Los procesos de reflexión en el contexto de la docencia, sin lugar a dudas que se configuran como una temática altamente relevante, pues a partir de ellos es posible llevar a cabo instancias de autoevaluación orientadas al levantamiento de información para la toma de decisiones. A la luz de esto, será posible definir e implementar acciones de mejoramiento que fortalezcan la calidad de la enseñanza y de los aprendizajes.
En este sentido, la reflexión se posiciona como una herramienta que posibilita la comprensión y evaluación de la práctica docente, permitiendo que el profesor logre construir y caracterizar la realidad de su sala de clases, considerando no solo elementos técnicos o propiamente disciplinares, sino que también integrando en este proceso, aspectos culturales, sociales, cognitivos, conductuales, entre otros.
Dado lo anterior, es que la reflexión permanente ocupa un lugar primordial en el ejercicio de la docencia, pues la comprensión del contexto en donde se lleva a cabo el proceso de enseñanza propicia el diseño, definición e implementación de estrategias más adecuadas, pertinentes y contextualizadas a los rasgos particulares del espacio de enseñanza. Por tanto, esta nueva visión de la docencia implica “una capacidad para un autodesarrollo profesional autónomo mediante un sistemático autoanálisis, el estudio de la labor de otros profesores y la comprensión de ideas […], esta caracterización del docente lo compromete con la educación como proceso que involucra la acción – observación – reflexión – planeación – acción” (Tagle, 2011).
En definitiva, aquel docente que comprende su práctica pedagógica desde su dimensión reflexiva es consciente que interviene en un escenario cambiante, definido por la interacción simultánea de múltiples factores y condiciones. Dentro de este se enfrenta a problemas de naturaleza práctica, problemas de definición y evolución incierta y que no pueden resolverse mediante la aplicación de una regla técnica o procedimiento. Por lo anterior, es que aquel docente que pretende realizar cambios o transformaciones asociadas a la mejora debe reflexionar, en primer lugar, respecto del entorno en el que se encuentra inserto y, en segundo, de su propio hacer y de las adecuaciones necesarias para lograr construir aprendizajes significativos en cada uno de los estudiantes.
Finalmente, es necesario recalcar que todo aquel que ejerce la docencia debe cumplir con un requisito fundamental, este es desarrollar la competencia reflexiva, entendiendo esta como la capacidad de reflexionar, consiguiendo la unión, entre la teoría y la práctica con la realidad del aula y el contexto profesional futuro. Todo esto supone aprender a saber hacer, actuando y reflexionando desde la práctica para ser capaz de innovar en los procesos de formación en educación técnico profesional. En este sentido, esto debe llevar a que “el docente se cuestione y reflexione sobre su práctica, de forma individual o en grupo además de trabajar en equipo, explicando lo que se hace y cooperando con los compañeros” (Perrenaud, 2008: 153) a fin de lograr prácticas pedagógicas óptimas y que, a su vez, estas logren incidir y se vean reflejadas en resultados de aprendizaje de calidad por parte de los estudiantes.
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