y la insuficiente información para tomar decisiones adecuadas. Además, la duración prolongada de algunas carreras y la falta de adaptación institucional a las necesidades de un alumnado diverso dificultan la retención. Estas complejidades destacan la necesidad de estrategias integrales para abordar este problema.
Medidas exitosas para enfrentar la deserción
En el ámbito global, diversas estrategias han mostrado resultados positivos para mitigar la deserción en la ETP. Las iniciativas más efectivas suelen combinar esfuerzos en tres áreas principales: mejora de la calidad educativa, apoyo integral a los estudiantes y vinculación con el sector productivo.
I-Mejora de la calidad educativa:
La actualización curricular y el enfoque en competencias laborales relevantes son esenciales. Instituciones como el TAFE en Australia y los institutos técnicos de Finlandia han implementado modelos pedagógicos centrados en el aprendizaje basado en proyectos y la integración de tecnologías avanzadas, lo que aumenta la pertinencia de la formación. Asimismo, el énfasis en metodologías activas, como el aprendizaje colaborativo y el uso de simuladores, ha demostrado ser efectivo para mantener el interés de los estudiantes.
II-Apoyo integral a los estudiantes:
Los programas de mentorías, tutorías personalizadas y asesorías psicosociales son fundamentales para reducir la deserción. Un ejemplo destacado es el modelo implementado por los Community Colleges en Estados Unidos, donde se proporcionan servicios de consejería que abarcan desde el apoyo emocional hasta la orientación profesional. En América Latina, países como Colombia han desarrollado iniciativas como el programa “Ser Pilo Paga”, que combina becas con acompañamiento académico y social.
III- Vinculación con el sector productivo:
Los programas de formación dual, que combinan la educación en el aula con prácticas remuneradas en empresas, han mostrado resultados contundentes en la retención de estudiantes. Alemania, con su sistema de aprendizaje dual, y Suiza, con sus alianzas entre escuelas técnicas y empresas, son referentes globales en este ámbito. Estas estrategias no solo reducen la deserción, sino que también aumentan las tasas de empleabilidad de los egresados.
El caso Duoc UC
El interés académico por la deserción en la ETP ha crecido significativamente en las últimas décadas. Diversos estudios subrayan la necesidad de analizar este fenómeno desde una perspectiva multidimensional, considerando factores individuales, institucionales y estructurales. Desde la década de los setenta, instituciones del hemisferio norte comenzaron a desarrollar políticas que apuntaron a mejorar la retención estudiantil.
En este contexto, Duoc UC estableció en 2013 una Comisión Interna de Permanencia, que identificó dimensiones clave de riesgo: vocacionales, académicas, psicosociales, administrativas y relacionadas con el servicio. Estas dimensiones permiten monitorear y actuar oportunamente, implementando estrategias como sistemas de alerta temprana y planes de acompañamiento. Desde esa fecha en adelante, la institución de manera permanente continúa analizando el fenómeno y toma decisiones, anualmente, para aumentar la tasa de permanencia.
Desarrollo de políticas efectivas
El desarrollo de políticas efectivas requiere una visión integral y coordinada. Entre las acciones prioritarias se encuentran:
-Implementación de sistemas de alerta temprana: Utilizando análisis de datos y herramientas de inteligencia artificial, muchas instituciones han logrado identificar patrones de riesgo entre los estudiantes, permitiendo intervenciones proactivas. Por ejemplo, Singapur ha adoptado tecnologías avanzadas para monitorear el progreso de los alumnos y ofrecer apoyo personalizado en etapas críticas.
-Inversiones sostenibles en infraestructura y tecnología: La provisión de laboratorios, equipos actualizados y plataformas digitales de aprendizaje no solo mejora la experiencia educativa, sino que también aumenta la motivación de los estudiantes para completar sus estudios.
-Fortalecimiento de las alianzas público-privadas: Estas colaboraciones son cruciales para garantizar que la formación técnica responda a las necesidades reales del mercado laboral. En este sentido, iniciativas como el WorldSkills International han demostrado cómo la cooperación global puede elevar los estándares de la ETP.
Las principales instituciones globales y académicas coinciden en que abordar la deserción en la ETP es esencial para construir sistemas educativos más inclusivos y equitativos. La Unesco, por ejemplo, ha subrayado en múltiples ocasiones que la ETP debe ser un motor para la transformación social y económica, y que su éxito depende en gran medida de la capacidad de las instituciones para retener y graduar a sus estudiantes.
Asimismo, organizaciones como el Banco Mundial y la OCDE han destacado la importancia de integrar perspectivas locales en el diseño de soluciones, reconociendo que no existe un enfoque único que funcione para todos los contextos. La clave radica en adaptar las mejores prácticas internacionales a las realidades locales, promoviendo modelos de ETP que sean sostenibles, inclusivos y pertinentes.
Reducir la deserción en la ETP es un desafío complejo que exige un compromiso colectivo y políticas bien fundamentadas. Es indispensable que las instituciones educativas, los gobiernos y el sector privado trabajen en conjunto para garantizar que ningún estudiante quede atrás. Solo así será posible construir sociedades más justas y resilientes, capaces de enfrentar con éxito los retos del futuro.
EQUIPO EDITORIAL OBSERVATORIO
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