Durante el año 2017 fuimos invitadas a participar en la primera habilitación de la nueva estrategia pedagógica de Aprendizaje Colaborativo Basado en Desafíos (ACBD) de Tknika a DuocUC. Con mucha ilusión, poco conocimiento y nula visualización del gran impacto que esto tendría en nuestras vidas, aceptamos la invitación.
Durante el curso, que duró varios meses entre la parte virtual y la presencial, interiorizamos las bases de lo que hoy en Duoc UC es el ACBD. Trabajamos fuertemente en equipo y diseñamos nuestros primeros desafíos, pero lo más importante fue darnos cuenta de cómo el proceso emocional influye decisivamente en el aprendizaje de nuestros alumnos.
Mientras estábamos en el País Vasco, aprendimos diversas técnicas para activar, manejar y potenciar el trabajo en equipo y cómo esto es un componente esencial de la estructura de los desafíos. Sin embargo, diseñamos los primeros desafíos sin saber bien cómo resultaría su ejecución de vuelta en Chile.
El primer semestre de 2018 comenzamos, no sin algo de miedo, nuestro proceso de pilotaje de los desafíos que desarrollamos en Tknika. Como veníamos tan entusiasmadas con lo aprendido, decidimos pilotar en varias asignaturas de un mismo nivel. Nos dimos cuenta que desarrollar desafíos en mallas sin ACBD como estrategia de desarrollo curricular es muy difícil, porque es necesaria la coordinación entre varios profesores, la disponibilidad de las salas, y por supuesto, los horarios de los alumnos. Tuvimos la suerte de ser apoyadas tanto por la escuela de Diseño como por la sede San Carlos de Apoquindo, y cada cambio y mezcla que hacíamos, con el esfuerzo de muchas personas involucradas, era visto con buenos ojos por todos quienes monitoreaban estos primeros intentos.
Aunque nos esforzamos mucho, los desafíos que diseñamos no estaban perfectos. Ahora los vemos y nos da ternura recordar cuánto nos demoramos en diseñarlos y cuántas veces los leímos. Era difícil prever qué pasaría en la realidad o dónde estarían las oportunidades de mejora.
Sin embargo, nos sorprendimos gratamente al ver un cambio en la manera en la que los alumnos se enfrentaban al encargo. Lo primero que ellos notaron distinto, fue que trabajaron en un mismo desafío/problema para 2 asignaturas distintas, lo que le daba un sentido de unidad a los ramos de ese semestre que ellos no habían notado antes. También, que tenían 2 profesores que corregían en conjunto ese trabajo y que les entregamos la rúbrica de evaluación al principio del desafío, para que les sirviera como guía durante el proceso. Por otra parte, empezamos a valorar más el proceso que el resultado final, lo que al principio los descolocó, pero que luego agradecieron.
Para nosotras, lo más sorprendente fueron los resultados. Lo que anteriormente los alumnos lograban en varias semanas, esta vez lo hicieron en la mitad del tiempo, con mejores resultados. Hasta ese momento, no logramos identificar bien el por qué.
El segundo semestre, la decisión de la Carrera fue pilotar nuevamente la metodología pero llevándolo a un nivel más complejo, con un desafío más largo, en una sola asignatura, y además con un proyecto colaborativo con una empresa. Nosotras ya habíamos aprendido con la experiencia anterior qué elementos podíamos mejorar, qué funcionaba bien y que evitar también. Los alumnos ya estaban familiarizados con la metodología por lo que todo fluyó mejor. La empresa con la que trabajamos participó activamente en varias fases del desafío y evaluamos en conjunto a los alumnos al final del proceso. Esta vez los resultados fueron aún más sorprendentes. Los alumnos lograron diseñar una colección de vestuario en equipo, por primera vez en su Carrera, y el resultado de sus trabajos llegó a un nivel profesional estando todavía en tercer año. Además, toda la generación tuvo un nivel de entrega homogéneo y la reprobación fue mínima, solo un par de alumnos que desertaron. La asistencia a nuestras clases, más del 90%. Seguíamos impactadas.
Este año 2019 comenzamos con la nueva malla de Diseño de Vestuario, que incluye un diseño curricular integrando el formato ACBD en todos los semestres. A diferencia del proceso de piloto, trabajar con esta metodología cuando la maleta didáctica incluye todo el diseño del desafío, es mucho más fácil. Somos 2 profesores en la sala y toda la asignatura está estructurada para que los alumnos trabajen en equipos de manera significativa durante todo el semestre. Ya que estas asignaturas están pensadas para los desafíos, los alumnos aprenden y trabajan según la estructura de la rueda metodológica ACBD mucho más fácilmente, y llegan a reflexiones más profundas y complejas que los alumnos de cursos superiores, haciendo que su aprendizaje sea mucho más significativo durante el proceso. Autoevaluarse y coevaluar a sus compañeros ya es tan natural para ellos como que los profesores los hetero evaluemos. Los alumnos trabajan motivados, quieren venir a clases y se hacen más cargo de su aprendizaje. Tanto el proceso, como los resultados, son mejores. Como además los desafíos están basados en problemas reales que tendrán que enfrentar al momento de trabajar, para ellos todo tiene más sentido. Además, vemos en ellos herramientas de manejo interpersonal que antes no hubiéramos creído en alumnos de primer año. Como están obligados a trabajar en equipo desde el principio, aprendieron mucho más rápido a solucionar problemas en el ámbito emocional o interpersonal. Esto también influye en su evaluación, ya que las competencias de empleabilidad están integradas en las pautas de evaluación de todo el semestre, por lo que los profesores también tenemos que retroalimentarlos y apoyarlos en esos ámbitos.
¿Qué ha sido lo más difícil? Para nosotros, ha sido darnos cuenta de que a pesar de que esta estrategia funciona, aún somos pocos dentro de nuestra institución los que entendemos cómo aplicarla y lo que requiere para ello. Es normal que en cualquier innovación haya procesos de adaptación a los cambios y/o requerimientos, y eso para nosotros ha significado el doble o triple de esfuerzo, cansancio y frustración. Sin embargo, entendemos que es parte del ser pioneros en una innovación de este tipo. Nos quedamos con que lo que pasa dentro de la sala de clases, los resultados de los alumnos, sus reflexiones y su crecimiento profesional y personal es lo que nos prueba que la estrategia funciona y es lo que los alumnos de hoy necesitan para aprender y enfrentarse al mundo laboral en el futuro.
¿Cómo hemos cambiado los profesores? Ahora estamos mucho más abiertos a que los alumnos encuentren su propia solución, distinta a la que nosotros teníamos en mente. Valoramos bastante más el proceso que antes. Entendemos que aprenden por medio a la repetición, no a la primera. Creemos que la retroalimentación es un regalo para mejorar. Nos damos cuenta de que aunque les cueste, tenemos que ayudarles a trabajar en equipo. Y sobre todo, entendimos que el trabajo en equipo, la resolución de problemas y la creatividad no son competencias que les cobramos solo a ellos, si no que tenemos que desarrollarlas nosotros también. La coordinación y compromiso necesarios para hacer clases bajo esta estrategia pedagógica es lo que nos ha llevado a cambiar la manera en que ahora entendemos y vivimos la docencia.
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