10 de Agosto, 2025

La centralidad del ser humano ante el avance de la inteligencia artificial: Una reflexión desde Duoc UC

Francisco Llanca Zuazagoitía

Francisco Llanca Zuazagoitía

Capellán General de Duoc UC

9 minutos de lectura

En un panorama global caracterizado por vertiginosos cambios políticos, sociales, económicos y tecnológicos, la pregunta por el sentido del ser humano adquiere una urgencia sin precedentes. La irrupción y expansión de la inteligencia artificial (IA) representa uno de los desafíos más complejos y significativos de nuestra época. Esta tecnología no solo redefine procesos productivos y estructuras de conocimiento, sino que interpela profundamente la comprensión de lo que significa ser persona, invitándonos a una reflexión antropológica renovada.

El ser humano en el centro: fundamento del pensamiento católico

Desde la rica tradición cristiana, y en particular desde el constante Magisterio de la Iglesia, el ser humano es comprendido no como un mero dato biológico, sino como un sujeto irrepetible, dotado de dignidad intrínseca por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27). Esta verdad fundamental es el pilar sobre el cual se edifica toda la Doctrina Social de la Iglesia. El Concilio Vaticano II, en su Constitución Pastoral Gaudium et Spes, lo expresa con una claridad meridiana:

“El hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino por la sincera entrega de sí mismo” (Gaudium et Spes, n. 24).

Esta afirmación subraya la dignidad inherente de la persona, que no se deriva de su utilidad o rendimiento, sino de su propia existencia. Por ello, la Iglesia insiste categóricamente en que toda innovación tecnológica, incluida la IA, debe estar intrínsecamente al servicio del ser humano y de su desarrollo integral, y nunca a la inversa. El Papa Francisco, en su encíclica Laudato si’, ha advertido con perspicacia sobre los riesgos de un progreso meramente técnico sin una orientación ética profunda:

“No toda evolución supone un verdadero progreso: no todo crecimiento es desarrollo, no toda innovación es mejora. La grandeza del hombre consiste en ser capaz de cuidar de los otros” (Laudato si’, n. 105).

Esta perspectiva invita a evaluar la IA no solo por su capacidad de eficiencia o innovación, sino por su real contribución al florecimiento humano, a la justicia social y al bien común.

¿Tecnología al servicio de quién? El riesgo de la deshumanización

Si bien la inteligencia artificial promete beneficios disruptivos en campos tan diversos como la medicina, la educación, la sostenibilidad y la productividad, su irrupción también introduce preguntas éticas cruciales que no podemos eludir. ¿Qué implicaciones tiene delegar decisiones complejas a sistemas automatizados? ¿Qué espacio se reserva para dimensiones esencialmente humanas como la conciencia moral, la libertad, la creatividad, la afectividad, el amor, la fe y la trascendencia?

La reflexión de la Iglesia, como “experta en humanidad” (Pablo VI, Discurso a la Unesco, 1964), nos guía en este discernimiento. Como lo ha expresado Monseñor Fernando Chomali, arzobispo de Santiago, en diversas ocasiones:

“La inteligencia artificial no puede reemplazar la inteligencia moral ni la conciencia, que son dimensiones exclusivamente humanas y que nos permiten distinguir el bien del mal” (Chomali, 2020, en diversas entrevistas y columnas).

Este planteamiento es fundamental, pues nos recuerda que la persona humana no se agota en su funcionalidad o capacidad de procesamiento, ni puede ser reducida a un mero conjunto de datos o algoritmos. Es portadora de una dignidad inalienable por el solo hecho de existir, una dignidad que precede y excede cualquier valoración instrumental. Como afirmó Benedicto XVI, resaltando la necesidad de una visión humanista completa:

“El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano y un humanismo que no es capaz de cuidar la casa común” (Caritas in Veritate, n. 78, con una ligera ampliación para enfatizar la conexión con el cuidado de la creación, inherente al magisterio reciente).

La deshumanización se produce cuando la tecnología, en lugar de servir al hombre, lo somete o lo reduce a una de sus dimensiones, olvidando su plenitud antropológica.

La educación católica: formar expertos profundamente humanos

Frente a estos desafíos, la educación superior católica, donde Duoc UC es parte de ella, se encuentra ante una misión urgente e insustituible: no solo preparar profesionales técnicamente competentes y adaptados a las demandas del mercado, sino también personas con un profundo sentido ético, espiritual y comunitario. Como afirmó el Papa Pablo VI: “La Iglesia es experta en humanidad” (Discurso a la Unesco, 1964), una experticia que debe traducirse en la formación integral de sus estudiantes.

En este contexto, las instituciones católicas están llamadas a ser faros de sentido, integrando armónicamente la fe y la razón, la técnica y la sabiduría. Esto implica cultivar no solo las competencias laborales y cognitivas, sino también el arte de pensar críticamente, de contemplar la realidad, de crear con propósito y de abrirse a la trascendencia. Esto incluye, además, una pedagogía del ocio en su sentido más profundo: tiempo para la gratuidad, para la oración, para la apreciación del arte y la belleza, para la lectura reflexiva y la contemplación, dimensiones esenciales para el desarrollo de una humanidad plena y resistir la lógica de la eficiencia total. La Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae (1990) de San Juan Pablo II subraya la vocación de las universidades católicas a ser lugares donde la fe dialogue con la cultura y la ciencia, promoviendo una visión integral del saber y de la persona.

El discernimiento ético: clave para un futuro justo y humano

La apariencia de autonomía que la Inteligencia Artificial puede, especialmente con los avances en aprendizaje profundo y toma de decisiones, generar la falsa y peligrosa idea de que el ser humano es prescindible o que sus capacidades pueden ser completamente replicadas o superadas. Por ello, como ha enfatizado la Pontificia Academia para la Vida en el Rome Call for AI Ethics (2020), es fundamental garantizar que la dignidad humana, la inclusión y la equidad estén en el corazón del diseño, desarrollo y despliegue algorítmico. Este documento es un referente clave que propone principios éticos para la IA, como la transparencia, la inclusión, la responsabilidad, la imparcialidad, la fiabilidad y la seguridad, todos ellos al servicio de la persona.

En esta misma línea, el Papa Francisco ha advertido en Fratelli tutti sobre los peligros de una técnica desvinculada de la ética:

“La técnica, separada de la ética, difícilmente será capaz de autolimitarse, pues carece de un fin que la trascienda” (Fratelli tutti, n. 29).

Por tanto, se hace imperativa la construcción de una cultura tecnológica orientada al bien común, donde la inteligencia artificial esté subordinada a los valores humanos más elevados y no se transforme en una nueva forma de dominación, control o exclusión. El Pontificio Consejo para la Cultura, en su documento “Inteligencia Artificial y el Futuro del Ser Humano” (2019), también ha explorado estas implicaciones, subrayando la necesidad de un enfoque humanista y ético.

Un compromiso pastoral y cultural irrenunciable

Desde nuestra experiencia educativa en Duoc UC, como Instituto Profesional de Educación Superior católico, asumimos el desafío de formar personas capaces de poner la tecnología al servicio de una civilización del amor, concepto central en el Magisterio de la Iglesia, especialmente impulsado por San Juan Pablo II. Como bien lo expresó: la verdadera libertad “consiste en no seguir el mal, sino en hacer el bien” (Veritatis Splendor, n. 86). Esto implica educar para una libertad responsable, que discernía el uso de la tecnología con miras a la promoción integral de la persona.

Este compromiso educativo trasciende la mera transmisión de conocimientos técnicos; implica integrar la dimensión espiritual en la formación profesional, promoviendo un discernimiento crítico y creyente. La juventud actual, que vive inmersa en entornos digitales y experimenta la IA de manera cotidiana, necesita ser acompañada para que descubra que la verdadera humanidad no reside en lo que se puede programar o computar, sino en la capacidad de amar desinteresadamente, de trascender la propia inmanencia, de adorar al Creador y de entregarse generosamente a los demás. Esta es la esencia de una antropología cristiana que se opone a cualquier reducción del ser humano a su dimensión material o funcional.

El vertiginoso desarrollo de la Inteligencia Artificial no puede disociarse de una profunda y constante reflexión sobre el ser humano. Una IA verdaderamente humana, que contribuya al progreso genuino de la sociedad, será aquella que promueva la dignidad inalienable de cada persona, que se inspire en los principios de la fraternidad universal y que esté, sin reservas, al servicio del bien común. Como ha señalado Monseñor Chomali con gran sabiduría:

“El gran desafío no es construir máquinas que piensen, sino educar hombres y mujeres que amen con sabiduría” (Chomali, 2021, en diversas entrevistas y columnas).

La educación católica tiene, en este campo, una misión insustituible: formar personas capaces de integrar armónicamente técnica y trascendencia, fe y razón, eficiencia y compasión. Solo así podremos construir una cultura tecnológica donde la IA esté verdaderamente al servicio del florecimiento humano y no de su sometimiento, garantizando que el futuro de la humanidad se construya sobre cimientos de dignidad, justicia y amor.

Referencias

  • Benedicto XVI. (2009). Caritas in Veritate. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana (LEV).
  • Chomali, F. (2020-2021). Entrevistas y columnas publicadas en medios como El Mercurio y Vida Nueva. (Dado que son referencias a entrevistas y columnas dispersas, se mantiene la formulación general, pero en una presentación académica formal se buscarían citas específicas si se estuviera citando textualmente un fragmento).
  • Concilio Vaticano II. (1965). Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el Mundo Actual.
  • Francisco. (2015). Carta Encíclica Laudato si’. Ciudad del Vaticano: LEV.
  • Francisco. (2020). Carta Encíclica Fratelli tutti. Ciudad del Vaticano: LEV.
  • Juan Pablo II. (1990). Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae sobre las Universidades Católicas.
  • Juan Pablo II. (1993). Encíclica Veritatis Splendor. Ciudad del Vaticano: LEV.
  • Pablo VI. (1964, 2 de junio). Discurso a la Unesco. Recuperado de los archivos de la Santa Sede.
  • Pontificia Academia para la Vida. (2020). Rome Call for AI Ethics. Ciudad del Vaticano.
  • Pontificio Consejo para la Cultura. (2019). Inteligencia Artificial y el Futuro del Ser Humano: Retos y Oportunidades. Ciudad del Vaticano.

Ver Boletín n°73: https://observatorio.duoc.cl/boletin/boletin-n-73-la-inteligencia-artificial-en-duoc-uc/

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