La preocupación por los problemas de salud mental ha sido más relevante en los últimos años para la política pública educacional, donde diversos estudios han mostrado cómo los jóvenes son un grupo más propenso a presentar altos niveles de sintomatología. Siendo aún más relevante en estos días, luego de que el contexto de la pandemia COVID-19 haya afectado nuestra cotidianeidad y nuestra forma de relacionarnos con el entorno. La salud mental de la población se vio gravemente afectada por la incertidumbre sanitaria que mantuvo en vilo la sensación de seguridad por un periodo prolongado de tiempo y que también provocó las consecuencias económicas que persisten hasta el día de hoy.
En particular, en nuestro contexto, los datos recopilados por Duoc UC ponen de manifiesto la magnitud del problema de la salud mental de nuestros estudiantes. De la Encuesta de Inicio 2021, a partir de un set de preguntas de autopercepción respondidas por estudiantes de inicio, se desprende de forma descriptiva que cerca de un 38% de los encuestados presentan síntomas leves de depresión o ansiedad, un 15% presenta un nivel de síntomas moderados y entre un 7 y 10% de los estudiantes presentan síntomas más severos de depresión y ansiedad respectivamente. Hay que hacer hincapié en este segmento de estudiantes debido a que, sumado a las complicaciones emocionales de un periodo histórico muy volátil, los jóvenes se ven enfrentados a los cambios propios del traspaso de la educación media a la educación superior, con todas las exigencias y responsabilidades que eso implica.
Las consecuencias y problemas propios de la Pandemia aumentaron la probabilidad de presentar algún nivel de sintomatología de salud mental entre los estudiantes, y es donde hay que colocar esfuerzos en estabilizar en el periodo post-pandémico. En un estudio que realizamos en la Dirección de Estudios y Progresión Estudiantil de Duoc UC, utilizando los mismos datos de la Encuesta de Inicio 2021, encontramos que estudiantes que no contaban con un espacio adecuado para estudiar en la casa durante las cuarentenas, los estudiantes que tuvieron caídas de ingreso o que tenían familiares enfermos durante la pandemia, tuvieron una mayor probabilidad de presentar síntomas elevados de depresión o ansiedad.
También se identificó cuáles son las características sociodemográficas que tienen más incidencia en la probabilidad de presentar algún nivel de síntomas. En particular, encontramos que el género tiene un rol relevante, donde los resultados evidencian que las mujeres tienen más probabilidad de presentar algún nivel de síntoma de depresión o ansiedad. Así mismo, los resultados muestran que contar con menor edad, tener algún tipo de discapacidad o ser de nacionalidad chilena (en comparación a un estudiante extranjero) también tienen mayores probabilidades de presentar afecciones de salud mental.
Para finalizar esta caracterización, una conclusión relevante de la investigación dice relación con los estudiantes que son responsables de menores de edad y que son jefes de hogar, los cuales mostraron, contrario a lo esperado, menores probabilidades de presentar algún nivel de sintomatología de depresión o ansiedad. Parte importante de este resultado se podría atribuir a la resiliencia de asumir un nivel de responsabilidades mayor a otros estudiantes, y que, pese a tener mayores limitaciones de tiempo, logran sobreponerse y experimentar menores síntomas de problemas de salud mental.
Dentro del contexto educativo, es esperable que los problemas de salud mental tengan repercusiones en el desempeño académico. En particular, la depresión y la ansiedad dificultan el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Esto debido a que la depresión afecta el estado de ánimo de la persona, interfiriendo en su vida diaria con sentimientos de tristeza, ira o frustración, además de alterar la interpretación de la realidad. Mientras que la ansiedad genera un estado de tensión vinculado al miedo o al estrés, provocando una sensación de inquietud. Estos problemas influyen en la concentración y la motivación para rendir de forma óptima en las obligaciones académicas y formativas.
Con ello, los resultados de estudio mencionado evidencian que mientras más alto el nivel de síntomas, mayor es el efecto negativo sobre las notas. Si tomamos los promedios ponderados semestrales de los alumnos de inicio, y comparamos un alumno con síntomas de ansiedad o depresión con un alumno sin síntomas, tenemos que los primeros obtienen peor rendimiento que los segundos. Las estimaciones dan cuenta de que, a mayor sintomatología, mayores consecuencias en el rendimiento de los estudiantes. Y respecto a la deserción las conclusiones alarmantes siguen la misma tónica. Sin embargo, los síntomas, ya sean de depresión o de ansiedad, no afectan de igual manera el rendimiento de todos y debemos estar siempre atentos a aquello que no vemos en nuestros alumnos y alumnas, desde un punto de vista institucional y docente.
Por otra parte, es importante hacer la distinción entre factores que aumentan la probabilidad de presentar mala salud mental, de los factores que afectan el rendimiento dentro del grupo que presenta una mala salud mental. Por ejemplo, nuestros datos sugieren que estudiantes de género femenino tienen más probabilidad de presentar altos síntomas de salud mental afectada, pero cuando se compara con los hombres (dentro del grupo de mala salud mental), las mujeres obtienen un mejor rendimiento académico. Esto indica que, a pesar de tener mayores síntomas de mala salud mental, esto no influye en su rendimiento, superando académicamente a los hombres.
La magnitud del problema es relevante no solo desde la idea de mejorar indicadores institucionales de desempeño académico. Desde la perspectiva de los estudiantes, en la encuesta de vida estudiantil, se manifiesta la relevancia que tiene para ellos el reforzamiento en la atención psicológica. Han manifestado el interés en el aumento de charlas motivacionales, y generar instancias de seguimiento a los estudiantes que solicitan ayuda. Además de creación de iniciativas, tales como, foros de ayuda y de atención a los reclamos. Desde el punto de vista de mejorar el bienestar general, debemos prestar atención a estos problemas.
En virtud de lo anterior, destaco la relevancia de enfocar la atención hacia los grupos más propensos a experimentar problemas de salud mental, así como atender las consecuencias académicas que estos problemas pueden generar. Como evidencian los datos, es necesario conocer la manera en que afecta la sintomatología de salud mental a los distintos grupos, y que consecuencias sociales y académicas pueden conllevar, para así enfocar los esfuerzos y estrategias en esas necesidades. Diversos estudios avalan la necesidad de que las instituciones educativas, los docentes y los padres se enfoquen en el desarrollo de servicios psicológicos y programas de manejo de estos problemas para que los estudiantes alcancen un buen nivel de bienestar y de éxito académico.
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