Para una institución de Educación Superior Técnico Profesional, a las que se las suele asociar casi exclusivamente con el propósito de ser proveedora de personal calificado para el trabajo, podría bastar para darse por satisfecho con comprobar que se entregan algo más de 20.000 titulados cada año y que los niveles de empleabilidad medidos se enmarcan en los parámetros proyectados. Pero, en nuestro caso, ¿habríamos alcanzado con ello realmente lo que nuestra identidad, nuestro Proyecto Educativo, nos demandan?
En nuestra opinión, es en la respuesta donde se juega la calidad institucional: en la consecuencia entre lo que decimos que haremos y lo que en definitiva se termina haciendo. Sentirnos felices por lo que dicen los indicadores como el mencionado -dado lo que requiere para ser alcanzado lo que es sin duda un indudable logro- nos podría bastar para hacer el check. Creemos, por el contrario, que es preciso no quitar los ojos de los lineamientos que el Proyecto Educativo de la institución nos exige. En él, se nos mandata a contribuir al mejoramiento de nuestra sociedad aportando buenos ciudadanos, con profesionales que no solo sean aptos en lo disciplinar, sino que también sean personas de bien. Nuestro propósito dice de manera precisa y unívoca: “Formamos personas para una sociedad mejor”.
Hace tiempo ya, al comienzo de los años 2000, luego de haber tomado la decisión de incorporar el enfoque por competencias, se inició un gran esfuerzo por ajustar a nuestra realidad dicho modelo, con asesoría australiana, se definió una metodología propia para levantar los perfiles de egreso por competencias. Junto con ello se entregaron muchas horas de capacitación para que todos los miembros de la organización se pusieran a tono y la comprensión y el lenguaje sobre el enfoque señalado fuera transversal. Todas las personas que trabajaban en nuestra institución conocían el léxico asociado a dicho enfoque. Por esa época ya habíamos dado un paso notable con la digitalización de una enorme cantidad de asignaturas en un LMS muy rudimentario -como todo lo digital de esa época- el Topclass. Existía en cada sede un área dedicada a apoyar a los docentes en ese desafío las llamadas UTED. Es decir, siempre ha existido en el alma institucional esa propensión a buscar cómo innovar, cómo ir más allá de lo mínimo, un llamado a mejorar cada día y a procurar que nuestros estudiantes no solo sean profesionales y técnicos competentes, sino que sean también buenas personas. A este esfuerzo le hemos llamado “Formación Integral”.
Uno de los mayores problemas que se presentó en aquellos años fue el diseño instruccional: que los docentes fueran fieles representantes de lo que Duoc UC había definido dentro del aula. En ese entonces comenzó a fraguarse el modelo “Clase a Clase” precursor de la actual Maleta Didáctica. Se esperaba que, con ese instrumento, cada docente supiera qué hacer en cada clase, cuáles eran los requisitos que el estudiante debía cumplir para que iniciara esa clase y cuáles eran los objetivos que se esperaba que alcanzara al terminar. También se pedía que se confeccionaran los protocolos para cada actividad práctica de taller o laboratorio, de manera que no dependiera de la iniciativa de cada docente, sino que se ajustara a lo que se requería y el docente podía variar el ejercicio concreto, pero no el objetivo buscado. Con ello se pretendía asegurar que lo que estaba ocurriendo dentro del aula respondiera a un encargo concreto de la institución y que en todas las sedes los estudiantes estuviesen expuestos a un proceso formativo equivalente.
Después de dos décadas de trabajo y desarrollo en el enfoque formativo basado en competencias, nos parece oportuno y desafiante ir más allá. El tiempo que vivimos es otro: la sociedad tiene demandas nuevas y formas de mediar diferentes, el mercado del trabajo ha cambiado, la tecnología, las metodologías pedagógicas, la didáctica; pero especialmente las personas, sus intereses, su visión, su expresión de libertad ha mutado, además de estar viviendo una pandemia que nos ha movido nuestro centro. Todo este contexto ha empujado a las instituciones, como las nuestras y a la educación superior en general, a reflexionar sobre su rol en la sociedad, sobre su actuar en la interlocución con los cambios que estamos viviendo. Un ejemplo: reconocer el ejercicio docente centrado en el aprendizaje en mayor medida que en la enseñanza.
Se hace urgente contar con espacios horizontales de análisis, reflexión y deliberación sobre la propia práctica docente y, claramente, es preciso hacer que los modelos de formación del docente estén vinculados a la realidad laboral; es decir, que guarden estrecha relación con los conocimientos y saberes disciplinarios. Otro aspecto de marcada importancia que nos ha dejado la experiencia vivida dice relación con la impostergable necesidad de que exista un aprendizaje permanente a lo largo de la vida profesional de nuestros docentes.
Lo que quiero dejarles como mensaje, es que el mundo que se nos viene, no en un futuro lejano, sino que “pasado mañana” requiere refrescar nuestro Método Duoc UC. Por eso es necesario actualizar el Modelo Educativo, para que, por ejemplo, podamos contar con un cuerpo docente que demuestre una sólida preparación en cuanto las materias que ha de trabajar; presente flexibilidad y adaptabilidad para interactuar con su alumnado; se esmere para que sus estudiantes aprendan; sea capaz de seleccionar diferentes estrategias de aprendizaje; se desenvuelva con acierto en el manejo tecnológico y considere que la evaluación es una información de importancia capital a la hora de tomar decisiones.
El Modelo Educativo de Duoc UC actualizado se sustenta en cuatro bases conceptuales muy relevantes: Desarrollo de capacidades y competencias (1); Programa de estudio que promueve trayectorias formativas laborales (2); Formación Integral basada en valores (3); Formación con el medio social y laboral (4). Se expresa en tres ejes de implementación: Docentes de excelencia comprometidos con la formación (a); Formación y evaluación centrada en resultados de aprendizaje (b); Experiencia de aprendizaje: metodologías contextualizadas, activas y significativas (c).
Con todo ha sido un cambio profundo respecto del paradigma que hemos sostenido hasta ahora en varios ámbitos. Uno de ellos, al que quiero dedicar unas líneas en especial, se refiere al enfoque de capacidades.
En inglés sería “Capabilities approach”, la traducción ha sido capacidades, aunque no es correcta. En Australia se le ha denominado “capabilities/attributes”[1] que parece dar mayor precisión a este concepto. No obstante, más allá del nombre lo que nos interesa es introducir la visión del desarrollo humano integral, que como se esgrime por algunos autores[2] no se contrapone, opinión que no solo compartimos sino que asumimos, al enfoque por competencias.
¿Qué buscamos con ello? El Presbítero Tomás Scherz[3] lo dice muy bien: “Por eso preocupa que se sostenga profusamente en jerga economicista que nuestros niños y jóvenes deben estudiar para transformarse en ´capital humano avanzado´”. El Modelo Educativo de Duoc UC se propone entregar a los estudiantes la posibilidad de avanzar en ser lo quieren ser, en el marco de una trayectoria formativa contextualizada. Junto con ofrecer un perfil de egreso construido en base a competencias, estructurado con resultados de aprendizaje para un efectivo AoL[4], la posibilidad de que cada estudiante se exprese con libertad, en su propia individualidad, y persiga lo que quiere ser.
La enseñanza de la ética, el desarrollo del juicio crítico, saber trabajar en equipo, colaborativamente, constituyen capacidades que cada estudiante debería poder poner en funcionamiento. En la misma idea el aprecio por la cultura, las letras, la música, la pintura, la belleza y también abrirse paso hacia un sentido de trascendencia en la que la religión podría tener su espacio. Es decir, poder ser una persona plena, no solo un trabajador competente.
Son varios los ajustes que se están incorporando al Método de Duoc UC con esta actualización del Modelo Educativo. Todos ellos deben ser conocidos y asimilados por todos los miembros de nuestra comunidad: debemos apropiarnos de este Modelo. La invitación es esa.
Termino citando un estupendo paper[5], que dice: “… las tres características de una comunidad eclesial que Benedicto XVI[6] subraya no tienen que limitarse a la tradición católica, ni siquiera a una tradición religiosa. El desarrollo humano integral puede también ser promovido a través de comunidades de aprendizaje en las cuales buscar juntos la verdad, celebrar la vida y servir a la humanidad. Quizás, antes que un marco normativo para el análisis social, el desarrollo humano integral es, en primer lugar, una manera de ser y actuar en el mundo, sobre la cual se reflexiona y teoriza después”.
[1] Sarah Holdsworth & Ian Thomas (2021) Competencies or capabilities in the Australian higher education landscape and its implications for the development and delivery of sustainability education, Higher Education Research & Development, 40:7, 1466-1481, DOI: 10.1080/07294360.2020.1830038.
[2] Lozano et Al (2012) Competencies in Higher Education: A critical analysis from the Capabilities Approach. Journal of Philosophy of Education, Vol. 46, No. 1.
[3] Scherz, T. (2021) Por una educación pública, laica y gratuita: la mirada de un ciudadano creyente. Ediciones UC.
[4] AoL Assurance of Learning. Ver https://www.aacsb.edu/insights/articles/2015/10/demystifying-assurance-of-learning-q-and-a-with-kathryn-martell#:~:text=Assurance%20of%20learning%20(AoL)%20refers,programs%20in%20which%20they%20participate.
[5] Deneulin, Séverine. 2019. “El desarrollo humano integral: una aproximación desde la tradición social católica y el enfoque de las capacidades de Amartya Sen”. Revista de Estudios Sociales 67: 74-86. https://doi.org/10.7440/res67.2019.06
[6] Cif Caritas in Veritate Benedicto XVI
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