4 de Julio, 2022

Rumbo del docente

Richard Zúñiga Cerón

Richard Zúñiga Cerón

Administración y Negocios de la sede Plaza Oeste de Duoc UC

10 minutos de lectura

En su existencia el ser humano se vuelca a todo aquello que constituye materia, tales como auto, casa, cargo en la empresa y diferentes roles que desempeña en su vida diaria. La persona debe considerar también lo que no es materia, es decir, aquello asociado a lo espiritual, lo invisible y que no tiene evidencia, pero que está aquí en cada soplo de su existencia.

San Alberto Hurtado Cruchaga habló de progresar en los planes de Dios y esto es en lo que no tiene materia, en lo espiritual, “lo metafísico” lo llamó Juan Pablo II. Pero ¿Cómo hacer comprender y hacer evidente al hombre, ese ámbito de la existencia, que no se ve, ni se toca?, Juan Pablo II, sostuvo que en las “profundidades de su yo” (1), buscando respuestas, encontró el Don de la Fe. Afirmó que su fe no está basada en la cultura y tradición religiosa, tanto de su familia como de la iglesia misma, sino más bien, fue hallada en su interior. El científico Lecomte du Noui (2) se refirió al “ser profundo” del ser humano, como aquel lugar donde está la verdadera fe.

En las profundidades de su yo, del alumno, alumna y docente hay una vida interior, una intimidad propia e individual, es el yo interior y profundo, que nos dirige hacia delante y es la “base de la libertad humana, en que hay un espacio de autonomía, donde no hay un tutor y es insobornable”, señala Carlos Peña (3). En este ser íntimo del alumno, alumna y docente, están los criterios de Dios, relacionados con la moral o ideas asociadas al bien y el mal y la esencia del ser humano, constituido como un motor que nos empuja. Allí está depositada la fe, como contenido del alma o corazón, partes del ser espiritual de cada uno de los que participamos en el proceso formativo.

¿Dónde está Dios?

Despertar cada mañana para enfrentar las actividades cotidianas con algún propósito es fundamental. A veces el ser humano se pregunta para dónde va, cuál es el propósito del día y de la vida misma, por qué cada día debe realizar actividades y qué sentido tiene hacerlas, más aún cuando se encuentra volcado en actividades monótonas, poco alentadoras y con restricciones, como ocurrió por más de un año de confinamiento debido a la Pandemia.  Son múltiples preguntas de las cuales el ser humano logrará responder a “novecientas noventa y nueve de ellas, pero aun así continuará inquieto e insatisfecho como si estuviera al principio”, señala Luigi Giussani (4). Durante toda su existencia, día a día, el ser humano se formulará interrogantes que en ocasiones no tendrán respuestas y lo mantendrán inquieto, con sed y hambre inconsciente, de conocer más acerca de la verdad y de Dios.

San Alberto Hurtado propone un cambio diario, en la manera de enfrentar cada día, planteándose la pregunta “¿Cuál es tu rumbo?” y, sostiene que “los jesuitas tenemos la obligación de señalarlo cada mañana, y de dos rectificaciones cada día” (5).

La cuestión es, cómo determinar un rumbo en medio de la “oscuridad”, como la llamo Madre Teresa, relativo al dolor, soledad y congoja que sentía en algunos momentos. Muchas veces el ser humano se despierta en las mañanas con un sin sentido para su trabajo, para su casa y en su propia existencia. Incluso puede llegar a pensar “un día más…para qué…”. ¿Cómo alumbrarnos los docentes, con entusiasmo, por aquello que algunas veces nos parece monótono, aburrido y sin sentido en una sala de clases? En ese momento hay una gran carencia del Don de la Fe, esa convicción de lo que hay más allá, que no está constituida de materia, y que está aquí presente, en nuestro interior, alrededor de nuestra existencia y nuestras actividades académicas. El Papa Benedicto XVI, plantea que “la fe es una determinada pasión” (6) y la interrogante es cómo inyectarnos pasión entre los que participamos en la formación, sobre todo cuando estamos en oscuridad, vale decir, desilusionados, agobiados, desorientados, con aflicción y en soledad. No olvidemos que, si bien somos referentes para nuestros alumnos y alumnas, antes somos seres humanos y como tales, estamos expuestos a la oscuridad.

Todo aquello percibido por los sentidos, es materia. De ese modo, al ser percibido y tangibilizado, el hombre se aferra y cree absolutamente en ello, dejando de lado y no considerando la otra parte de su existencia, el lado intangible, su ser espiritual, esa parte del hombre que es invisible llamada alma, ser interior, ser espiritual, etc. Estas no son materia, no se tocan, no se ven, pero se sienten, se viven y experimentan, en la medida que, en nuestras profundidades, “con esfuerzo y voluntad”, igual como lo hizo Juan Pablo II, se encuentre el sentido de Dios y el Don de la fe.

La falta de esa evidencia espiritual, de vivirla y sentirla como un componente esencial en la existencia del hombre, es quizás el fundamento de la carencia del Don de la Fe. ¿Cómo el Padre Hurtado, Madre Teresa, Juan Pablo II, vivían tan aferrados al Don de la fe?, esa creencia de que Dios está aquí y todo cuanto ellos hacían lo sustentaban en Dios. Madre Teresa sostenía que Dios le habló para ayudar a los más pobres y se fiaba en Él las 24 horas del día. Juan Pablo II, sostuvo que la Divina Providencia lo dirigió por el camino del sacerdocio.  Alberto Hurtado exclamó que fue bueno Dios, al permitirle tener una enfermedad larga para prepararse hacia la muerte, “en lugar de una muerte violenta” (7). Como comunidad y más particularmente, como docentes, debemos sentirnos regalados por Dios, al tener estudiantes, que depositan toda su confianza en nuestra persona y, por tanto, es nuestro deber recompensarlos por su fe en nosotros.

El ser humano volcado fuera de sí, puede ver a Dios, cuando ve la grandeza del mundo, de la naturaleza, de cómo crecen los árboles, sin que alguna persona los riegue y cuide, de cómo los pájaros se alimentan sin tener que trabajar, se alegra cuando nace un bebe y en todo ello, subyace el amor de Dios, la disponibilidad de todo lo necesario para la vida.

De ese modo, con su mirada hacia fuera, el hombre inconscientemente está observando a Dios en esos hechos que lo rodean, e incluso se alegra y goza de esa magnificencia, pero no logra verlo en su propia existencia, en su yo interior. Le cuesta, es como una ceguera empedernida que le impide ver la luz, su propia grandeza humana hecha a imagen y semejanza de Dios. En esa ceguera empedernida, el hombre consume un día, semanas, años e incluso su existencia completa. Muchas veces, por más que intenta hacer lo mejor que puede sus actividades, laborales, familiares y en la sociedad, para su propio bienestar, no le resulta, no ve en su existencia, la asistencia de Dios, tal como la veían y sentían la Madre Teresa, Alberto Hurtado y Juan Pablo II. Muchas veces en nuestras actividades académicas, sentimos que todos nuestros esfuerzos por los estudiantes no dan resultados y pasamos a ser indigentes del Don de la Fe, puesto que no llevamos a Dios en nuestro quehacer. En este estado de oscuridad, se hace preciso un cambio de rumbo, asignando sentido y significado, ligado a Dios, a nuestras actividades académicas, con la esperanza que se hará más liviana nuestra mochila de quehaceres, cuando formamos a los que han confiado en nosotros.  

¿Cómo puede el hombre cambiar de rumbo y ver su grandeza?, tiene que verse desde afuera, conocerse a sí mismo.  Así como el hombre, ve en un árbol y un bebe, lo maravilloso de cómo existen y se desarrollan, es cómo debe observarse a sí mismo. Si es capaz de ver el árbol y al bebe, también puede hacerlo consigo mismo.  Debe hacer uso de sus facultades intelectuales, de “su propia razón” (8). Puede imaginativamente verse desde fuera de su habitación, a través de la ventana, ver qué hace y cómo lo hace. Si el árbol mirara a un ser humano, diría lo mismo que él dice del árbol cuando lo contempla: “qué maravilla como el hombre construye su casa, lava su auto, prepara alimentos, educa a sus hijos, trabaja y se desarrolla”.

La evolución del ser humano demuestra que el ser humano ha crecido y de ello debe sentirse orgulloso y más aún porque su futuro continuará en la misma senda. Con seguridad, si el ser humano ve este hallazgo, vería que tiene cobijado en su interior, una fuerza que lo impulsa y arrastra hacia el progreso, de igual manera como evidenció en un árbol y un bebe. El hombre tiene certeza de que algo le permite vivir y existir, pero no lo ha identificado y la razón de no hacerlo, es porque es invisible. “Dios es invisible”, afirmó Juan Pablo II y pareciera que por muchos esfuerzos que se han hecho en la formación espiritual del ser humano, este transita por un camino paralelo, avanzando y construyendo un mundo sin Dios, pero como propone Juan Pablo II, “este mundo sin Dios, (en algún momento) acabará por volverse contra el hombre” (9).

Si en nuestro rol docente hacemos el ejercicio de conocernos a nosotros mismo, sentiríamos el impulso interior, esa fuerza que nos mueve que, en definitiva, es Dios. Haciendo uso de “nuestra propia razón” como afirmó Kant, a través de la reflexión, comprenderíamos que todo está sostenido por Dios y esto incluye tanto a alumnos, alumnas como docentes. Como personas individuales, podemos no tener fe en Dios, pero no negaremos su existencia y en el “no negar la existencia de Dios”, subyace parcialmente la creencia en Él. Servirnos de la razón, entendida como la capacidad de reflexionar, acerca de nuestras actividades académicas y en particular de nuestros alumnos, alumnas y de Dios, es el cambio de rumbo que es urgente realizar, hacia el reconocimiento de Dios en nuestra relación diaria con los que confían plenamente en nosotros: los estudiantes y su familia.

Servirnos de nuestra razón es vital en nuestro rol docente, ya que reflexionar para comprender nuestra esfera espiritual y nuestro rumbo respecto de la formación, nos acercará a Dios, a la plenitud (palabra que se deriva del latín “plenitudo”, que significa completo y lleno), así como también a “formar personas para una sociedad mejor” (Misión Duoc UC).

Bibliografía

Pg. 10, Esta es mi vida. Saverio Gaeta. Editorial Paulinas. Lima, Perú.

Pg. 139. El sentido religioso. Luigi Giussani.  Ediciones encuentro. Madrid. España.

Pg. 133. La mentira noble. Carlos Peña. Editorial Taurus. Santiago, Chile.

Pg. 74. El sentido religioso. Luigi Giussani.  Ediciones encuentro. Madrid. España.

Pg. 43. Un disparo a la eternidad. Escritos del Padre Hurtado. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.

Pg. 28.  Fe y Futuro. Joseph Ratzinger. Ediciones Sígueme. Salamanca, España.

Pg. 22. Un disparo a la eternidad. Escritos del Padre Hurtado. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.

Pg. 249. Filosofía de la Historia. Editorial S.L. Fondo de cultura económica de España. Madrid, España.

Discurso Estadio Nacional. 1987. Santiago, Chile.

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