No dudamos respecto a qué es una universidad porque posee una antigüedad y una reflexión acumulada sobre su ser de larga data expresada en miles de artículos y cientos de libros. En cambio, para la Educación Técnico Profesional la respuesta no es tan inmediata ni tanta investigación intelectual, surgiendo solo diferentes aproximaciones iniciales para descubrir su esencia.
Desde mediados del siglo XIX se ha buscado definir en qué consiste la Educación Técnico Profesional para distinguirla de la propiamente universitaria. Curiosamente no ha sido un tema de alto interés en las instituciones ETP ni ESTP y sí de intelectuales universitarios que, desde la distancia y de su alejamiento de la propia realidad experimental de la ETP, han buscado e intentado definirla y en cuyo esfuerzo han realizado aportes significativos.
Tenemos a Ignacio Domeyko, Diego Barros Arana y más tarde un Abdón Cifuentes, entre otros, claramente muestran interés en delinear una educación que fuera utilitarista, práctica, concreta y que apuntara a educar a la clase media y a los vulnerables y que acompañara al embrionario crecimiento industrial de Chile. Ellos coincidieron en el deseo de diseñar un nivel educativo que enseñara oficios prácticos a los ciudadanos y que no necesariamente fueran estudios academicistas y teóricos. Que los jóvenes estudiaran para aportar al crecimiento material y económico del país. Se trataba de formar a los mandos medios y el de enseñarles un oficio o profesión para que pudieran vivir de buena manera los estudiantes más vulnerables.
Durante el siglo XX, si bien existen intentos por generar espacios universitarios para la formación técnica (Universidad Técnica Federico Santa María en 1929 y Universidad Técnica del Estado en 1947) habríamos de esperar hasta fines del siglo señalado para que aparecieran, en torno a la ley de 1981, una serie de Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica que vendrían a darle fuerza y espacio al desarrollo específico del área. La ley N° 20.370 del 2009, que recoge y actualiza leyes de 1981 en adelante, en sus artículos 21 y 52, dictamina y reconoce que al interior de la educación superior estará con legitimidad la Educación Técnico Profesional. Estos CFT e IP solo podrán ser creados por ley; los CFT solo podrán otorgar títulos técnicos de nivel superior y los Institutos profesionales además de títulos como los CFT, podrán otorgar títulos profesionales que no requieran previamente de licenciaturas. Por último, a diferencia de las universidades, pueden lucrar. Todo esto se puede decir respecto de la naturaleza jurídica del nivel ESTP.
Existe la convicción que la ESTP forma para el trabajo. Con esto se desea declarar su especialísima vinculación con el mundo laboral ¿Qué significa esto? Lo que se desea decir es que su formación no apunta a formar estudiantes que deseen estar en la cúspide de la investigación científica ni que estos desarrollen principalmente habilidades inclinadas hacia el saber teórico. Su énfasis está en el saber práctico, es decir, en la adquisición de las competencias que les permitan desempeñar tareas concretas de manera exitosa en las distintas industrias del país.
La Educación Superior Técnico Profesional desde 1981(Zapata y Tejeda, 2016) ha evolucionado tímidamente en los primeros años y con intensidad en el siglo XXI. En sus inicios estuvo preocupada por crear carreras pertinentes que tuvieran aceptación social y laboral. Tarea particularmente compleja dado el peso e influencia que posee en el mundo laboral los títulos universitarios. Se trató de convencer a la ciudadanía que este nuevo tipo de estudios podían ser una alternativa viable, una alternativa eficaz y con futuro para los jóvenes y adultos.
Se tuvo que organizar instituciones que fueran capaces de atraer a los jóvenes, creando estructuras académicas y administrativas que mostraran a la comunidad que la formación de entidades técnico profesional constituía un hecho cierto y confiable. Estas nuevas organizaciones debían crear productos académicos novedosos y afines a las necesidades de las empresas. Además, tuvieron que pugnar con una cultura que solo admitía a los estudios universitarios como confiables para lograr empleabilidad. En los dos últimos decenios del siglo XX, estos dos desafíos la han marcado en su accionar y decisiones.
Es a fines de los noventa en que la Educación Superior Técnico Profesional caminó a decidir si deseaba formar por objetivos o por competencias. Esta decisión era de suma importancia académica para los modelos educativos aplicados, estrategias de aprendizaje y con efectos relevantes en los perfiles de egreso. Históricamente este tipo de estudios había enfatizado el aprender haciendo como estrategia sustancial para formar. Por tanto, el conjunto de instituciones chilenas estimó más adecuado formar basado en competencias que por objetivos, dado que esto último es más afín a los estudios universitarios con énfasis en la teoría y no en la práctica.
Existe consenso internacional que este tipo de educación no ha tenido límites claros ni definiciones precisas respecto a sus modalidades, sobre todo en los países de habla hispana, ya que en los de habla inglesa (College e Institutos de Investigación Aplicada y alemana (Institutos de investigación aplicada y sistema dual) su desarrollo ha sido más nítido y poseen una definición más precisa de su naturaleza. En el caso de América Latina, sobre todo en México y Argentina, el modelo de universidades tecnológicas francesas fue replicado sin introducirle ajustes significativos. El caso chileno no ha tenido un derrotero claro o alguna influencia decisiva, sino que más bien continúa en la búsqueda de su definición[1].
La Educación Técnico Profesional un camino distinto al universitario
Podemos decir que es efectivamente diferente a la universitaria desde una perspectiva curricular, docente, en los estudiantes que la demandan, aranceles, carreras que dicta, nivel de desarrollo, durabilidad de sus estudios e importancia de su actividad docente vespertina.
Perspectiva curricular
Desde una perspectiva curricular, sus carreras se originan con un levantamiento de competencias que está estrechamente ligado al mundo de las empresas y miembros de estas (empleados y jefaturas) participan directa o indirectamente en la elaboración de los perfiles de egresos. No se enseña lo que no tiene relación directa con actividades concretas laborables. Se busca curricularmente una formación que apunta a crear técnicos y profesionales exitosos en la práctica de las competencias aprendidas. Es el saber haciendo, reproducción curricular de los ambientes laborales, una alta simulación del quehacer específico que los futuros trabajadores desempeñarán en sus distintos empleos. Su esencia es el cumplimiento y el desempeño específico y con la finalidad de aumentar la productividad. Esta se “nos presenta como un tipo de educación más práctica, menos teórica que la universitaria”[2].
Esto no ocurre en la educación del tipo universitaria, en la cual son los académicos los que piensan, redactan y enseñan el currículum de estudio.
Por otro lado, la opción por un modelo de formación basado en competencias es una decisión indiscutida en este ámbito. Ha quedado en la historia el currículum por objetivos que hoy todavía se encuentra en el mundo universitario. Por tanto, el modelo educativo tiene a las competencias duras, genéricas y básicas como parte sustancial de cómo mira, evalúa los aprendizajes y sus logros. Sin embargo, hoy comienza tibiamente un avance en el concepto de capacidades y su implementación para complementar, pero sin renunciar al modelo basado en competencias como es el caso de Duoc UC.
De los docentes
Si miramos a los docentes se valora y mucho el ejercicio laboral de estos en la industria. Se les pide enseñar y que logren aprendizajes de competencias que ellos practican todos los días en distintos espacios laborales. Por tanto, no es exigible a estos que posean una trayectoria exitosa con distintos grados académicos sino una especialización técnica que puede ser obtenida con diplomados, postítulos o magister. Solo en los cursos relacionados con la formación general (Lenguaje, Matemática, Ética, Inglés, entre otros) y en el caso del conocimiento y dominio del modelo pedagógico es deseable un perfeccionamiento en grados académicos que pueda incluso ser doctorados. En cambio, en el aprendizaje de competencias duras o específicas, en sus docentes, aparentemente, solo bastaría un desarrollo y actualización profesional y técnica, concreta y exitosa.
Tipo de estudiante
Con respecto a sus estudiantes, estos en un 90% provienen de colegios subvencionados y municipales. El rendimiento académico de estos, en la mayoría de los casos, en la enseñanza básica y media no fue de los mejores y, en consecuencia, accedieron a la educación superior con debilidades relevantes (humanistas y científicas) en el logro de las competencias y conocimientos básicos para continuar aprendiendo. Para los IP y CFT le son relevantes todos los esfuerzos de nivelación que deben hacer para apoyar en los cursos de primer año a todas las cohortes de estudiantes recibidas. Además, los alumnos y alumnas llegan con el deseo de aprender una carrera que les permita ingresar con rapidez al mundo laboral y así obtener pronto ingresos económicos. Su motivación es más práctica que la detectada en estudiantes universitarios. No poseen tiempo para teorizar ya que sus demandas de satisfacción económica inmediata son muy importantes.
Quizás a lo recién mencionado se deba que hasta el 2016 hubo un crecimiento explosivo de los respectivos Vespertinos[3], que reúnen a estudiantes adultos que desean desarrollarse laboralmente, crecer económicamente, y que estudian por las noches carreras para consolidarse en sus trabajos actuales o para buscar otros de mejores perspectivas futuras[4].
Las carreras
Las carreras que se dictan obedecen a demandas muy concretas que vienen desde las distintas industrias. Se descubre una necesidad y se infiere que las empresas requieren ciertos perfiles de egresos nuevos y los IP o CFT diseñan un currículum de estudios que sistematiza la formación para un nuevo profesional o técnico. En esta materia, este nivel de estudios avanza a una velocidad muy superior al de las universidades en la creación de novedosas y distintas carreras. Posee una vinculación con el mundo de las empresas mucho mayor, quizás porque la mayoría de sus docentes trabajan en una gran variedad de empresas y, muchas veces, son ellos los que detectan e informan a IP y CFT para que diseñen nuevos perfiles de egresos afines a las necesidades laborales concretas.
Dado que sus carreras son de corta duración, entre dos y cuatro años, los aranceles son también menos costosos para sus estudiantes que los estudios propiamente universitarios. Es verdad que la gran mayoría de sus carreras ofrecen estudios con una renta estimada inferior a las carreras universitarias, pero algunas de ellas poseen interesantes perspectivas económicas para sus estudiantes, incluso superiores a varias universitarias (las ingenierías, carreras vinculadas a la computación e informática versus carreras humanísticas y artísticas universitarias)[5]. En relación a las posibilidades de obtención de empleo futuro, no muestra dificultades importantes, quizás porque las carreras se diseñan auscultando directamente las necesidades actuales y futuras de las empresas.
Desde su desarrollo educativo e institucional
Ahora bien, respecto a su desarrollo educativo e institucional, los IP y CFT poseen un estado de avance inferior al de las universidades. Todavía se encuentran en formación y con el deseo sincero de lograr la madurez en este tipo de estudios. Más de cien años de diferencia histórica poseen con al menos dos de las principales instituciones universitarias del país: Universidad de Chile y la Universidad Católica. Este dato no es menor. Y deben hacerlo con un enorme problema u oportunidad actual: El desafío de la masificación de la matrícula que claramente retarda todo proceso de logro de la madurez institucional. Sin embargo, pese a su crecimiento explosivo, es deseable que se avance en tipificarla, establecer sus márgenes, sus respectivos contenidos, para así demostrar que es un tipo de estudios que es plenamente esencial para el crecimiento económico y el desarrollo cívico, político y equitativo de Chile.
En esta materia las universidades potencian el perfil académico de su gestión, distinguiéndola como el corazón y alma de la institución y a toda actividad administrativa solo como un soporte relevante de su actividad central. Respecto al espacio TP, se requiere avanzar en esta materia, fortaleciendo su peculiaridad académica.
Por tanto, son variados los temas que requieren un estudio actualizado y riguroso para poder definir y perfilar con nitidez los estudios de la EMTP como de la ESTP. Es necesario que se profundicen las investigaciones cualitativas en la búsqueda de la especial naturaleza de este tipo de formación. Con respecto a la educación propiamente universitaria, poseemos diferencias sustantivas respecto a las fuentes de origen de nuestras carreras; en relación a las competencias laborales que valoramos; respecto a quienes participan en el diseño de carreras; tenemos estudiantes con un marcado interés práctico del saber; una relación permanente y sostenida con el mundo empresarial; diferencias a los fines del proceso de enseñanza y aprendizaje y el rol del perfil de egreso; el peso de la inclusión socioeconómica como un valor esencial; el cómo nos organizamos administrativamente, la importancia de su escalabilidad y la transversalidad de sus carreras, entre otras materias esenciales.
Creemos que la Educación Superior Técnico Profesional es una oferta educativa de nivel superior que privilegia el saber haciendo por sobre la reflexión especulativa y académica; que reproduce la realidad laboral y se levanta a partir de las necesidades concretas de las empresas con activa participación en la elaboración de sus currículos y perfiles de egreso de trabajadores y jefaturas de las empresas. Su objetivo es formar capital humano que responda con eficacia a las necesidades concretas y diarias de las distintas empresas, privilegiando el logro de competencias duras y específicas y habilidades como el aprender a aprender, el trabajo colaborativo, la adecuación al cambio y formación permanente y una especial sensibilidad hacia lo digital y la técnica aplicada.
Que su futuro está estrechamente relacionado con los avances de la ciencia y tecnología en todo aquello vinculado con la revolución 4.0 y 5.0. Para los países hoy es un tipo de estudios altamente estratégico y de sensible política pública para insertar a las grandes mayorías en los enormes cambios tecnológicos, formándolas y dándoles la capacitación permanente y por toda la vida. Por tanto, creemos que estamos en el inicio de una renovación conceptual de su ser o al menos la exigencia de que debe definir prontamente su peculiar naturaleza futura.
[1] Permanencias y desafíos para la Educación Superior Técnico Profesional. – Observatorio Duoc
[3] Situación que ha cambiado y hoy vemos una disminución significativa de la matrícula como consecuencia de la Pandemia, el crecimiento de los programas a distancia y, también, por una situación coyuntural como lo es hoy la alta inseguridad pública.
[4] El 60% de la matrícula pertenece a los primeros dos quintiles. Casi la mitad de los estudiantes están en jornada vespertina (44 %) siendo una proporción superior al de las carreras universitarias. Política Nacional de Formación Técnico TP, 2016.
[5] De acuerdo a estimaciones de la Comisión Nacional de Productividad el 2018, la rentabilidad de cursos de carreras técnicas alcanzaba una tasa del orden del 25% al año. Y se comprobó que algunas carreras eran más rentables que las universitarias. https://politicaspublicas.uc.cl/wp-content/uploads/2019/01/Propuestas-formacio%CC%81n-TP_DIGITAL.pdf
6) Zapata y Tejeda, 2016: https://cinda.cl/wp-content/uploads/2019/01/educacion-superior-en-iberoamerica-informe-2016-informe-nacional-chile.pdf
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