A veces no hay nada más disruptivo en la vida que volver a los inicios. Eso, y no otra cosa, es lo que se propone con la actualización de nuestro Modelo Educativo. Seguir siendo lo que somos, potenciar aún más nuestra verdadera identidad: he ahí el verdadero desafío[1].
Y es que cuando la misión está tan claramente definida, los cambios no son solo aceptables, sino necesarios. Y se pueden realizar precisamente porque aquella tarea que está desde nuestros inicios grabada en nuestro corazón sigue siendo exactamente la misma. Así lo hemos llegado a formular en nuestro propósito: formar personas para una sociedad mejor.
Es por eso que nos alegra tanto la puesta en marcha de esta actualización que busca, por un lado, hacerse cargo de que queremos no solo impactar algunos “años” en la vida de nuestros alumnos y alumnas, sino que buscamos que tengan una vida más plena y alegre. El plan pretende no solo entregarles herramientas para aprobar los cursos y asignaturas, sino entregarles capacidades para el desarrollo de toda su existencia.
Los cambios introducidos también pretenden hacer frente al riesgo de ceder a la tentación -tan generalizada en el mundo de hoy- de medir y convertir nuestra labor en un sinfín de números, cifras, datos e información, y nos plantea el desafío de volver una y otra vez a nuestra concepción de personas únicas, creadas y amadas por el Creador. “Dios sabe contar hasta uno”, ha dicho por ahí algún poeta cristiano, “porque llega a ti y se detiene en ti, como si fueras el único que existe”.
En este mundo de la transformación digital, el desafío por mantener nuestra identidad se hace aún más necesario. El diagnóstico de uno de los pensadores más leídos de nuestra época es tan angustioso como real: “Hoy nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos. Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido y tangible” [2].
Para nosotros como Institución Católica que nace inspirada por la Doctrina Social de la Iglesia, se hace doblemente imperioso, “cambiar para no cambiar”, entendiendo que estamos llamados a ser fieles a nuestra visión y misión, de acuerdo al sello que el cristianismo aporta acerca de la concepción del ser humano y del cosmos.
Todo esto en ningún caso nos impide acoger todo cuanto la tecnología, la transformación digital y el mundo del siglo XXI nos entrega para avanzar hacia una sociedad mejor. Muy por el contrario, queremos servirnos de todos esos avances. Queremos ser siempre una comunidad abierta y en diálogo con el mundo al cual buscamos servir, pero queremos también ser un verdadero aporte para él. Parafraseando a Chesterton, podemos decir que no queremos un Duoc UC que solo se mueva con el mundo, sino que mueva al mundo.
Quisiera agradecer a todos quienes han hecho posible esta reforma, que busca hacerse cargo de los nuevos desafíos y descubrimientos propios de nuestra época. Lo han hecho no solo respetando el objetivo primitivo de nuestra Institución, sino buscando potenciarlo aún más. Así mismo, invito a todos quienes somos parte de esta familia a “subirnos al carro” de la actualización, avanzando juntos hacia nuestras metas y proyectos.
Durante estos días, tendremos de visita en nuestra Institución, las reliquias del Beato Carlos Acutis. No encuentro mejores palabras que las suyas para animarnos a todos a conocer, valorar y poner en práctica estos interesantes cambios y todo lo que ellos suponen para nuestro Modelo Educativo: “Todos nacemos originales, pero muchos mueren como fotocopias”, decía este joven que murió muy recientemente. Pidámosle a este joven santo italiano, que nos conserve siempre lozanos y frescos, sin olvidar lo que hemos recibido de todos aquellos que nos han precedido en nuestra labor educativa.
[1] “Ese es el principio y fin de toda sabiduría. La renuncia a la soberbia. La fidelidad a lo real. La limpieza y decisión de ser uno mismo, y por tanto, la raíz del carácter. La valentía que se sitúa ante la existencia y precisamente así se alegra de esta existencia. Es bueno volver siempre a tomar nueva conciencia de esa “carta Magna” del existir”, GUARDINI, R. Cartas sobre autoformación, Editorial Lumen, Buenos Aires, 1992, pg.17.
[2] Byung-Chul Han, “No-cosas”, Taurus 2021, pg.13
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