Me desempeño como Docente de Duoc UC sede de Puente Alto, desde el primer semestre del año 2012, a partir de la apertura de la carrera de Técnico Veterinario. Desde el principio me enfoqué en el eje central del modelo educativo de la institución, basado en competencias y fundamentado en el quehacer de los estudiantes. Lo anterior, implica que el alumno no solo tiene que obtener los conocimientos específicos de un área determinada, sino que también debe desarrollar competencias actitudinales, procedimentales y competencias de empleabilidad.
Desde entonces he sido partícipe del proceso formativo y evolutivo adquirido por la institución, aportando a la formación de técnicos y profesionales para nuestro país. Todo esto está estrechamente relacionado con los cambios que presenta hoy la sociedad globalizada, lo que conlleva asumir en forma constante nuevos desafíos, para instaurarse como una institución pionera y de máxima calidad.
Es por esto que todo el alumnado y en especial los estudiantes de inicio, deben ser percibidos de una forma integral, ya que cada uno de ellos constituye un universo muy particular, en el cual interactúan diversos factores, ya sean emocionales, sociales, cognitivos o conductuales. Elementos que constituyen un enorme desafío para los docentes, ya que con esas características propias de los estudiantes debemos ir construyendo y modelando, para lograr afrontar los requerimientos de la formación técnica o profesional a la cual aspiran.
Es importante que como docentes conozcamos al alumnado, cuáles son sus expectativas e intereses, sus potencialidades y habilidades, y cuáles son sus oportunidades de mejora. Para lo cual debemos ir sondeando en forma gradual los universos subyacentes de cada uno y nunca olvidar nuestro rol de docente facilitador.
Es en la primera clase donde se genera la impronta entre docente y estudiantes. Es en ese momento donde se genera el vínculo, el que posteriormente se va reforzando durante el semestre. Es un momento crucial, pues es la presentación del docente y alumnos. Es como cuando vemos una película, si el principio es “aburrido” y no despierta el interés, presentimos y aseguramos que lo que vendrá posteriormente será de igual manera. A nuestros alumnos les pasa lo mismo cuando entran a una clase, son los espectadores/participantes y están expectantes de lo que ocurrirá. Puede suceder que asistan desganados, cansados, etc., pero si logramos cambiar esa actitud por una favorable, con el solo hecho de comenzar correctamente nuestra clase, animaremos al estudiante a querer seguir y participar.
El alumnado es un universo bastante heterogéneo, algunos muy participativos, otros muy introvertidos; casos muy sociables y otros todo lo contrario; estudiantes que se quedan tras terminada la clase para contar experiencias personales y otros que quieren retirarse inmediatamente; frente a lo cual tenemos que ser muy empáticos, lo que no significa ser complacientes, ni poco exigentes. Por ello debemos tener las capacidades y habilidades necesarias para poder interactuar de manera cercana, para poder guiarlos y lograr generar los aprendizajes esperados.
Durante mis años de docencia en Duoc UC, me he sentido muy privilegiado al ver la evolución positiva que experimenta la mayoría de los estudiantes, no solo en la adquisición de conocimientos, sino que también en el desarrollo de su personalidad, capacidad de reflexión, solución de problemas, trabajo en equipo, etc.
En el primer semestre los recibo con la asignatura de anatomía animal, que se caracteriza por tener un alto grado de complejidad, debido a que la nomenclatura que se utiliza es desconocida para ellos. Esto, sumado a la heterogeneidad de los alumnos, hace de la tarea un desafío mucho mayor. Entonces, para poder lograr la conexión con los estudiantes, los contenidos a desarrollar deben ser presentados de forma lúdica, constantemente relacionados con la vida cotidiana. Además, para que le encuentren significancia a los contenidos, debe existir un muy buen clima del aula, para que realmente los alumnos se dispongan a poner atención. Para ello tenemos que lograr que el estudiante se sienta apreciado y seguro de sí mismo, referirnos a las fortalezas que presentan y no a sus debilidades; reconocer, reforzar y celebrar éxito, esfuerzo y progreso; brindar la oportunidad de trabajar en conjunto, para que se puedan conocer, creando un ambiente de apoyo, en lugar de competencia; estableciendo normas de convivencia claras, que pueden ser realizadas en conjunto con los estudiantes y que claramente deben ser respetadas, y mencionar qué tanto han avanzado. Por esta razón la clase debe estar centrada en el alumno y no en el profesor. Debe ser participativa, que se genere lluvia de ideas, donde los estudiantes en forma gradual se vayan adaptando y se construya un aprendizaje activo, situación a la cual los alumnos no están acostumbrados. Que exista en todo momento evaluación formativa, esto debe ocurrir tanto en clases teóricas como prácticas, sin olvidar el perfil de egreso.
Posteriormente, retomo a los mismos estudiantes en el segundo semestre, en la asignatura de patología animal, que también es bastante compleja. En esta deben ser capaces de aplicar conceptos vistos el primer semestre, por lo que claramente se ve un grado de madurez, una evolución positiva, tanto a nivel de conocimientos como en las habilidades blandas, sobretodo en actitud, lo que les permite ir avanzando.
Lo anteriormente expuesto, permite afirmar que es de vital importancia no solo actualizarse en los conocimientos específicos de las diferentes Carreras, sino que también, en todas las estrategias que pueden ser utilizadas para realizar una clase efectiva, considerando que al universo que enseñamos tiene diferentes realidades socioculturales. Tenemos que desarrollar las diversas capacidades que nos permita modelar a los estudiantes, con lo cual podremos “formar personas en el ámbito técnico y profesional, con una sólida base ética inspirada en los valores cristianos, capaces de actuar con éxito en el mundo laboral y comprometidos con el desarrollo de la sociedad”.
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