Tras 12 días de haberse confirmado el primer caso de COVID-19 en Chile, el domingo 15 de marzo de 2020 el Gobierno decide suspender las clases durante dos semanas. De esta manera, como Duoc UC tuvimos que adherirnos a este lineamiento nacional y al lunes siguiente comenzamos inmediatamente las clases en formato virtual, y con ello, los docentes tuvimos que aprender a enseñar bajo un nuevo escenario.
Este desafío de continuar la educación no implicó solo aprender a manejar un sistema tecnológico que nos permitiera seguir entregando las materias, sino que también debíamos aprender a llevar adelante el “arte de enseñar”, porque la docencia es mucho más que la transferencia de contenido, parafraseando a Aristóteles cuando mencionaba las “Condiciones de la educación”, la enseñanza implica el desafío de tener presente que “Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto”, y la ausencia del contacto físico ponía en riesgo el educar a muchos corazones.
En marzo de 2020 los docentes de Duoc UC de distintas sedes, disciplinas y edades, como también con diversas experiencias pedagógicas, comenzábamos a aprender nuevas competencias para que ante el escenario de incertidumbre nacional y mundial en la educación, pudiésemos mantener la labor de enseñar. En la medida que transcurrieron los días, semanas y finalmente los meses de cuarentena, fuimos enfocándonos en distintos aspectos para dictar las clases en este nuevo formato. Pasando desde directrices administrativas, indicaciones para el correcto uso de las plataformas tecnológicas hasta la canalización de una serie de dificultades que manifestaban los estudiantes.
Pero el ejercicio además estuvo marcado por diversas dificultades de los alumnos, las más evidentes fueron las tecnológicas de acceso a un computador y/o a internet, de concentración provocado por diversos elementos distractores, económicas, y otras varias que se potenciaban ante la incertidumbre de lo que ocurría.
Esto que inició en marzo 2020 nos acompaña hasta hoy, por tanto, el aprendizaje que comenzó hace un año desde distintas trincheras – las cuales me atrevo a resumir en tres principalmente – siguen muy vigentes para que continuemos aprendiendo y asegurando el “arte de enseñar”.
Una trinchera, muy necesaria, fue aprender los nuevos lineamientos administrativos que aseguraban la correcta realización de las clases y el seguimiento de los aprendizajes a través de indicaciones para realizar correctas y adecuadas evaluaciones. Este aspecto nos permitió dimensionar la alta importancia que tiene la tarea administrativa para llevar a cabo la educación, pues el desarrollo y cumplimiento de una planificación se convierte en una arista relevante para el logro de los objetivos de enseñanza-aprendizaje. Porque para llegar a la meta de la adquisición de nuevos conocimientos es preciso de un orden, coherencia y disciplina que nos entrega la labor administrativa.
Otra trinchera fue impartir clases en formato virtual que nos exigía manejar con mayor destreza el ya conocido ambiente virtual de aula, AVA, y aprender a usar correctamente la plataforma de Collaborate. Este desafío no fue solo para nosotros, sino también para nuestro estudiantes porque nos dimos cuenta de que incluso aquellos nacidos en la era digital, requerían al igual que nosotros reforzar y/o aprender a poner a la tecnología a favor de la educación.
Hoy valoramos enormemente recursos que antes no teníamos, como la posibilidad de contar con las clases grabadas, asistiendo a una a la cual no se pudo estar presente en el momento que se dictaba o bien, de tener la opción de repetir el contenido sin límite. En este aprendizaje del correcto uso tecnológico también debimos aprender a reemplazar la comunicación de nuestro lenguaje corporal con el adecuado uso del lenguaje verbal y paraverbal, ya que ante la ausencia de poder vernos no podíamos perder el vínculo emocional con nuestros estudiantes que bien sabemos se propicia a través de los diversos canales del lenguaje.
Y la tercera trinchera está muy conectada a esto último, la cual implica la relación estudiante-docente y el cuidado del clima en el aula. La serie de dificultades a las que se han visto enfrentados nuestros alumnos no solo al inicio de la cuarentena sino que incluso hasta hoy, han requerido que aprendiéramos a desarrollar un vínculo emocional a través de la virtualidad. El conservar esta conexión tiene una alta trascendencia en la enseñanza-aprendizaje, permitiendo que nuestros estudiantes puedan comunicar lo que viven para luego poder orientarles en una solución (sea momentánea o que requiera de acompañamiento). Como docentes bien sabemos, y en este último año con mayor certeza, cuán relevante es la emoción como factor que impulsa el aprender, y cómo este se puede ver dificultado o definitivamente impedido cuando nuestra mente y corazón están enfocados en una preocupación distinta a la clase y su contenido. Duoc UC realizó y sigue realizando acciones a través de diversas gestiones para ayudar a nuestros alumnos a resolver o a disminuir las dificultades que tienen, sin embargo, esto no es suficiente si no aprendemos lo esencial que es continuar construyendo aulas (incluso en la virtualidad), sostenidas en pilares que propicien el poder educar el corazón de cada alumno para llegar a educar sus mentes.
Hoy no sabemos cuándo regresaremos, o si esta nueva vuelta será una “nueva normalidad de educar”, en lo que sí podemos tener seguridad es que una vez que esta pandemia termine, todos quienes vivimos esta experiencia de educación habremos entendido que el arte es cambiante, tiene distintas manifestaciones y el “arte de enseñar” no está ajeno a ello.
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