Son variadas las concepciones y definiciones de movilidad presentes en la literatura, de allí que para el equipo de Articulación del proyecto IDU 1304, la movilidad estudiantil sea entendida como la posibilidad de transitar entre distintos niveles formativos (primario, secundario y terciario), contextos de aprendizaje (formal, no formal e informal) e instituciones educativas.
Cuadro 1: Sistemas y niveles educativos
Considerando que el desarrollo de un tránsito expedito entre los distintos niveles, contextos y sistemas, redunda en la eficiencia[1] y equidad[2] del sistema educativo (Sevilla, 2014), la generación de estrategias de movilidad se presenta como una arista de interés de la política pública y con ello para las instituciones formativas.
Entre las estrategias más utilizadas para el tránsito de estudiantes se encuentra:
– El Reconocimiento de Aprendizajes Previos (RAP) estrategia de movilidad que permite reconocer académicamente competencias que se adquieren en contextos de aprendizaje formal, no formal e informal, para incorporarlas a un proceso de aprendizaje intencionado en la institución;
– La transferencia de créditos, se refiere al traspaso de créditos obtenidos en distintos contextos de aprendizaje u otro programa de estudios;
– Acuerdos de articulación, es la estrategia movilidad a través de la articulación académica entre instituciones de educación que le permite a los estudiantes completar un programa de estudio en un menor periodo de tiempo, reconociendo los créditos académicos o reconociendo las competencias adquiridas en otros contextos educativos (formales o no formales), a través del establecimiento de convenios entre instituciones de educación que permiten la armonización de distintos currículos formativos.
En la medida en que las instituciones de educación superior sean capaces de generar estrategias que posibiliten seguir itinerarios de formación adecuados a las condiciones y necesidades de los estudiantes, mayores son las oportunidades que ellos tendrán de seleccionar una carrera que posibilite la movilidad social y con ello impactar en los niveles de equidad del país. Sin embargo, la estratificación presente en el sistema educacional chileno, con instituciones y niveles cerrados, ha hecho que cada uno de ellos se entienda en sí mismo como nivel terminal, dificultando el tránsito de los estudiantes y con ello la elección de trayectorias formativas.
Los resultados del perfil de alumno para este año entregados por la OAI nos muestran que cerca del 68% de nuestros estudiantes pertenecen a los tres primeros quintiles de ingreso y que el 63% de la matrícula de inicio corresponde a estudiantes que son primera generación en la educación superior y considerando que la educación superior es un factor decisivo para el desarrollo económico y social de las naciones (García Palma, 2013, pág. 62). Sabemos que tenemos el gran desafío de generar nuevas oportunidades de acceso para que la población más vulnerable de nuestro país se integre en la educación superior, y para que esto ocurra, es indispensable que las instituciones educativas avancen hacia más y mejores estrategias de movilidad estudiantil, que permitan hacer realidad el aprendizaje a lo largo de la vida presente en nuestro modelo educativo.
0