El propósito de esta columna es reflexionar sobre la educación según Santo Tomás de Aquino, que a pesar del tiempo transcurrido, sigue estando plenamente vigente, mirada tanto desde el punto de vista del educando como del educador, es decir, desde el punto de vista del hombre.
Cuando se revisan los textos de santo Tomás de Aquino, sorprende a veces encontrarse con que la palabra educación significa la acción y el efecto de nutrir o alimentar. El sentido primario y más inmediato de “educatio” en Santo Tomás es el de suministrar el padre el alimento a su hijo. Aunque luego diferencia ambos términos, me parece que de un modo muy amplio, es correcto hablar de nutrir, porque existen dos necesidades de nutrir ya que tanto el cuerpo como el espíritu necesitan ser nutridos.
La procreación física no solo consiste en darle el ser sino también alimentar el cuerpo físico como el espíritu: los padres procrean mediante un acto libre, pero ello, como todo acto humano ejecutado con libertad implica una responsabilidad y esta es la educación que debe darle a la prole.
Los fines naturales (de la naturaleza) del matrimonio son: la procreación y el bien de los cónyuges. Procreación física y espiritual. Aquí es donde entra la educación. Es decir, tanto la educación como la nutrición propiamente tal son parte de la procreación. Completan la obra y por lo tanto la procreación no termina nunca o sea, el concepto de prole implica su procreación y su educación. La prole es algo a lo que se engendra y a lo que se educa
Si no lo educamos el ser humano queda en la indigencia. Cuando el hombre viene al mundo, tiene sus dos potencias principales la inteligencia y la voluntad como dormidas, incapaces de servir a su fin y por lo tanto necesitan ser despertadas o desarrolladas. Es lo mismo que el alimento para el cuerpo. Por eso es que se puede entender que la educación es la alimentación del espíritu.
Podemos decir que tanto la nutrición como la educación es un acto de responsabilidad del hombre porque ambos son consecuencia del acto humano que los padres han hecho. Cuando nutrimos y educamos lo que estamos haciendo es contribuyendo a la autorrealización de la persona y, por lo tanto, ayudándolo a perfeccionarse, a buscar su felicidad y al mismo tiempo perfeccionándonos, auto realizándonos nosotros ya sea como padres o como profesores. Por lo tanto, la nutrición y la educación en sí son siempre actos lícitos en cuanto llevan a la felicidad que es el fin natural del hombre.
De acuerdo a lo anterior, Santo Tomás define la educación como “conducción y promoción de la prole al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”. Las ideas de traductio (conducción) y promotio (promoción) que encabezan la definición, aclaran el sentido en que hay que tomarlas. La conducción y promoción vienen concebidas como una cierta prolongación del engendrar, como un enriquecimiento de este.
La educación viene siendo en este sentido como una segunda generación. Incluso Santo Tomás habla de la prole como algo que está en el “útero espiritual de los padres”. Si el educar es en cierto sentido, como lo hemos visto, una prolongación del engendrar, significa tan solo que, no por engendrada tiene ya la prole cuanto debe tener. Pero no existe identidad entre ambas. Es decir, no son dos cosas inseparables o idénticas ya que afirmamos que lo que persigue el educar, el estado perfecto del hombre en cuanto hombre y que el solo engendrar no realiza, es una determinación de la prole, en otras palabras, que la generación pertenece a lo que es el sujeto y la educación a lo que tiene el sujeto, o sea, el ser nos exige el tener educación.
Por otro lado, hay que advertir que la conducción y promoción educativas no son solo un proceso de madurez o de desarrollo biológico, que se realiza de manera espontánea porque la conducción se opone a la idea de un despliegue espontáneo. La palabra promoción unida a conducción implica que la conducción es ascendente en sentido promocional hacia un fin que si el movimiento es ascendente, tiene que representar un perfeccionamiento del ser, es decir, un avance.
Ese fin está establecido en la segunda parte de la definición cuando dice: el estado perfecto del hombre en tanto que hombre y esto significa el estado de virtud. Pero de esto hablaremos en las siguientes columnas.
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