¿Quién se iba a imaginar todo lo que tendríamos que vivir este año? ¿Quién se imaginó que de la noche a la mañana, tendríamos que cambiar todas nuestras rutinas? De que este año ha sido diferente, eso no hay quien lo dude. La pandemia nos ha obligado a reorganizarnos en nuestro día a día. Y mi mundo no estuvo ajeno a eso.
Mi vida familiar cambió. Vivo el encierro con mi hija, quien tuvo que acostumbrarse a esta nueva forma de “ir a clases”. No puedo visitar a mis amigos, no puedo recibir en casa a las personas que amo. El cómo me contacto con ellos, también cambió.
Hoy las plataformas comunicacionales son nuestros aliados para no perder vínculo con nuestros seres queridos. Mi vida laboral también cambió. Desde hace 10 años me desempeño como docente en la Escuela de Administración y Negocios, específicamente en las carreras de Comercio Exterior y Logística de la sede Plaza Vespucio. Tiempo en que, sin lugar a duda, he vivido muchos cambios y a los cuales he tenido que adaptarme.
Me alimenta el alma entrar a la sala y comenzar a trabajar con los alumnos; compartir, reír, incluso enojarme con ellos. Y digo me “alimenta el alma”, pues hoy, a pesar de no poder reunirnos en nuestra sede Plaza Vespucio, entrar a la sala virtual y poder trabajar con ellos, escucharlos y reírme, es lo que me motiva a diario a seguir el camino de la docencia que yo escogí.
No puedo decir que ha sido fácil. Sin darme cuenta las sillas, las mesas y el pizarrón cambiaron por un escritorio y un computador. Entendí rápidamente que por medio del uso de la tecnología, trabajaría con mis alumnos ¡Gran desafío!
Me he preguntado y me sigo preguntando ¿cómo hacer una buena clase remota? Convencida estoy que no basta con solo entregar los contenidos de manera correcta. Es necesario ponerse en el lugar de lo que están viviendo nuestros alumnos, entender sus penas, sus miedos, sus alegrías. Para mí, la clave está en empatizar, comprender y escuchar a los estudiantes. No podemos olvidar que a ellos también les cambió la manera de vivir. Muchos han padecido el COVID- 19; otros han visto partir a un ser querido; no pocos han tenido que salir a trabajar con todos los miedos que eso implica. No puedo hacer “oído sordo” cuando un alumno me manda una foto de un trabajo escrito a mano, pues no tiene un computador para poder escribir lo solicitado.
La “escucha activa” ha sido mi gran aliado. Quizás no puedo resolver sus problemas, pero entregarles 5 minutos para que puedan desahogar sus penas y alegrías, no es obstáculo para poder entregar la totalidad de los contenidos. Mis clases se inician con un saludo individual a cada uno de ellos, pregunto por los que están ausentes, por sus papás, sus hijos, incluso por sus mascotas, pues ya tengo identificado alumnos cuyas mascotas son muy significativas. El avance de las semanas nos ha permitido crear una sala donde trabajamos cómodos y en confianza. Les abrazo en la virtualidad y les exijo que se cuiden mucho, que quiero verlos en la clase siguiente.
Siempre he tenido alumnos que, por diversas razones, deben insertarse en el mundo laboral. Pero me impresiona la cantidad de estudiantes que este año han debido comenzar a trabajar, pues sus familias se han visto muy afectadas por los efectos económicos que está dejando la pandemia en nuestro país. Muchos me lo han planteado, hemos conversado que es difícil, pero entienden que con su esfuerzo y conversando los problemas, pueden aprobar sus asignaturas.
Las clases asincrónicas han permitido que un número significativo no reprueben por inasistencia, pero es frecuente que no puedan cumplir con actividades formativas o sumativas en las fechas establecidas.
Soy una convencida que es el minuto de flexibilizar. Los tiempos deben respetarse, los lineamientos deben cumplirse, pero también es cierto que hay factores externos que les impide cumplir como a ellos les gustaría. Se debe buscar el equilibrio. Nadie dice que es fácil, puede incluso significar un trabajo adicional, pero no es menos cierto, que me alegra saber que, con el pequeño apoyo entregado, ese alumno pudo cumplir con lo solicitado.
Han sido tiempos difíciles, muchas veces lo hemos escuchado, pero he tratado de aprovechar al máximo las instancias de apoyo y aprendizaje que nos han entregado a los docentes. He participado de conversatorios, instancia en la cual, siempre se aprende. No he podido asistir a la totalidad de los webinars que se han dictado, pero de los que he participado, siempre he podido obtener herramientas para realizar mejor mi trabajo.
Este 2020 ha sido un año diferente, no solo por lo pandemia, sino porque inicié el año académico con un nuevo desafío profesional y un nuevo rol en la Institución. Desde la Unidad de Apoyo Pedagógico (UAP) me propusieron ser la Asesora en el Ambiente Virtual de Aprendizajes (AVA) de la sede Plaza Vespucio. Lo anteriormente mencionado, para mi representa una posibilidad de aportar a la educación desde otra vereda, cooperar para que mis pares puedan realizar la entrega de contenidos, empleando nuestra plataforma Collaborate de manera eficiente. Además de apoyar desde la UAP al nuevo Modelo Instruccional, orientando y fortaleciendo el uso efectivo de la plataforma AVA.
Me fortalece cuando veo que puedo apoyar, aclarar dudas y así aliviar el estrés, que a muchos les significa el uso de herramientas tecnológicas. Pero también me queda mucho por aprender, me motiva el darme cuenta de que puedo desarrollar habilidades que desconocía y así poder apoyar para que los profesores de mi Sede puedan realizar sus clases remotas de la mejor manera posible.
Vivimos tiempos difíciles, de incertidumbre, de reflexionar sobre lo que queremos. Segura estoy que mi camino es la educación, es aquí donde quiero estar. Doy gracias a Dios por permitirme desarrollar mi vocación en Duoc UC.
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