Es increíble cómo ha cambiado todo desde que comenzó la pandemia del COVID-19, como escuchaba a alguien decir, “lo que realmente impulsó la transformación digital de la empresa, no fue el gerente de operaciones o el jefe de tecnología, si no, la cuarentena”, y es que en esa frase encuentro mucha razón, después de todo, no solo hemos visto afectadas nuestras vidas personales, sino que también nuestra vida laboral.
Como algunos de ustedes ya sabrán aparte de ser docente de Duoc UC, también trabajo en la industria, específicamente en turismo, que es uno de los rubros más afectados por la pandemia, por lo que, para mí, el concepto de transformación digital cambió radicalmente de un deseable, que se debe planificar, a un “debemos tener esto listo, ¡ayer!”. Pero, como una empresa, en mi caso en la que trabajo que cuenta con más de mil trabajadores y como una carrera como ingeniería en infraestructura y plataforma tecnológica, que cuenta con cientos de estudiantes, pasan de una presencialidad a una digitalización completa, no es solo una cosa de compromiso, es un desafío enorme, que requiere de esfuerzo de todos, y ese fue el dilema en el que me encontraba a principio de año.
Teniendo la suerte de que Duoc UC ya había tenido experiencias en clases y cursos online, contaba con capacidad de generar recursos de aprendizaje como videos, cápsulas, guías, entre otros; contaba con una plataforma sólida como BlackBoard, que nos permitía generar ambientes de salas virtuales. Se pensaba que no sería tan difícil, y efectivamente la transformación digital en muchos casos no es muy difícil desde el punto de vista técnico, sí no, que es un proceso cultural del que muchos carecen.
Pocos dominan el concepto de “deuda cultural”, que no solo nos impacta en el trabajo, si no que en nuestro día a día. Son pequeños detalles que muchas veces nos obligan a hacer las cosas siempre de la misma manera, o el no poder adaptarnos al cambio, el que muchas veces escuchemos “pero si siempre se ha hecho de esta forma”. Es decir, teníamos las herramientas, clases vía AVA, contábamos con el espacio, podíamos grabar y respaldar las clases, los ramos PEV ya habían generado el material de muchos ramos y el que no, se estaba generando mientras avanzábamos. Sé que es imposible que todos los ramos sean “virtuales”, pero el gran problema de la digitalización en este caso fue la “deuda cultural”. No hablo solo de estudiantes que nunca habían tenido clases online, también de aquellos que venían del colegio, por lo que estaban más que acostumbrados al formato de clases donde el profesor estaba en la sala, mostrando una presentación o utilizando la pizarra. Muchas veces dando el tiempo en clases para que los alumnos pudieran realizar las actividades, y también de docentes que nunca habían utilizado herramientas como AVA con todas sus funciones, o que no estaban cómodos adaptándose a una virtualidad, incluso algunos dando tiempo online de clases para que los alumnos hicieran los laboratorios, o por ejemplo un área administrativa, que consideraba que el alumno debía estar los dos o tres bloques de clases online, y que era importante llevar la presencialidad a la virtualidad sin cambios.
Desde que comenzó la pandemia y empezamos a dictar clases remotas, creo que el problema no ha sido ni las plataformas o las tecnologías, si no que la “deuda cultural”, la que se puede evaluar de varios aspectos. Por ejemplo, desde el punto de vista del docente, la estructura de un ramo que se dicta dos veces por semana es en el primer día materia teórica; en el segundo día se les entrega un trabajo para reforzar, pero ahora que la clase es virtual, entonces, ¿la primera clase paso teoría y la segunda me quedo online mientras hacen el laboratorio? La respuesta es no, el docente también tiene una “deuda cultural” que debe cambiar, aceptar esta nueva realidad que nos tocó vivir, que no solo nos obliga a replantear las clases, sino que además a replantear las evaluaciones, los trabajos, las “tareas”, entre otras cosas.
En mi caso particular un formato que me ha funcionado muy bien con los alumnos es el utilizar la primera hora de la semana para pasar la materia, explicarla, ojalá alcanzar en el tiempo para mostrar ejemplos gráficos y prácticos, lo que considero la parte sincrónica de la clase, y pedir a los alumnos el que realicen el laboratorio de la siguiente clase en sus casas, ya que tendrán que hacerlo en sus tiempos, considerando esto la parte asincrónica de la clase, para luego en la siguiente sesión de la semana, poder realizar en conjunto con ellos las actividades, es decir resolver el laboratorio entre todos. Lo otro que me ha dado excelentes resultados es cambiar el formato de las solemnes, dejar de lado la hoja carta con “nombre, rut, sección”, si no que incorporar las tecnologías disponibles como AVA para realizar evaluaciones, por encargo, donde las instrucciones son un PPT, contando con variables por alumno, y evitar la copia, entregar la evaluación al comienzo de la de la semana, donde el docente en su rol de facilitador no solo explica la evaluación, si no que dedica la jornada para responder a cada una de las dudas de los alumnos, muchos de ellos que ya estarán realizando la actividad, para luego, la siguiente clase realizar la evaluación con los alumnos, dando así un feedback, que si bien ya no puede ser tan personal como lo era antes, deja en claro que es lo que se espera del alumno.
Las tecnologías han sido vitales en este proceso. El aula virtual, el generar foros para alumnos, dar espacios en clases para que coordinen la creación de grupos de WhatsApp u otras aplicaciones, generar sesiones virtuales de AVA sin termino para que tengan donde entrar a conversar fuera del horario de clases, el que la sede cuente con laboratorios con acceso remoto y otras cosas han sido la gran plataforma que nos ha permitido digitalizar las carreras en Duoc UC. En mi caso como docente del área de sistemas operativos de la carrera de Ingeniería en Infraestructura y Plataformas Tecnológicas, he visto este proceso de digitalización, y en lo personal lo considero bastante exitoso, claro si consideramos no solo el tiempo que se tenía, si no también la necesidad de capacitaciones u otros implementos necesarios, tanto para docentes como alumnos.
No puedo evitar dejar como conclusión que es nuestra capacidad para adaptarnos la cual finalmente nos permitirá seguir avanzando a pesar de las dificultades. Después de todo, antes de la pandemia era un fiel creyente que si uno no estaba en la oficina no estaba trabajando, y ahora, siento que desde la casa trabajo incluso más cómodo, y si, las plataformas nos permiten llegar a la digitalización, pero es nuestro esfuerzo por eliminar la “deuda cultural” la que finalmente nos permitirá lograr una digitalización completa.
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