Como aconsejan casi todos los textos de planificación estratégica, siempre es correcto contar con una metodología a la cual regirse y por la cual guiarse para poder disponer de un medio de gestión de procesos, seguro y previsor que nos permita llegar a buenos resultados y así poder cumplir con los objetivos y las metas trazadas para cada año.
Es primordial en la dirección estratégica de la sede contar con instrumentos y medios con los cuales prever las diversas aristas y los distintos escenarios que se contemplan en los planes de desarrollo que cada sede tiene considerados para el logro de sus propósitos y para las propuestas de valor de cada año.
Todo esto en Duoc UC es un ejercicio bastante común a la hora de planificar y es una buena práctica ir revisando cada cierto tiempo el cumplimiento de dichas metas y el alcance e impacto de los proyectos para hacer las adecuaciones y los ajustes que correspondan con la debida antelación, para así no desviarse del rumbo institucional. También todo esto supone una permanente e intensa agenda de reuniones con los equipos directivos, con los jefes de áreas y con todos los colaboradores de la Sede, a fin de llevar a la práctica con eficacia y eficiencia el cumplimiento de nuestras metas y de nuestros proyectos. Lo anterior también supone que se ejecute con la mayor fidelidad y cercanía posible
En la sede de Viña del Mar, las experiencias del año 2018 y 2019 nos habían permitido avanzar a paso seguro, con relativa tranquilidad y mirábamos con muy buenos augurios las proyecciones y los sueños que habíamos planeado para el 2020. Nada o casi nada nos haría pensar que íbamos a enfrentar un escenario diametral o completamente distinto a lo anterior. Sin embargo, la fuerza de los hechos y la crisis sanitaria nos comenzarían a desviar de nuestros propósitos iniciales obligando a toda nuestra comunidad académica a repensar, replantear y reorganizar un año académico que pudiera enfrentar muchos factores en contra y, pese a esto, llegar igualmente a ser una propuesta virtuosa y enriquecedora para “la experiencia de los estudiantes”, sin renunciar a los permanentes y tradicionales estándares de excelencia y calidad que esta responsabilidad nos exige.
La comunidad se volcó a sus labores en un contexto muy adverso. Al comienzo, como en muchas situaciones nuevas con algo de recelo y temor: algunos en la modalidad de teletrabajo y otros en turnos cuidadosamente programados en forma presencial. En ambas situaciones hubo mucho compromiso de parte de todos los colaboradores por hacer las cosas de la mejor manera posible para cumplir con las tareas asignadas y para salir adelante con los encargos requeridos.
Debo decir, que durante este año vivimos muchas y variadas situaciones. Algunas fueron complejas y otras triviales, algunas fueron nuevas y desconocidas y otras simples o sabidas. Sin embargo, en todas ellas nunca vi una mala disposición, al contrario, solo vi caras llenas de entusiasmo, motivación y agradecimiento, entre otras cosas por la forma de resguardarlos, protegerlos y orientarlos a realizar tareas tan distintas y diversas a las que estaban habituados a realizar. Fue sin duda alguna un “aprendizaje mutuo” que valoraré enormemente.
En general, sabemos que “los aprendizajes” suponen experimentar o vivenciar situaciones distintas o nuevas, suficientemente significativas y valoradas como para generar en nuestras conductas, respuestas más adecuadas, miradas más amplias o comportamientos más complejos, que nos conduzcan a conocer, distinguir o enfrentar nuevos horizontes, nuevos escenarios y desafíos con mayor preparación y mejor disposición. Todo ello supone también poner en práctica un proceso de “adaptación” que nos hace crecer y avanzar para servir más y mejor a los demás, para cooperar, contribuir y colaborar con el proyecto social de nuestra querida institución.
En este especial periodo, hubo un extraordinario ejercicio colectivo de aprendizaje y adaptación que puso a prueba las estructuras, las bases y el funcionamiento de la Sede y la institución, en que las condiciones externas tensionaron y pusieron a prueba al sistema y a la comunidad académica en cada unidad y en cada sede de Duoc UC. Se trató de un gran desafío de alta complejidad, en un escenario totalmente desconocido que nos exigió a implementar una estrategia de “inteligencia colectiva” en donde la creatividad, la innovación y el trabajo en equipo fueron las claves para ir avanzando y saliendo exitosamente adelante.
Pude darme cuenta de que la responsabilidad sobre nuestras espaldas no nos podía de modo alguno inmovilizar, ni siquiera por un segundo. Eso no estaba en nuestra mente y en nuestro espíritu, de manera que ponerse a trabajar, todos juntos y organizados para enfrentar lo desconocido fue nuestra fortaleza y nuestra motivación.
Por ello, para finalizar me inclino por reflexionar que el hombre es “un sujeto que aprende” es un ser trascendente; fue amado antes de nacer y es esperado desde la vida eterna por su Padre Dios. Todas sus acciones trascienden su pequeña existencia en este mundo. El hombre es una naturaleza compuesta de alma y cuerpo; cuerpo que funciona como magnífico instrumento de su acción en el mundo y eso es lo que finalmente hemos vivido en este particular y desafiante periodo. Hemos visto a nuestros colaboradores y a nuestros equipos en su más amplia y compleja dimensión humana y ello nos ha conducido a experimentar “nuevos aprendizajes” que se quedarán por siempre en nuestras almas y en nuestros corazones.
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