18 de Mayo, 2025

Inteligencia artificial en educación: nuevos desafíos para el rol docente

José Alarcón Lizama

José Alarcón Lizama

Docente de Emprendimiento e Innovación en la sede San Joaquín de Duoc UC

7 minutos de lectura

Es un domingo cualquiera. Son las 21:35 horas y aún quedan catorce trabajos por revisar, una evaluación por corregir y clases programadas para las 8:30 de la mañana del lunes. Esta situación es lo más común para quienes hacemos docencia y nos preparamos para enfrentar una semana que tiene clases teóricas, pero también clases prácticas.

Actualmente, y cada vez con más frecuencia, aparecen herramientas que nos permiten dar cierto alivio a la hora de programar y revisar semanalmente. Si bien estos recursos tecnológicos no constituyen soluciones milagrosas, permiten optimizar ciertos procesos docentes.

Desde hace décadas, el cine ha explorado los alcances de la inteligencia artificial, anticipando escenarios de conflicto entre humanos y máquinas. Películas como Terminator (1984), Matrix (1999) o 2001: Una odisea del espacio (1968), con el icónico computador HAL 9000, ya planteaban inquietudes en torno a los riesgos y dilemas que podría implicar el desarrollo de estas tecnologías.

Sin embargo, esta percepción ha evolucionado, transitando desde la ciencia ficción hacia aplicaciones concretas en contextos educativos y luego a los grupos de WhatsApp en los que estamos insertos como docentes. Pasamos de un mundo en donde solamente se podía crear con tecnología o con efectos para el cine a capacitaciones, charlas, plataformas e incluso a nuestras propias herramientas de trabajo.

Inteligencia artificial: ¿complemento pedagógico o sustituto docente?

Con la aparición de ChatGPT surgieron diversos temores en la sociedad: la posibilidad de ser reemplazados, la idea de una transformación radical en los entornos laborales e incluso la desaparición de ciertos empleos. En el ámbito educativo, muchos docentes comenzaron a experimentar una inquietud particular: ¿la inteligencia artificial viene a reemplazarnos? Frente a este escenario, quizá la actitud más constructiva sea replantear la pregunta y enfocarla en los desafíos y oportunidades actuales: ¿cómo puede la inteligencia artificial ayudarnos a enseñar mejor, sin desplazarnos del proceso educativo? Por ahora, la respuesta no pasa por un reemplazo. Creo que debe pasar por un apoyo que se nos puede dar de tres formas concretas:

  • Aliviar la carga operativa.
  • Ordenar la información que tenemos disponible.
  • Permitir que el tiempo docente se invierta donde corresponde.

Como docentes tenemos un trabajo que es visible en el día a día. Asistimos a clases, interactuamos con los estudiantes, realizamos y revisamos evaluaciones. Pero hay un trabajo detrás de escena que no es visible: planificar, corregir, ajustar cosas de última hora, crear informes, revisar las rúbricas de las evaluaciones o hacer retroalimentaciones. Es en este punto donde, posiblemente, la inteligencia artificial puede ofrecer un valioso apoyo.

Este tipo de apoyo en tareas no visibles puede contribuir a reducir el desgaste profesional del cuerpo docente. Por ejemplo, una herramienta que nos ayude a redactar una rúbrica base y luego ajustarla a nuestro propio criterio; que nos haga sugerencias de preguntas para alguna prueba de alternativas y asignar indicaciones específicas para cada caso; o que proponga ejemplos para desarrollar alguna actividad en clases. Por lo tanto, no es una herramienta que reemplace al docente, sino que más bien lo apoya, acelera o incluso nos da un primer borrador. El simple hecho de hacer eso puede significar horas ganadas en semanas de alta carga, lo que nos puede permitir disponer de más tiempo para apoyar a los estudiantes o preparar una mejor clase.

Del dato a la decisión: cómo la IA apoya la intervención pedagógica

Todo lo que tenemos de manera digital genera muchos datos. La asistencia, los envíos de trabajos, incluso alguna encuesta que se pueda aplicar genera información valiosa. El análisis de datos apoya entonces la labor que tenemos como docentes a la hora de mejorar nuestras clases. Herramientas de inteligencia artificial nos permiten analizar esos datos con mayor rapidez.

Es posible detectar patrones de estudiantes con baja participación, algunas tendencias sobre rendimiento o identificar modelos de respuesta comunes en ciertas evaluaciones. Esta rápida capacidad de análisis puede dar lugar a que, como institución o como docentes intervengamos de forma más oportuna y pertinente, evitando que se genere un problema a gran escala. En este sentido, la inteligencia artificial contribuye a agilizar el análisis y a anticipar ciertas situaciones. En otras palabras, su uso no reemplaza la decisión pedagógica, sino que la fortalece.

El tiempo nunca alcanza

Toda persona que enseña lo sabe. Por eso debemos aprovechar el uso de esta herramienta para recuperar ese espacio que muchas veces no teníamos: el de acompañar, escuchar y ajustar decisiones en función del grupo. Por lo tanto, la lógica no es “resistirse” al cambio, sino más bien “adoptarlo” para volver a una relación más cercana con los estudiantes.

El rol docente en la transformación digital educativa

Si tenemos dentro de los objetivos estratégicos el compromiso con la innovación y la transformación digital, debemos asegurar que la experiencia formativa de los estudiantes se relacione con eso, se conecte con el mundo laboral y, por lo tanto, diseñe nuevas formas de aprender. En ese mismo contexto, la inteligencia artificial ocupa un lugar cada vez más relevante dentro de un ecosistema orientado al apoyo de la labor docente. Su propósito no es reemplazar, sino mejorar el “cómo” enseñamos.

Por lo tanto, el uso inteligente y pertinente de estas tecnologías puede reducir una brecha donde el docente accede a mejores recursos, datos más claros y menos desgaste. Así, mejoramos la experiencia de enseñanza-aprendizaje desde la práctica concreta.

Hay barreras que no podemos ignorar

Por supuesto que no todo es simple, especialmente cuando hablamos de tecnologías. Una gran barrera es que hay docentes que no se sienten cómodos usando estas herramientas. Otra barrera es la ética: El uso excesivo o sin una adecuada orientación pedagógica de la inteligencia artificial por parte de los estudiantes podría dificultar el desarrollo de aprendizajes profundos, si no se integra de manera crítica al proceso formativo.

Por eso debemos centrarnos en la formación docente. No solo se trata de aprender a usar plataformas, sino también de entender los límites y posibilidades de cada uno de los modelos que están apareciendo hoy en día y que los estudiantes ya tienen en la palma de su mano.

El uso responsable, consciente y con una intención pedagógica clara de estas herramientas es lo que permite acortar la brecha entre los estudiantes y nosotros como docentes. De este modo, comprendemos que el verdadero desafío no es solo tecnológico, sino fundamentalmente cultural.

La IA está produciendo un cambio en la educación a gran escala: en minutos ganados, en tareas que ya no hay que repetir desde cero, en datos que antes no se analizaban, en espacio mental que ahora puede volver a ocuparse en lo pedagógico y no en lo operativo.

En definitiva, la inteligencia artificial debe entenderse como un recurso complementario que fortalece la labor pedagógica, no como un sustituto de la figura docente.

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