Llega la hora de iniciar la clase, las aulas cobran vida, ellas albergan conocimiento, experiencias, vínculos, surgen oportunidades y, lo más significativo, se comienzan a gestar sueños e ideales que conectan a estudiantes con su futuro, con su entorno, con la sociedad.
Teniendo presente este escenario y desde el prisma del rol docente, es evidente que la tarea en materia de educación es más que explicar un concepto o entregar contenido; es ser parte también de este sueño colectivo. Para trabajar en ello y ser verdaderamente un agente de cambio en los procesos de formación, el perfeccionamiento no se detiene, sino que se transforma en un devenir de modelos de aprendizaje, de estrategias metodológicas contextualizadas; desarrollando iniciativas mancomunadas, fortaleciendo las comunidades de aprendizaje y el trabajo colaborativo, pues el llamado es a crear nuevos escenarios de aprendizaje que conjuguen como un valor único la innovación, la calidad y el desafío. La apuesta es a contribuir en el desarrollo de espacios en los que se promueva, por una parte, la innovación pedagógica y, por otra, la iteración de rutas formativas pertinentes y de calidad.
Para contribuir con este propósito, es fundamental relevar la importancia de la evaluación, entendida desde el enfoque del aprendizaje y para el aprendizaje, pues toma un rol central en el proceso formativo. Además, el diseño e implementación de evaluaciones válidas y confiables asegura recoger evidencia de calidad para que las interpretaciones de resultados y toma de decisiones pedagógicas se sustenten en información de confianza (Forster, 2017).
En este contexto, la evaluación del aprendizaje que verifica y certifica el logro debe diseñarse estratégicamente, definiendo, en primer lugar, los objetivos y las metas que se quieren lograr, las habilidades y contenidos que se requieren para ello y, finalmente, qué estrategias (actividades y metodologías) se utilizarán. Para lograrlo, el diseño de planificación en reversa es una estrategia de diseño instruccional que articula el proceso de las rutas formativas, situando como eje articulador de este camino el resultado de aprendizaje que se desea lograr en los estudiantes.
Es importante construir, además, instrumentos de evaluación coherentes al propósito y naturaleza de aprendizaje que se explora, así como también cautelar los resguardos técnicos (confiabilidad, relevancia, pertinencia y validez) que toda evaluación requiere para constatar no solo el aprendizaje, sino también la interpretación de los resultados para la toma de decisiones que aseguren una mejora continua de los procesos formativos que conducen.
De esta manera y en concordancia con cautelar la construcción de instrumentos de evaluación de calidad, es fundamental destacar cuatro focos para una mejor evaluación sumativa:
- Las evaluaciones deben estar alineadas a los resultados de aprendizajes, de tal manera que la verificación del logro responda de manera coherente a sus objetivos. Además, es importante que, al inicio de toda experiencia o ruta formativa, el estudiante conozca cuáles serán estos resultados, los criterios de evaluación y el camino que se realizará para llegar a la meta, es decir, las acciones o la estrategia pedagógica que se llevará a cabo para la consecución de este propósito.
- Se debe resguardar también el diseño de evaluaciones auténticas en las que los contenidos y habilidades desarrolladas sean útiles para los y las estudiantes, con la posibilidad de transferirlos a otros escenarios o situaciones nuevas y, además, propiciar instancias al interior del aula en la que los estudiantes adquieran un rol activo en su proceso, una estrategia para ello es construir espacios de autoevaluación y coevaluación para las actividades formativas.
- Se debe realizar una selección representativa de contenidos/habilidades que han sido cubiertos en la experiencia de aprendizaje y establecer la relevancia que tendrá esta selección de dominios disciplinares en la evaluación y su representatividad en el diseño de los instrumentos evaluativos.
- Diversificar la estrategia evaluativa, más aún si nuestro lema es una educación para todos y con todos. El desafío es construir situaciones evaluativas individuales y que además consideren múltiples evidencias, de modo de proveer distintas oportunidades a los y las estudiantes para poner en práctica los aprendizajes que han desarrollado.
Es fundamental también que la evaluación sea entendida como vehículo para lograr el aprendizaje o para llegar a la meta deseada. Para asegurar su propósito, el trayecto debe contar con puntos de verificación, claramente definidos y situados estratégicamente dentro de la ruta formativa, es decir, evaluaciones formativas que permitan retroalimentar oportunamente sobre el progreso del aprendizaje, orientar y reconducir la estrategia y, a su vez, proveer de herramientas que permitan a los estudiantes trabajar en aquellas oportunidades de mejora que se evidenciaron dentro del proceso de formación y no al término de este.
En esta línea, se propone impulsar un mayor uso pedagógico de la evaluación, es decir, instaurar en los procesos formativos la Evaluación para el Aprendizaje (EpA). Esto permitirá promover su progreso, evidenciar brechas, trabajar oportunamente en ellas, y tener la posibilidad de reconducir la estrategia implementada en aula en función de los hallazgos que se evidencian a lo largo del camino. Los docentes adquieren un rol preponderante en este contexto, pues mediar el proceso de aprendizaje a través de una relación vinculante dentro del aula es clave, ¿cómo se logra? teniendo clara la meta.
Un enfoque centrado en el estudiante y sus particularidades permite que el aprendizaje se realice de manera progresiva y por etapas mediadas, al tiempo que releva la retroalimentación como un componente fundamental de la evaluación formativa. Para que esto ocurra, algunas herramientas digitales favorecen este proceso, por ejemplo, el asistente de conversación con IA, dispuesto en los ambientes virtuales de aprendizaje (AVA). Mediante un ejercicio guiado por el docente, los estudiantes tienen la posibilidad de contar con una retroalimentación más oportuna respecto de sus propias brechas, permitiendo así, un mejor dominio de contenidos y habilidades, pues lo mejor es adecuarla a las características y el proceso de cada estudiante, propiciando así, el desarrollo de un aprendizaje crítico (Canabal, 2017).
Para concluir, es importante poner el acento en la construcción de escenarios que propicien aprendizajes significativos y de calidad, establecer estrategias formativas que constaten el progreso del aprendizaje, ser rigurosos en la construcción de instrumentos evaluativos, generar instancias de reflexión entre los equipos docentes para el levantamiento de información, permitiendo establecer líneas de acción para la mejora continua. Por último, debemos tener siempre presente nuestro rol docente, ese que subyace a nuestra formación disciplinar y nos hace ser parte de esos sueños colectivos que emergen, muchas veces, de las salas de clases.
Referencias
- Canabal, C., & Margalef, L. (2017). La retroalimentación: La clave para la evaluación orientada al aprendizaje. Profesorado, Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/567/56752038009.pdf
- Forster, C. (Ed) (2017). El poder de la evaluación en el aula. Mejores decisiones para promover aprendizajes. Santiago: Ediciones UC.
0