Al pensar en lo aprendido durante este período de pandemia, la Primera Reflexión que tengo es “que sencillo era hacer clases presenciales”. Nunca hubiésemos pensado que la sala de clases, el taller, o el Centro Tecnológico eran nuestras zonas de confort, nuestros ambientes seguros para “formar personas” y, por lo mismo, no habíamos dimensionado la importancia del trabajo educativo que realizamos de manera presencial. La importancia de enseñar conceptos complejos de manera simple, evidenciando en las caras de nuestros estudiantes la comprensión y entendimiento de lo explicado, o la mayor confusión que les causaba una segunda explicación, que nos obligaba a una tercera y que, en el mejor de los casos, resultaba la adecuada para ese estudiante.
COVID-19 se llama la enfermedad que nos dio un giro prácticamente en todos los ámbitos de nuestras vidas, manifestándose a nivel local, nacional, continental y mundial, la Pandemia de Coronavirus, declarada así por la OMS (Organización Mundial de la Salud), el 11 de marzo del 2020. Desde entonces, estamos en este ir y venir de qué hacer, cómo hacerlo, cuando hacerlo y es en este punto en que muchos conceptos se volvieron una realidad como “reinventarse”, “ensayo y error”, “TIC” y otros se volvieron complejos como “incertidumbre”, “planificación”, “proyección” etc. solo entendimos que, en este nuevo escenario, teníamos que reaccionar y así fue.
En el mismo contexto, mi Segunda Reflexión tiene que ver con el camino, que como institución de educación iniciamos, y que se relaciona directamente con las capacidades de adaptación y aprendizaje que tenemos todos los seres humanos. Fue necesario hacer una pausa para aprender, ya que definitivamente no era lo mismo migrar una clase presencial a un ambiente virtual. Esto nos llevó a reconocer una importante brecha digital que tuvimos que comenzar a trabajar y de manera muy positiva comenzamos a aprender para enseñar a nuestros estudiantes. Algunos docentes con más habilidades que otros, también pudieron apoyar a quienes les resultaba más lejano el mundo de las TICs y su uso cotidiano.
Con el nuevo conocimiento fue posible entregar una propuesta educativa coherente con el nuevo ambiente, al que rápidamente los estudiantes pudieron acceder de mejor forma, adaptarse y utilizar. De manera constante se reforzaba la forma de utilizar esta “nueva plataforma” BLACKBOARD COLLABORATE ULTRA y todas las herramientas con las que contábamos y no sabíamos usar. También fue necesario afinar la última etapa de implementación de RACG (Registro de asistencia y gestión de Clases) y otras plataformas, ya que los procesos académicos continuaban, el calendario académico seguía avanzando y seguir caminando era la consigna.
Para diciembre del 2020 manejábamos distintas plataformas de manera paralela y con un dominio que meses atrás no hubiésemos imaginado.
Naturalmente se presentó la resistencia al cambio, pero dadas las circunstancias, se pudo manejar rápidamente ya que las opciones eran pocas. También fue la oportunidad de quienes siempre quisieron innovar tecnológicamente y lograron concretar locas ideas en un software que permitía hacer una “Visita Virtual” o interactuar con un paciente pediátrico en un “Hospital Virtual”.
Hoy podemos decir con toda propiedad, que realizamos muy buenas clases virtuales, utilizando herramientas que nos permiten un mayor contacto y cercanía con nuestros estudiantes. También hemos logrado llegar reproducir algunas de las experiencias prácticas que complementan el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Sin lugar a duda, uno de los mayores aprendizajes fue manejar la contención que entre todos tuvimos que entregarnos, trabajar la empatía con los distintos actores de la comunidad educativa, aprender a autogestionar el tiempo laboral, familiar y personal, sin normalizar horarios poco saludables. Pero lo fundamental fue aprender a cuidarnos ya que, en muchos casos al desarrollar la enfermedad, quedaron importantes secuelas o pérdidas que hicieron de nuestro trabajo un refugio o una complicación para un sentimiento difícil de manejar.
Finalmente, y como Tercera Reflexión, creo que todos experimentamos el “valor del retorno” (valor en dos sentidos, el de arriesgarse y el de apreciar), en donde tuvimos que reeducarnos ya que nos encontramos con una serie de normativas que debíamos cumplir para cuidarnos y cuidar a los demás. En este punto, nuevamente muchos aprendimos para enseñar y así poder ocupar, de nuevo parte de nuestros ambientes seguros para continuar con la formación de una generación que aprendió desde un computador o teléfono celular los conceptos de la carrera que decidió estudiar.
Con el correr del segundo semestre del 2020 el concepto certeza dio origen a una forma distinta de estabilidad y comenzamos a manejar la nueva logística que comprendía la reprogramación y readecuación de las actividades prácticas, confirmar la asistencia docente y de estudiantes a la Sede, pero por sobre todo velar por los aforos y el correcto uso de las EPP.
Hoy sabemos, con cierta tranquilidad, que durante lo que queda de este 2021 transitaremos entre ambientes presenciales y virtuales, sacando lo mejor de cada uno de ellos y haciendo los ajustes necesarios para que la formación técnica y profesional que entregamos a los estudiantes les otorgue la confianza para desempeñarse satisfactoriamente en el cambiante mundo laboral.
Desde mi punto de vista, manejar la adaptación, empatía y comunicación o también llamadas las habilidades no técnicas, son elementos claves para el desarrollo del trabajo en equipo, el que en esta circunstancia, compromete a toda una comunidad educativa, la de Duoc UC.
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