La evangelización es una consecuencia necesaria de la identidad católica. En efecto, la naturaleza y misión institucional fundados en la fe provocan una activa nueva evangelización de la cultura. ¿Cómo se verifica esto en una institución educativa? ¿De qué manera la institución evidencia su identidad y la irradia?
Una aproximación al tema no es simple porque debe hacerse cargo de una serie de presupuestos y prejuicios. Algunos piensan que esto tiene que ver con una acción pastoral vigorosa, creyendo que por este solo hecho se da cuenta de la naturaleza católica de la institución; otros, en cambio buscan acentuar la dimensión ritual como icono de la vida cristiana, no haciéndose cargo necesariamente de las consecuencias históricas que debe conllevar el Evangelio; no pocos, finalmente creen que la catolicidad tiene que ver exclusivamente con el servicio y la acción social, con el riesgo de diluir aspectos centrales de la fe en un activismo lacerante. Las tres respuestas consideradas aisladamente, por tanto, resultan insuficientes para dar cuenta de una catolicidad integral y, en su conjunto, tampoco parecen responder a la pregunta inicial en su globalidad.
La catolicidad de cualquier institución de educación, en efecto, ha de manifestarse en la totalidad de su institucionalidad y de manera vital, penetrando, además de los puntos antes señalados, la matriz académica, la organización, las mallas curriculares, el sentido de la formación que entrega y todo lo que la involucra. Esto supone una comprensión amplia de la catolicidad.
Con este marco considero que hay algunos elementos no tradicionalmente considerados que, para Duoc UC, han de resultar especialmente relevantes y consistentes a la hora de evidenciar su naturaleza católica.
Lo primero implica destacar la insoslayable exigencia de calidad. La educación realizada con altos estándares de excelencia expresa la más honda cultura educacional católica. Desde los orígenes de la misma esta se ha destacado justamente porque busca, con pasión, que quienes participan en el proyecto educativo no solo sean instruidos sino también formados humanamente y con altos grados de excelencia. Unido a lo anterior, la calidad institucional conlleva el reconocimiento social de que la educación que entregamos es modélica. Esto mismo hace que nuestra oferta, en un mundo plural, se vuelva atractiva y evangelizadora por si misma.
Un segundo punto, unido a lo anterior, refiere a que esta educación exige una clara orientación hacia el bien común, que se verifica en que, tanto docentes como estudiantes, asumen un camino que mira ‘hacia fuera’, buscando una transformación social que sobrepasa con creces los meros intereses individuales: deben mirar a Chile. Por lo mismo, la educación católica entiende que lo público no solo es una oportunidad sino también una opción preferencial, porque allí se descubre un camino concreto para ser fermento en medio del mundo, posibilitando que la propuesta formativa sea incidental en la historia.
Lo tercero refiere a la antropología de sentido. La orientación educacional de una institución católica ha de proporcionar, sin parcelaciones, un modo de comprender al hombre y su entorno, en sus relaciones y con corresponsabilidad, poniendo en evidencia que en el horizonte humano hay un sentido que trasciende lo meramente material y que está naturalmente abierto a la trascendencia. Este sello hace que otras variables formativas sean esenciales como la gratuidad, la caridad, la preocupación por las periferias humanas, la atención preferente por los pobres y el buen trato que brota de la caridad.
La cuarto implica la opción por un desarrollo humano integral, que compromete a la institución a sobrepasar el mero tecnicismo o capacitación profesional, importante pero no suficiente, para caminar hacia un proyecto formativo que, sin soslayar el desarrollo de las capacidades técnicas y profesionales, comprende que estas son instrumentales al servicio del desarrollo humano integral, y entregadas a personas, especialmente jóvenes, que deben ser formados para dar cuenta de las razones más hondas que explican que su tarea futura no solo será ejercer un oficio o profesión, sino contribuir incidentalmente a la trasformación social, con los criterios del Evangelio y para una Chile mejor.
A las razones esgrimidas al inicio, se agregan estas otras ‘no tradicionales’ pero esenciales al momento de evaluar de qué modo una institución católica se manifiesta vivamente como tal. Sin duda una respuesta a la pregunta inicial requiere la profundización mayor de estos y otros puntos para enriquecer la comprensión de la educación católica técnico profesional y su real impacto al país. Esta columna puede ser un aporte inicial a la reflexión sobre nuestra identidad y acerca de la manera que esta institución, modélicamente, da cuenta de que lo que no solo la enorgullece: su identidad católica, y que también la fortalece dentro de la pluralidad de proyectos educativos existentes en el país.
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