Productividad: un desafío urgente
Dicen que los chilenos somos buenos para los cafecitos y sacar la vuelta en la pega. Pero más allá de lo anecdótico de este mito -no tan mito-, lo que sí está claro es que en Chile tenemos una baja productividad que conlleva un negativo impacto en el bienestar y desarrollo de la población ¿Es culpa de los cafecitos? Solo en parte, ya que los factores que la afectan son mucho más complejos. El tema pasa por incorporar más tecnología, mejorar el diseño, planificación y coordinación de procesos productivos, implementación de políticas estratégicas, formación de capital humano, perfeccionamiento de marcos regulatorios legales y económicos, fortalecimiento de i+D, entre otros. Adicionalmente, hay que considerar aspectos culturales como la falta de colaboración entre las empresas y el negativo liderazgo que nuestro país tiene en los indicadores de desconfianza, que nos sitúan bajo la OCDE y muy por debajo de Dinamarca, Noruega y Finlandia, entre varios otros.
¿Nos plantea este diagnóstico un escenario poco alentador? Por cierto, que sí. Y por eso hemos decidido enfrentarlo. Entre las estrategias destaca la creación de la Comisión Nacional de Productividad CNP a comienzos de 2015 por decreto del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo, y cuya misión es asesorar al presidente de la República en todas aquellas materias orientadas a aumentar el crecimiento económico de largo plazo y el bienestar de los ciudadanos a través de la generación de ganancias en la productividad.
A la fecha, esta Comisión ha comenzado a monitorear la productividad y ha emitido dos informes anuales 2016 y 2017 donde confirma el estancamiento de la productividad nacional en las casi tres últimas décadas en los diversos sectores económicos –agricultura, minería, energía, construcción, comercio, transportes y servicios-, y la brecha que existe con los países OCDE, que en promedio superan en torno a 2,5 veces el indicador local. Aún queda mucho por hacer, comenzando por identificar y medir con mayor precisión aquellos factores que explican la baja productividad.
Pero ¿Qué es la productividad? ¿Por qué es importante? ¿Qué relación tiene con la sustentabilidad?
Prescindiendo de detalles matemáticos y de los distintos modelos que se usan para cuantificarla diremos simplemente que la productividad es una medida, a menudo multifactorial, de la eficiencia. En otras palabras, es hacer más con lo mismo, o lo mismo con menos. El informe 2016 de la CNP[1] explica que la productividad es una medida de cuántos bienes y servicios se producen con un número determinado de factores productivos, por ejemplo: trabajo y capital. Se puede medir así la productividad de una empresa, un sector o, en este caso, un país. El aumento en la productividad significa que se pueden producir más bienes y servicios con los mismos recursos, y de acuerdo a estudios nacionales e internacionales, este sería el motor principal del crecimiento económico. Además, una mayor productividad del capital aumenta los incentivos para invertir mientras que tiende a elevar los salarios. Un país más productivo no solo crece más, sino que también tiende a ser más equitativo, pues tiene mejores condiciones laborales para los trabajadores y puede inducir a mayor movilidad social.
Es por ello que los países que alcanzan mayores niveles de productividad exhiben también niveles de producto per cápita más altos, los que están asociados con mayores niveles de calidad de vida; mayores salarios y mejores oportunidades laborales; más recursos disponibles para bienes y servicios más variados y de mayor calidad; más tiempo libre para las personas; más y mejor salud y educación; más bienes públicos; y, finalmente, un entorno menos contaminado y más sustentable. Pese a esto, es necesario considerar que otros aspectos relevantes para el bienestar, como la distribución del ingreso, los niveles de seguridad, y el respeto por los derechos de las personas, no están garantizados por el solo hecho de mejorar la productividad[2]. La sustentabilidad tiende a mejorar la capacitación de las personas y a forzarlas a interactuar en un entorno más colaborativo e integrado, lo que mejora la toma de decisiones. Por otra parte, al hacer más con menos, hay un beneficio directo en favor del medioambiente.
Productividad y sustentabilidad en la construcción
El estancamiento de la productividad en la construcción y su alta incidencia en la economía nacional (6,4% del PIB), interpela al sector a mejorar su eficiencia. La construcción sigue siendo una actividad basada en procesos artesanales, poco industrializados, intensiva en mano de obra poco entrenada, donde se utilizan insumos con altas tolerancias y baja estandarización, altos consumos de energía y elevada generación de residuos.
En el estudio Productividad Laboral en la Construcción en Chile: Comparación Internacional[3]los autores confirman el retroceso de este indicador en las dos últimas décadas con un impacto equivalente a pérdidas anuales por 1,5% del PIB nacional. En el trabajo se midió la productividad en la construcción, como productividad media laboral o mejor entendida como el aporte que cada trabajador en promedio realiza al PIB sectorial, el que a su vez corresponde al cociente entre el valor agregado de la producción y la cantidad de empleados en la industria de la construcción. Como resultado, el valor es similar a la productividad observada en países como México, Portugal, Estonia y Argentina, y ampliamente inferior a la de la OCDE.
¿Cómo enfrentar el desafío de ser más eficientes en el sector?
Un primer gran paso lo ha dado la Corfo al asumir un nuevo rol basado en la colaboración público – privada, creando la estrategia nacional Programa Construye 2025[4]. Esta instancia tiene por visión y objetivos transformar al sector de la construcción desde la perspectiva de la sustentabilidad y productividad, para lograr un desarrollo nacional con equidad social, económica y medioambiental. Busca, una Industria de la construcción sustentable y competitiva a nivel global, líder en la región, comprometida con el desarrollo del país a través de la incorporación de innovación, nuevas tecnologías y fortalecimiento del capital humano, teniendo como foco el bienestar de los usuarios y el impacto a lo largo del ciclo de vida de las edificaciones. En concreto el programa está orientado a mejorar la salud y bienestar de los usuarios de la edificación; minimizar el impacto que genera el proceso constructivo de una edificación; reducir el consumo de energía de las edificaciones; desarrollar la industria de los proveedores y servicios; transformar a la industria en un referente internacional; aumentar la productividad del sector; y mejorar la competitividad del sector construcción.
Hoy esta estrategia cuenta con una hoja de ruta que está en plena fase de operación, contando con la participación de múltiples actores del mundo público, privado, gremial, empresarial y educacional. Todos ellos se articulan en proyectos o iniciativas claves como la implementación masiva de BIM (building information modelling), el desarrollo de centros tecnológicos de I+D+I, el desarrollo de la primera plataforma digital DOM en Línea (para tramitación de permisos de edificación), la modernización de marcos contractuales, la gestión de residuos de la construcción, el desarrollo y actualización de normativa y certificación sustentables, la construcción industrializada, y los centros de extensionismo. Finalmente, y conscientes de la importancia que tiene la formación del capital humano en la productividad, es importante destacar que la escuela de Construcción de Duoc UC ha colaborado activamente tanto en la elaboración de la hoja de ruta de Construye 2015 como en la actual fase de operación de sus proyectos e iniciativas.
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