Me gustaría comenzar con una frase que dijo el papa Francisco “La alegría es misionera”, sin duda para muchos de nosotros esta gran experiencia se inicia así, con un acto de amor, de solidaridad, pero sobre todo con un acto de fe.
En la preparación de este viaje y la llegada a Portugal pudimos vivir una vida en comunidad. Para esta travesía nos tuvimos que preparar de la mejor manera: En nuestra mochila física llevamos ropa, cargador, pasaporte, etc., y en nuestra mochila espiritual llevamos alegría, amistad, temores, preguntas, fe y ansias. Llegando conocimos lugares hermosos como el santuario de Fátima, en el cual dejamos todas las intenciones que llevábamos desde Chile.
Durante este tiempo, en varias ocasiones nos hicimos diferentes preguntas, ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué yo y no otro? ¿Señor qué esperas de mí? Y fue entonces el primer encuentro con el papa Francisco, una actividad muy emotiva que se realizó en la colina del encuentro, en la cual nos dio un mensaje muy hermoso “Haz sido llamado por tu nombre, para Dios ninguno un número, es un rostro, una cara y es un corazón”. Estas palabras provocaron un mar de emociones y de respuestas, los sentimientos a flor de piel al ver en primer lugar que el mensaje lo estaba dando en español, cuando todos esperábamos que fuera en portugués, para luego finalizar con algo aún más potente “La iglesia es para todos, todos son bienvenidos, porque Dios nos ama”, escuchar a más de un millón de personas repetir, decir y sentir que Dios nos ama, es algo que no se puede describir.
El tiempo en Portugal fue una verdadera fiesta, una fiesta cultural donde conocimos a personas de diferentes lugares del mundo, como Francia, Alemania, Brasil, Angola, Cabo Verde, Argentina, España, México, Polonia, y mucho más, la cual en varias ocasiones pudimos compartir haciendo trueque de objetos, banderas u otros, sacándonos fotos y cantando en el tren canciones de los diferentes países y canciones cristianas. Algo que siempre recordaremos será como nos cantaban nuestra canción, un diálogo que repetimos mucho cuando se nos acercaban y decían “¿where are you from?” y respondíamos “from Chile”. Este era el inicio al “chi chi chi le le le, viva Chile” grito que nos llenaba de orgullo cantar en las lejanías de nuestro país.
En las diversas actividades y lugares que conocimos, podíamos ver y sentir la presencia de Dios, ya sea en las grandes mareas de personas en los metros cantando hasta en el vía crucis y las actividades de la JMJ.
Así llega el gran día de la vigilia, una actividad muy importante que comienza con una peregrinación. Dando inicio como todos los días viajando de Setubal a Lisboa, llegando teníamos que caminar de la estación oriente hasta el parque Tejo, una extensa peregrinación donde había un sol brillante y caluroso acompañándonos. Durante todo este camino pudimos encontrar una diversidad de personas que, a pesar del cansancio, el calor y otros factores, no cesaban su andar para llegar al lugar del encuentro, grupos que al igual que nosotros hacían cadenas humanas para no perderse en la multitud. Ya en el parque instalados mirábamos a nuestro alrededor y no podíamos creer la cantidad de personas que se encontraban preparándose con sus sacos de dormir y sus bolsos para pasar toda la noche en ese lugar. El momento de la misa era increíble ver como todos rezaban el Padre Nuestro en sus diferentes idiomas; pero sin duda algo maravilloso y mágico fue vivir la adoración al santísimo, en donde a pesar de la multitud, hubo un silencio único, en el cual se sentía como esos millones de corazones de diferentes lugares del mundo se unían en una sola adoración. Era un silencio que llevaba consigo el amor más grande que se podía sentir. En la mañana vimos unos de los amaneceres más bello, ya que a pesar del cansancio, todos estábamos a la espera de ver y escuchar lo que el papa Francisco nos tenía que decir, en el cual nuevamente nos dejó mensajes muy lindos y con muchos aprendizajes, como por ejemplo: “el único momento que es lícito mirar a una persona de arriba abajo es para ayudar a levantarse”, y reflexiones como “En el arte de ascender la montaña lo que importa no es caer, lo importante es no permanecer caído”, de esta manera se le dio fin a la JMJ con hermosos mensajes, misas, comunidad, cantos y anuncios.
En Roma una ciudad llena de cultura, historia y acontecimientos importantes, aprendimos más sobre la religión y hechos valiosos. Pudimos visitar lugares como las basílicas, el coliseo y Asís tierra santa; además estuvimos en la audiencia del papa, y pudimos visitar la ciudad del Vaticano, donde nos sumergimos en el arte y la historia que nos iban contando las pinturas y esculturas, como por ejemplo la Capilla Sixtina. Con toda esta inmersión de aprendizaje, cultura, fe y vida en comunidad, finalizamos de la mejor manera, con una última cena, donde concluimos un viaje lleno de experiencias, donde formamos amistades, encontramos respuestas y vimos que las semillas que sembramos dan frutos, y que esos frutos se pueden convertir en más semillas para compartir.
A veces sentimos que estamos solo, que somos los únicos que siguen a Cristo en pleno siglo XXI. A veces nos sentimos cansados y creemos que nadie nos comprende, que nadie nos puede ayudar, cargamos nuestras mochilas en silencio, pero Dios nos invita a depositar nuestras cargas en Él, y a través de esta experiencia en la JMJ nos damos cuenta de que somos miles los locos por Cristo, y pudimos confirmar que la Fe no tiene fronteras, no tiene nacionalidades, solo tiene un corazón lleno de amor por Dios.
Quiero finalizar con un grito que jamás olvidaremos y que nos acompañó desde el día uno en el aeropuerto en Santiago, hasta nuestro regreso, con el cual hacíamos notar que estábamos presentes como delegación, grito que hoy nos recuerda nuestro paso en esta gran experiencia, “JESUS, MARIA Y JOSE, SOMOS DUOC UC”.
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