30 de Junio, 2020

Educar en tiempos de pandemia

Luis Tecas Velásquez

Luis Tecas Velásquez

Profesor de Lenguaje y Comunicación de Duoc UC

5 minutos de lectura

Como quizás nunca hubiésemos imaginado y de manera gradual pero pertinaz, la pandemia se nos ha venido encima. Hemos asistido a su génesis como el espectador que ve venir desde lejos la llegada del temporal. Desde nuestros asientos, hemos asistido a su eclosión a través de un singular evento culinario en las antípodas del mundo, y expandirse por Europa y desde allí alcanzar dimensiones planetarias. Sus consecuencias dantescas no nos han sido indiferente y la empatía por el dolor ajeno ha hecho emerger la conciencia de nuestra fragilidad. La hemos visto acercarse a nuestro país, a nuestra comuna y rondar nuestras fuentes laborales, barrios y hogares, hasta llegar a gravitar impactantemente sobre nuestras vidas.

Ineluctablemente, hemos debido adaptarnos. La reacción de Duoc UC ha sido inmediata y el trabajo a distancia ha emergido como una solución pertinente y oportuna. El despliegue de voluntades de directivos, docentes, profesionales, administrativos y auxiliares ha sido proporcional a la fuerza del impacto. El ensayo-error de las primeras clases virtuales, la permanente y atenta mirada al proceso formativo, permitieron una estratégica detención de una intensa semana de actualización de todos los docentes en el uso de las herramientas virtuales y la generación de un protocolo ad hoc al nuevo ambiente educativo nacional, amén de los aportes en ayuda de computadores y accesos a internet tanto para alumnos como para profesores. En este marco de sinergia, el AVA ha favorecido la atención a nuestros estudiantes, a pesar de las distancias de tiempo y espacio, y la labor docente ha podido evolucionar a prácticas pedagógicas que yacían en potencia: las video clases; el repositorio de sus grabaciones; el chat; los foros; las wiki; los trabajos por encargo; el análisis de videos; las evaluaciones en línea; la graduación teórica y el aprendizaje en acción a través del análisis de casos, la resolución de problemas, etc.,  todo ello ha devenido germinación didáctica vigorosa en este humus institucional.

Pese a lo anterior, se diría que la clase virtual nos ha alejado de nuestros estudiantes, se diría que se ha perdido el contacto humano, el cara a cara, la sonrisa, la comunicación somática del apretón de manos, de la afectuosa palmadita en la espalda. Afortunadamente, no ha ocurrido así. Como toda clase es una interacción humana que fluye entre lo emocional y lo racional, el ambiente de afecto y de respeto que se vive en ella también envuelve como atmósfera la clase virtual. En este sentido, el poder mencionar a cada alumno por su nombre, el poder escuchar su voz o responder sincrónicamente su chat ha nutrido la interrelación. Por la sobredemanda de la Internet, la proyección de los rostros a través de la cámara no ha sido posible como se esperada y se ha debido privilegiar la proyección de la voz; y como ella no solo transporta el mensaje pedagógico, sino también el espíritu de servicio que la mueve va construyéndose con mucha reciprocidad una relación de sana y transparente convivencia. La alegría juvenil invade el diálogo y el respeto otorga los límites que se necesitan para una comunicación fluida en función del objetivo. La capacidad de comprensión ha emergido empática en un ambiente de enfermedad y preocupaciones, de carencias sociales y económicas, de dificultades tecnológicas. ¡Cómo, entonces, no colaborar al alumno que conjuga trabajo y estudio, cómo no contribuir al que no puede acceder a la clase sincrónica ni a las videograbaciones, cómo no extender los plazos o facilitar por otras vías los materiales a quienes deben, por ejemplo, acompañar a su abuelito enfermo al consultorio!!

Y es que así como con las clases virtuales nos hemos traído el trabajo a la casa y llevado la casa al trabajo y, de un modo inevitable, parte de nuestra vida privada se ha filtrado a nuestros estudiantes, así también -con mayor o menor conciencia de parte de ellos- parte de sus vidas privadas se ha filtrado también en las nuestras. En este sentido, la crisis nos ha develado dimensiones sociales y humanas de abnegación y resiliencia de quienes, pese a todo o tal vez por ello mismo, siguen y pugnan por sus metas.

Finalmente y desde esta situación de “privilegio” (trabajamos resguardados por los cálidos muros de nuestro hogar y el afecto de los nuestros) en que nos ha tocado vivir la pandemia, la adaptación a este nuevo modo de hacer pedagógico y sus consecuencias, inimaginables en las primeras semanas de clase (por ejemplo, la fatigosa -por su prolongación en el tiempo- posición sedente y la tendencia al anquilosamiento de piernas y espalda), no son más que el gasto de energía necesario que debemos dar en tiempos de crisis. Movilizar desde la enseñanza las vidas de nuestros alumnos hacia sus proyectos personales, contribuye a nuestra propia edificación y trascendencia en la entrega por el otro. ¡A Dios gracias!!

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