30 de Noviembre, 2015

Cuál es la finalidad de la educación en Santo Tomás

Eduardo Izquierdo CH

Eduardo Izquierdo CH

Coordinador general académico Programa de Formación Cristiana, Dirección Formación General Duoc UC

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Hablamos del fin formal de la educación, es decir, no para que el hombre sea bueno actuando lícitamente sino para que esté capacitado para ello.

El fin de la educación está dado por aquello de la definición que nos habla de conducir a la prole al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, y este es el estado de virtud que lo va a capacitar para que sea bueno actuando bien. El estado perfecto es el que le conviene en tanto que hombre y al que en tanto que hombre tiene que llegar.

El estado perfecto es el que el hombre debe tener precisamente por ser hombre. Es el más propio y adecuado a su calidad de hombre, es decir, aquel que más le cuadra. Pero este estado no es de su esencia porque la esencia o se tiene totalmente o no se tiene. Está en muy estrecha conexión con ella porque si no ese perfecto estado del hombre del que se habla no sería del hombre en cuanto hombre sino por otra razón, pero no por ser hombre.                 

El hombre posee potencias o facultades propias que le son precisas para sus operaciones específicas. De ellas se sirve para llevar a cabo las operaciones propias de su ser. Si bien no son de la esencia humana del hombre, están al servicio del hombre en cuanto a su operar que es el modo en que el hombre tiende a su fin, es decir, que son accidentes pero accidentes necesarios para el operar propio del hombre. Estas potencias o facultades operativas le son necesarias al hombre en tanto que hombre ya que son  el instrumento propio de las operaciones propias.

Por virtudes, entenderemos los hábitos gracias a los cuales se halla acondicionado el sujeto para realizar perfectamente las operaciones respectivas. Afectan de una manera inmediata a las potencias. O sea, que la posesión de las virtudes es el perfecto estado de las potencias operativas humanas o dicho en otras palabras, las virtudes perfeccionan las potencias. Por lo tanto, el estado perfecto del hombre en tanto que hombre (perfección de sus potencias): esa es la finalidad de la educación.

Si el fin de la educación se nos presenta como moralmente necesario, tiene que ser algo que es a la vez natural, por la razón de que el orden de la moral está siempre fundado en el orden de la naturaleza, sin que ello signifique que es algo que se nos impone porque siempre conservamos nuestra libertad para actuar de otra manera y hacer otras cosas.

Este fin tiene un carácter de esencial en el sentido que es independiente de toda forma de evolución histórica de la cultura y de los recursos e instrumentos propios de la época.  Porque el fin de la educación, el estado perfecto del hombre en tanto que hombre, recae sobre una esencia que no está determinada por el tiempo, es decir, que siempre ha sido igual y siempre lo será. O sea, las circunstancias particulares no tienen nada que ver con el fin mismo de la educación.

Sabemos que el hombre por su intelecto tiene libertad de decidir, pero esa libertad es evidente que no será verdadera en la medida en que el hombre no sea educado. O sea, a mayor conocimiento, mayor libertad verdadera. Podemos decir que la educación es una forma de dar la verdadera libertad en otras palabras consiste en que la actividad educativa tiene por fin hacer que el hombre se acondicione de una manera recta y permanente (nuevamente la idea de virtud.) su libertad pero siempre que se enseñe la verdad. “la verdad os hará libres”

Lo que nos lleva al problema de saber o tener claro, en que consiste la verdad y el problema del relativismo en la educación. A este respecto, en una columna posterior, trataremos sobre el tema de la verdad en la educación.

Todo acto moralmente recto constituye una libre afirmación de nuestra propia naturaleza. Entonces podemos decir que lo que se persigue al educar es dar al hombre el estado por el cual se encuentre habitualmente inclinado a la libre aceptación de esa naturaleza que en tanto que hombre le conviene. De tal modo que la educación no confiere al hombre las potencias que naturalmente le convienen, sino que apunta a la adquisición de perfecciones que no tenemos de manera innata

Ser hombre perfecto o totalmente hecho desde el punto de vista humano, no significa una paralización de la vida humana.  Perfectamente hecho quiere decir poseedor de todo lo necesario para comportarse de una manera adecuada a su naturaleza, es decir, en conformidad a las exigencias de ella, que es lo mismo.  Este es el hombre que posee el estado perfecto y se encuentra hecho totalmente: está suficientemente pertrechado.

De todo lo dicho se desprende que el fin propio y directo de la educación, consiste en la perfección de las potencias humanas.  El objetivo de la educación formalmente no es que el hombre actúe bien sino que esté capacitado para ello.

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