El PIB per cápita de Singapur en 1960 a precios actuales era de US$428 mientras que el 2021 fue de US$72.794. Es un país de 5,5 millones de habitantes, que no cuenta con recursos naturales, salvo la profundidad de su costa, y con una extensión aproximada de 40 km por 20 km, es decir, de una maratón por media maratón. No obstante, es un modelo de desarrollo vertiginoso que hoy resulta un ejemplo en cuanto a experiencia y conocimiento para países como el nuestro.
Es por esto que hace un par de semanas un grupo de Rectores y Directivos fuimos a conocer el cómo han logrado el éxito, sobre todo en la Educación Técnico Profesional, donde hoy Singapur es reconocido como un líder a nivel mundial.
¿Cuál es el secreto del éxito? Ninguno. En Singapur se dieron cuenta que la clave para el desarrollo sostenido es potenciar una estrategia que posicione de manera efectiva a la educación como eje central del desarrollo económico y social, generando así un círculo virtuoso colaborativo entre el Estado, el mundo empresarial y, por supuesto, a las instituciones de educación. Los singapurenses comprenden a la perfección que el futuro de su país radica en el capital humano, y por tanto la formación profesional es de altísima calidad y a lo largo de toda la vida.
Docentes de primer nivel con capacitaciones permanentes e involucrados con las necesidades que la industria está buscando; alta sensibilidad y capacitación permanente en ciencia y tecnología a sus docentes y estudiantes; intensa vinculación con el medio aportando a la comunidad conocimientos de tecnología aplicada; desarrollo de Centros de Excelencia para apoyar la formación práctica de los estudiantes; clases on line para complementar lo presencial -donde incluso el Estado no pone un porcentaje límite de clases que pueden ser con esta modalidad-; y evaluaciones y trabajos aplicados a casos reales permanentes son solo algunas de las instancias que las instituciones implementaron en su día a día con el fin de preparar a los técnicos y profesionales del futuro. Más aun, han trabajado sistemáticamente en posicionar de mejor forma la formación técnico profesional respecto de la universitaria, mostrando que una está dirigida a vocaciones aplicadas mientras que la otra a vocaciones más abstractas.
Las enseñanzas y aprendizajes fueron muchas. Y si bien en Chile el nivel de la Educación Técnico Profesional está en pleno desarrollo, veo con optimismo lo que se viene a futuro, ya que año a año adquiere mayor protagonismo, sobre todo en regiones. Esta experiencia refuerza la visión que estamos promoviendo desde el Consejo de Rectores de Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica Acreditados, fomentando un trabajo tripartito entre la industria, la academia y el Estado, con el objetivo de preparar a los nuevos profesionales que liderarán el país. Sin duda queda mucho camino por recorrer, pero debemos aprender con humildad de ejemplos como los de Singapur, para seguir sembrando para el futuro y así continuar contribuyendo al desarrollo y al bien común, procurando hacer de nuestro país una sociedad mejor y más inclusiva.
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