La frase original, ciertamente no es en inglés, pero se ha hecho popular en esta lengua[1]. Algunos la ponen en labios de Abraham Lincoln, y es sabido que ha dado pie a poemas, libros y canciones. Pero es claro que data de épocas más antiguas y recoge una sabiduría ancestral.
Con ella se describe algo que nunca será suficientemente realzado, a saber: la condición pasajera de todo o, mejor dicho, de casi todo. Con el propósito de enseñar esto, de ir discerniendo entre lo que pasa y lo que queda, se han hecho grandes esfuerzos a lo largo de la historia: se han dictados cursos, se han escrito libros y se han construido universidades. Y es que saber distinguir entre lo pasajero y lo permanente es primordial en nuestra vida. No “apuntarle” a esto es, sencillamente, fallar.
El Titanic no lo hundía “ni siquiera Dios”. Y se hundió.
El muro de Berlín era indestructible. Y fue destruido.
Las torres gemelas casi tocaban el Cielo. Y quedaron en el suelo.
Los imperios, los reyes, las naciones, la fama, los problemas, el coronavirus y las mil pandemias que vendrán en el futuro, y un largo etcétera imposible de consignar…Todo eso también pasará…
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos sentamos a llorar nuestras pérdidas? Dejamos de enseñar técnicas, oficios, avances tecnológicos, descubrimientos científicos, por el solo hecho de que van a pasar? ¡No! ¡Claro que no!
San Alberto Hurtado, que en la década de los cuarenta escribía: “Empire, Chrysler: ¿cuánto tiempo más os alzaréis de pie? Fábricas Ford, Packard, Chrysler, ¿cuánto tiempo más alcanzaréis a durar?” (reflexión autobiográfica, 1947), ha sido quizás una de las personas que más ha abogado por la importancia de enseñar y educar en Chile, especialmente a los más desposeídos. Y es que el conocimiento de lo eterno, no suplanta -sino por el contrario, exige- el conocimiento de lo caduco y efímero. Pero a su vez, lo contextualiza, y lo libera de su poder obnubilante.
De ahí que cualquier proyecto educativo que no ponga a sus alumnos en contacto con lo eterno, carece de realismo. Si lo que queremos para nuestras generaciones es solo que “sobrevivan”, entonces enseñemos solo lo pasajero. Tendrán la técnica, los implementos y los conocimientos para sortear una y otra vez los desafíos de la vida, como quien va “capeando olas”, sacando la cabeza del agua solo para volver a meterla, en un ahogo desenfrenado. Pero si además de enseñarles a “sobrevivir”, queremos ayudarlos a “vivir”, entonces no deberíamos dejar pasar ninguna instancia de su formación para intentar ponerlos en contacto con quien nos prometió no solo la vida, sino “la vida en abundancia” (Jn.10, 10).
Entonces, ¿qué debemos procurar en nuestro querido Duoc UC? Seguir enseñando con calidad y excelencia, pero sin perder de vista el conjunto global, la mirada realista, lo que la experiencia y la historia nos muestran, a saber: “esto también pasará”.
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