De un día para otro las cosas no cambian. Los cambios, en su mayoría, se fraguan, se van construyendo en el día a día, como los cultivos, estos se preparan con tiempo. Si bien pueden existir distintas situaciones difíciles de predecir, también es posible efectuar planificaciones que nos acerquen a los objetivos predeterminados y minimicen los riesgos que se puedan presentar en el camino. Diseñar intervenciones que busquen la optimización de resultados es una tarea posible que persigue encauzar los cambios hacia aquellos destinos prefijados en la perspectiva de colaborar en el progreso de las distintas áreas en que el ser humano se desarrolla y desenvuelve.
En el ámbito educativo, con mayor razón, hemos de ser prudentes y responsables a la hora de planificar nuestras acciones; así como hemos de ser cautos y racionales en el análisis de las experiencias del pasado para abordar el presente y proyectar el futuro de las generaciones que serán las encargadas de desarrollar las potencialidades para el porvenir de cada una de las nuevas cohortes.
Abrir las puertas al tesoro encerrado que plantea Delors es una tarea genérica que, sin embargo, se hace específica y prioritaria para instituciones y personas que se dedican a la educación. Ellas son quiénes tienen la obligación de entender las relaciones y condiciones a partir de las cuales el mundo educacional gira, comprender las necesidades, urgencias y expectativas de su audiencia directa e indirecta y avizorar el escenario en que habrá de moverse esta con sus respectivas escenografías.
Ciertamente, como siempre en la historia de la humanidad, vivimos tiempos marcados por cambios que se vienen dando desde la propia historia. Hoy nos toca vivir en y con la globalización, visualizamos las redes de información como apoyo, peligro y desafío; nos situamos en la sociedad del aprendizaje y hacemos denodados esfuerzos por construir una amistad con la incertidumbre.
El cambio es un reto permanente para una sociedad compleja y en constante transformación. También lo es para el ámbito educativo y bien podemos hablar del desafío constante a las instituciones educativas para responder a las demandas sociales de los estudiantes y sus familias, como, al mismo tiempo, anticiparse a las realidades que se les presentan.
Una sociedad en cambio exige de organizaciones que se adapten y que revisen permanentemente su coherencia y formas de actuación en relación con las necesidades del entorno. La innovación, que era un propósito de organizaciones creativas y de vanguardia, se convierte actualmente en una necesidad generalizada y en una situación que se plantea constantemente a diferentes niveles (sociedad más adaptada, organizaciones más adaptadas, personas más adaptadas) y se aborda con diferentes estrategias. La innovación es un cambio que se produce porque la sociedad cambia, las organizaciones cambian y las personas, sus relaciones y sus acciones y resultados necesitan cambiar.
Se supone que las instituciones educativas y las personas revisan sus maneras de hacer y los efectos de lo que hacen, para conocer si responden o no adecuadamente a las demandas que se les hacen. Desde la perspectiva en la que nos situamos, entendemos así que el cambio es la búsqueda constante de nuevas maneras de actuar ante los frecuentes cambios del entorno y destinatarios de la educación. Hablamos de cambio y apoyamos su necesidad, pero eso no ha de significar que defendamos el cambio por el cambio.
La innovación educativa, curricular, organizativa o de otro tipo se pueden plantear así como una constante búsqueda de respuestas a la pregunta sobre qué cambios son necesarios y deseables que tengan las personas y las organizaciones en la sociedad del conocimiento, del aprendizaje permanente a lo largo de la vida, de la globalización y sostenibilidad, de los derechos humanos, de la multiculturalidad, de la integración de personas y pueblos, del reconocimiento de la diversidad, de la cohesión local, nacional e internacional y del uso de las nuevas tecnologías en la educación. Esta búsqueda, además, se puede considerar como una oportunidad para mejorar nuestras formas de pensar y actuar, ubicándolas más en la línea de lo que esperan los ciudadanos y la propia sociedad.
Si deseamos promover cambios, y sobre todo exitoso, es lógico que nos planteemos los factores asociados al hacer mejor las cosas de manera de identificarlos y modificarlos en la dirección que nos interese de conformidad a los objetivos institucionales. Al respecto, podemos hablar de cuatro grandes bloques:
Desarrollo curricular. Coincidiremos en pensar que programas más adecuados a las necesidades presentes y futuras de los destinatarios, con metodologías activas, acompañados de recursos adecuados y con mecanismos de seguimiento pertinentes, tienen más probabilidad de conseguir efectos positivos que otros programas que no incorporan algunas de las características mencionadas.
Desarrollo organizativo. Muchas veces, la ausencia de estructuras e instalaciones adecuadas, recursos insuficientes, actitudes reticentes al cambio o miedos infundados pueden impedir, de hecho, la realización completa de un programa de un desarrollo curricular. Estas son materias propias del quehacer organizativo donde la visión de quienes dirigen es la que puede dar grandes orientaciones a la comunidad.
Desarrollo profesional. Podemos tener un desarrollo curricular seriamente programado y una organización contextual muy bien definida; sin embargo, su aplicación puede resentirse por los profesionales que lo han de llevar a cabo. Muchas veces, los profesionales que intervienen no están bien seleccionados, tienen poca formación e, incluso, con bajos niveles de compromiso con la actividad educativa. Podríamos decir, en este caso, que la baja efectividad del programa se relaciona con las características del equipo humano que interviene.
Desarrollo comunitario. Querámoslo o no, la intervención educativa no es ni puede estar aislada del contexto social en el que se sitúa y en el que se pueden identificar la familia, el grupo social de referencia, el micro y la macroestructura social. Muchas de las actividades educativas se relacionan y tienen continuidad en el contexto social, siendo más que deseable la mayor vinculación entre educación y sociedad y entre centro institución formadora y entorno.
La innovación institucional se vincula así a los procesos de cambio contextualizado y constituye un referente obligado y esencial cuando se habla del ámbito organizativo. Sus propósitos se relacionan tanto con la producción del cambio como con el desarrollo de la capacidad institucional para generar procesos de auto revisión, planificación y acción estratégica dirigidos a su mejoramiento continuo institucional.“cuando soplan vientos de cambio hay quienes construyen refugios. Nosotros preferimos construir molinos” (Aforismo holandés).
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