11 de Mayo, 2025

Experiencias en aula con Inteligencias Artificiales: un acercamiento desde la innovación para abordar los desafíos del mañana desde una perspectiva humanizadora.

Francisco Olivares Tolmo

Francisco Olivares Tolmo

Docente de Innovación y Emprendimiento de la sede Antonio Varas de Duoc UC.

6 minutos de lectura

En un mundo donde los límites entre lo físico y lo digital son cada vez más oblicuos, la educación enfrenta un desafío difícil de eludir. Particularmente en el ámbito de Innovación y Emprendimiento, hemos constatado que diseñar experiencias de aprendizaje desde modelos rígidos, poco dinámicos o desconectados de la realidad, no sólo resulta insuficiente y frustrante para el estudiante, sino que contradice las dinámicas actuales del trabajo profesional. La realidad que enfrentan nuestros estudiantes ya no está “afuera” de las salas de clase: se manifiesta en cada interacción, en cada proyecto formativo, en cada momento.

La pregunta que nos guía ha dejado de ser cómo transmitir contenidos útiles para la industria. La cuestión central hoy es cómo podemos generar experiencias de aprendizaje que permitan al estudiantado involucrarse de manera crítica con el conocimiento específico de cada disciplina. En este contexto, las inteligencias artificiales (IA) no deben entenderse como herramientas externas, sino como actores pedagógicos que permiten simular escenarios reales, analizar datos complejos y, paradójicamente, revalorizar la agencia humana en el proceso educativo.

En este sentido, el perfil educativo que distingue a nuestra institución adquiere una relevancia particular con coordenadas muy precisas, al estar vinculado directamente con la industria mediante experiencias prácticas. Nuestro estudiantado no sólo busca comprender teorías, sino que espera aplicarlas en contextos concretos. Por ello, las metodologías ágiles y los marcos de trabajo colaborativo ya no son un complemento, sino una herramienta esencial para la empleabilidad. En este escenario, la IA actúa como un agente que acelera y profundiza el aprendizaje, generando impactos concretos en el entorno profesional.

A modo de ejemplo, en Innovación y Emprendimiento hemos comenzado a implementar paulatinamente simuladores empresariales basados en inteligencias artificiales. Esto permite que el estudiantado analice datos, valide sus propuestas y tome decisiones informadas. Actividades que anteriormente requerían semanas de investigación y coordinación, hoy se resuelven en cuestión de horas, liberando tiempo para el análisis crítico y el desarrollo creativo. En este marco, la IA no reemplaza la labor humana, sino que amplía su alcance y profundidad.

Desde otra perspectiva, uno de los aportes más valiosos de la IA en contextos educativos es que releva y fortalece el valor del factor humano. Habilidades como la colaboración, la adaptabilidad, el pensamiento crítico y el diálogo constructivo no sólo se mantienen vigentes, sino que se vuelven imprescindibles. En un mundo mediado por tecnologías inteligentes, formar profesionales éticos, conscientes y reflexivos es parte irrenunciable de nuestra labor docente.

Del mismo modo, este llamado a una tecnología con sentido ético ha sido recogida por Su Santidad el Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, donde subraya que la tecnología debe estar al servicio del bien común y nunca de la exclusión. Como docentes, nos corresponde entonces traducir esa visión a nuestras salas: no basta con enseñar a usar herramientas digitales; debemos formar personas capaces de conocerlas y ponerlas al servicio de la equidad, la justicia y la sostenibilidad, sin dejar de lado la subjetividad ni la dimensión crítica de cada estudiante.

Por otra parte, frente a la creencia de que la IA reemplazará valores humanos esenciales, la experiencia nos muestra lo contrario. Su integración en contextos formativos exitosos y bien diseñados fortalece la colaboración, la apertura al error, el juicio crítico y la conexión con el entorno. Estas competencias son las que permitirán a las y los estudiantes desenvolverse con pertinencia en escenarios profesionales cada vez más cambiantes y complejos.

Ahora bien, es comprensible que existan resistencias frente al uso de inteligencias artificiales en entornos educativos. El temor a que estas herramientas reemplacen capacidades humanas esenciales está presente. Sin embargo, más que evitar la inquietud, debemos asumirla como parte del proceso y una invitación amable a la innovación pedagógica. Nos corresponde diseñar entornos de aprendizaje donde las plataformas digitales no reemplacen, sino complementen el vínculo con el conocimiento y con los demás.

En esta línea, hemos optado por integrar las inteligencias artificiales como un colaborador exigente. En el curso “Innovación en procesos “, por ejemplo, los equipos deben someter sus propuestas a la validación de análisis generados por inteligencias artificiales, y luego defender sus decisiones ante “el cliente”. Este proceso refuerza el juicio crítico y permite evaluar el razonamiento más que la respuesta final.

En efecto, el diseño de evaluaciones centradas en el proceso ―y no sólo en los resultados― permite que la inteligencia artificial funcione como un espejo que desafía en gran medida el criterio profesional del estudiante. El rol del docente se centra entonces en formular las preguntas adecuadas, en los momentos clave del proceso formativo.

Como resultado, he podido observar cómo estas herramientas no solo optimizan procesos, sino que revelan capacidades humanas en su totalidad: la empatía para comprender problemas reales, la creatividad para imaginar soluciones y la audacia para implementarlas. La inteligencia artificial no es un atajo, sino una compañera de ruta que exige más rigurosidad, más ética y más compromiso con el propósito de educar y aprender.

Finalmente, cuando la subjetividad del estudiantado se incorpora activamente en el proceso educativo emergen productos de alto valor transformador. Así ha ocurrido en experiencias como en los torneos InnovaSostenible o All-In Chile, donde estudiantes de distintas sedes han desarrollado soluciones innovadoras para desafíos reales, muchas de las cuales fueron concebidas y modeladas en los cursos de Innovación. En estos espacios, el uso de IA permite redirigir el esfuerzo docente desde tareas repetitivas hacia el acompañamiento formativo, lo cual fortalece un aprendizaje verdaderamente significativo: aquel que transforma tanto a quien aprende como a quien enseña.

Acortar las brechas entre la educación e industria no es sólo un objetivo institucional: es una necesidad urgente. La industria ya no busca perfiles técnicos aislados, sino personas capaces de interactuar con sistemas inteligentes, tomar decisiones basadas en datos y actuar con criterio ante entornos cambiantes. Como comunidad educativa, tenemos el deber de

preparar al estudiantado para este nuevo escenario, sin perder de vista el horizonte humanizador de nuestra labor. Las IA pueden ser grandes aliadas si las integramos desde una pedagogía crítica, ética y comprometida con un proyecto común de sociedad. En Duoc UC, ya hemos comenzado ese camino, y la experiencia lo demuestra: incorporar inteligencias artificiales, como actores pedagógicos no solo viable, sino imprescindible.

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2 comentarios

  • Ricardo Ceballos Concha

    Dicho así, con esas expresiones, parece amigable, sin embargo encierran juicios negativos a otras perspectivas ej: "hemos constatado que diseñar experiencias de aprendizaje desde modelos rígidos, poco dinámicos o desconectados de la realidad, no sólo resulta insuficiente y frustrante para el estudiante, sino que contradice las dinámicas actuales del trabajo profesional" Una falsa dicotomía, que una mirada un poco mas reticente y de observación de profesionales docentes, pasaría a ser rígida, o desconectada de la realidad ??? Se entiende en el campo de la Innovación, de la Administración pública, incluso en las Ciencias Sociales, etc No es tan evidente en el campo de la enseñanza técnica, donde aun ciertas "Habilidades" aun se estrenan, como Un Messi que ensaya horas de hora un tiro libre, hasta que esa coordinación motriz, es resulta en milisegundos por la parte del cerebro que tiene que ver con el reflejo. Al menos mirar un poco con mas de respeto esa formación, que si viene de los tiempos de la Fabrica de los 1800, pero que también se ha ido adaptando a los controles cableados, hasta los PLC y comunicaciones. Usted aventura un juicio, en donde un alumno, en una industria metalurgica por ejemplo, es mas importante su "interacción" con IA que sus propias habilidades manuales, uso de instrumento y sacar conclusiones con los "aburridos" informes y pareciera mejor preguntar a Chapt GPT y copiar una respuesta donde mas del 80% del léxico de esa conclusión, el estudiante ni siquiera intuye que existe. Por ultimo en la dimensión ética es discutible. es indudable la ayuda de esos buscadores y la información en multimedia, pero discuto que aumente su capacidad crítica, cuando a cambio evita y repele lectura comprensiva o una conversación con retroalimentación de docentes pues en tecnología dura No cualquier respuesta da lo mismo

    Mayo 14, 2025
    | Responder
    1. Francisco Olivares

      Ricardo! Muchas gracias por tomarse el tiempo para leer la columna y compartirnos una reflexión detallada, honesta y clara. Creo que este tipo de interacciones abren más campos efectivos de discusión y crecimiento en nuestro trabajo docente.
 En ningún caso mi intensión fue descalificar modelos formativos más tradicionales ni presentarlos como opuestos en una falsa dicotomía con propuestas innovadoras. Coincido con usted en que el aprendizaje técnico, como bien ilustra con el ejemplo de Messi ensayando un tiro libre, requiere de tiempo, repetición y desarrollo de habilidades motrices y cognitivas que muchas veces no pueden ser reemplazadas por tecnologías emergentes. Es un elemento que considero como esencial, sobretodo en ámbitos donde se requiere de precisión, disciplina y “cuerpo”. Quizá la redacción de la columna peca de ser provocadora al intentar abrir una conversación sobre cómo podemos seguir adaptando nuestras metodologías para responder oportunamente a los desafíos que hoy portan los entornos profesionales; la rápida transformación es innegable pero esto no significa renunciar a prácticas tremendamente valiosas y que no pierden vigencia. Creo que el uso de IA, lejos de reemplazar el aprendizaje profundo o las habilidades técnicas específicas que debemos promover en el estudiantado, tienen un gran potencial para ampliar la comprensión, validar procesos, proponer escenarios virtuales donde se abra paso y entre el pensamiento crítico, la creatividad, la reflexión sobre el propio trabajo. Finalmente, podamos habilitar el valor humano cuando se combina con la técnica. En ese sentido, el parafraseo al Papa Francisco, busca relevar precisamente que el uso de nuevas tecnologías no debe fomentar la exclusión ni reemplazar el vínculo humano, sino que más bien facilitarlo. Comparto esta reflexión puesto que nos recuerda que el sentido de la tecnología solo es útil en la medida en que interpelen el pensamiento crítico y la comprensión profunda. En esa encrucijada veo el valor de nuestra vocación docente. Reconozco que también las realidades de enseñanza son diversas: lo que funciona en un curso de innovación puede no ser inmediatamente aplicable, por ejemplo, a un taller. Pero incluso ahí creo que tenemos oportunidades para seguir haciendo de nuestros espacios educativos lugares de conocimiento con rigor, apretura, responsabilidad, respeto y diálogo. No dejo de aprender de la observación de las distintas realidades docentes que frente a cada disciplina nos vemos siempre interpelados y desafiados justo en el cruce entre el conocimiento disciplinar, las tendencias actuales y las trayectorias humanas de nuestros estudiantes. Por eso más que proponer recetas, mi intención con esta columna fue compartir una experiencia desde un campo específico, sabiendo que es en el intercambio donde podemos crecer como comunidad educativa.
Muchas gracias por contestar la columna (realmente activó una conversación tremendamente nutritiva).

      Mayo 16, 2025
      | Responder

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