Como todos sabemos estamos en el año Santo, Año de la Esperanza, convocado por el papa Francisco. Quizás uno de los últimos regalos significativos que nos dejó su pontificado, el haber convocado a este año de la esperanza. Que, en realidad, como todos sabemos, es un jubileo ordinario; es decir, uno que ocurre cada veinticinco años. Sin embargo, el tinte especial y el legado del papa Francisco es haberlo puesto bajo el prisma de la esperanza.
Es decir, haber dicho: “Este jubileo, quiero que la Iglesia se renueve en aquella esperanza que no defrauda, que es el mismo Jesús”. Es decir, que nosotros seamos capaces, la Iglesia, los cristianos, los discípulos misioneros, que podamos descubrir que el horizonte a nuestra vida es Jesucristo, que le da sentido a nuestra existencia. En Él colocamos nuestra esperanza, en Él situamos nuestra vida, en Él ponemos nuestras actitudes y nuestros sentimientos.
Jesucristo es quien le da sentido a todo lo que somos y hacemos. En ese contexto, me parece fundamental que podamos mirar y dar gracia por este año jubilar, tiempo de gracia, que nos regaló y que nos dejó el pontificado del papa Francisco. Nosotros sabemos que los años santos, los años jubilares, son tiempos en los cuales la invitación permanente de la Iglesia es poder crecer, madurar, alcanzar y recibir el don de la conversión.
Toda nuestra vida cristiana es siempre un caminar, un madurar en este proceso de la conversión personal y también comunitaria, eclesial. Conversión significa en este contexto poder colocar y basar nuestra vida, nuestra existencia cristiana en la persona de Jesús. Él no solamente es nuestra esperanza, hacia donde nos encaminamos, nos dirigimos, sino también el desde donde cada uno de nosotros mira su vida, mira lo que hace, intenta vivirlo y hacerlo tal como Jesús lo podría haber hecho y vivido.

Imagen N°1: Peregrinación Yumbel, 13 de agosto.
En definitiva, como dice el mismo apóstol: poder hacer nuestros los sentimientos de Jesús. Poder tener para nosotros, en definitiva, la mirada de Jesús, las acciones de Jesús, los sentimientos de Jesús. Que nosotros sabemos, son siempre sentimientos y actitudes profundamente filiales, porque el horizonte en el cual Jesús desarrolló su vida, su existencia, fue en actitud profundamente filial, la del Hijo, de aquel que busca siempre poder realizar la voluntad del Padre. Y la voluntad del Padre es que todos nosotros alcancemos el don de la salvación, el don de la vida plena, el don de la comunión y de la amistad definitiva con el mismo Dios. Este tiempo jubilar, este año santo, este año de la esperanza, nos quiere motivar y nos quiere ayudar a eso. Por lo que es un tiempo de gracia. Es un tiempo en el cual podemos crecer y madurar en esta experiencia profunda y sólida.
En segundo lugar, algo característico de los años santos es que nos experimentamos como un pueblo que peregrina, un discípulo que no está quieto, que no se ha quedado, como diría el papa Francisco, simplemente balconeando y mirando desde lejos la vida y la historia, sino que se compromete con ella y por eso se pone de pie y peregrina a lugares santos, a lugares que están marcados por la presencia de Dios.
En este año santo, los templos, las puertas santas, son las de Roma, son las grandes basílicas de Roma. Indudablemente no todos tienen la posibilidad de poder viajar hasta la Ciudad Santa de Roma para poder cruzar la puerta santa. Pero por eso, entonces, el mismo papa Francisco determinó que también en cada diócesis hubiese templos jubilares.
Sabemos que acá en nuestra Arquidiócesis de la Santísima Concepción contamos con la presencia de seis templos jubilares; es decir, seis lugares, entre esos la catedral, el santuario de Yumbel, por ejemplo, la parroquia de La Candelaria, acá en la comuna de San Pedro o en Los Álamos o en Tomé, etcétera. Sabemos que contamos con estos lugares en los cuales también podemos obtener la gracia de la indulgencia plenaria como expresión justamente de este caminar, de este peregrinar al encuentro definitivo con Dios, nuestro Padre, que nos quiere regalar una profunda conversión.
En la sede San Andrés de Duoc UC, nos propusimos entonces peregrinar al santuario de Yumbel, que todos sabemos es el santuario no mariano más concurrido del país. Porque en realidad, para las grandes fiestas, que son en nuestro país las grandes fiestas marianas, por ejemplo, el 8 de diciembre en Lo Vásquez o la fiesta de La Tirana, el 16 de julio, acuden cientos de miles de peregrinos. Quizás muchos de nosotros hemos podido participar también en esas peregrinaciones. Pero el segundo santuario más visitado que no esté dedicado a la Virgen María es el santuario de Yumbel. Santuario dedicado a este gran mártir de la fe: San Sebastián. Y nosotros en la sede San Andrés de Concepción, nos propusimos poder peregrinar hasta el santuario de Yumbel, para ahí encontrarnos con esta gracia de la indulgencia plenaria.

Imagen N°2: Peregrinación Yumbel, 21 de agosto.
Y es así entonces como organizamos este viaje, esta peregrinación, y fuimos un grupo importante, significativo de la Sede: un poco más de veinte colaboradores. Peregrinamos hasta el santuario, como pueblo de Dios, como Iglesia peregrina, fuimos en una actitud y un espíritu profundo de oración. Llegamos hasta las puertas del santuario rezando juntos el santo rosario. En ese trayecto cada uno personalmente pudo presentar por intenciones más personales al Señor.
Llegamos al templo jubilar y ahí tuvimos la posibilidad de poder acceder al sacramento de la reconciliación y también celebrar juntos la eucaristía. Me parece que este signo importante y significativo, le dio a nuestra Sede algo importante para nuestro quehacer diario. Porque lo hacemos no solamente para que cada uno de los colaboradores pudiese obtener el don de la indulgencia, sino también para poder experimentar en forma plena, con mayor plenitud de vida, el trabajo cotidiano.
Porque el sentido de la conversión tiene que ver con la vida diaria. El sentido de la conversión, de la cual la indulgencia plenaria es una expresión de ese proceso de la conversión, nos tiene que ayudar a ver cómo cada uno de nosotros plasma mejor y más íntegra su vida cotidiana, su vida familiar, su vida laboral y por supuesto también su vida personal. De cómo desde el vínculo con Dios articula, ordena, plasma su vida para que las actitudes centrales de todo nuestro mundo personal, laboral, familiar y comunitario esté completamente traspasado por la presencia de Cristo.
Ese era el sentido, justamente, de esta peregrinación. Y nos alegramos de haberla realizado y haber estado juntos en esta profunda experiencia religiosa, la que quiere también tener un impacto en la vida familiar y en la vida laboral, en cada una de nuestras sedes, para que nuestras sedes puedan ser también un espacio privilegiado de encuentro con el mismo Dios de la vida.

Imagen N°3: Peregrinación Yumbel, 26 de agosto.
P. Paulo Lizama Silva
Grande, padre Roberto. Saludos desde Viña del Mar.