“Permiso profesor, ¿puedo entrar a Facebook para descargar el trabajo?, si quiere puedo enviarle el link de mi servidor, ¿por qué está tan lento internet?”. Las preguntas diarias de nuestros alumnos muchas veces tienen un hilo conductor, la inmediatez. La dependencia tecnológica que no siempre está asociada a una nomofobia sin diagnosticar, sino que simplemente a un ecosistema propio de su desarrollo como ser humano.
Estos hijos de la globalización, donde sus amigos no son necesariamente de su barrio, comuna, provincia, región, incluso de su país, a veces ni siquiera de su continente; y que sus aprendizajes significativos no son producto necesariamente de lo que alguien les dice, sino más bien de lo que descubren y experimentan de manera autodidacta.
La gran mayoría de nuestros alumnos pertenecen a la Generación Z, que agrupa a los nacidos entre 1995 y 2010 y son el primer grupo 100% nativo digital (un informe Chile 3D de GfK Adimark, publicado en el año 2015 indica que cerca del 80% de los jóvenes entre 15 y 24 años tiene un smartphone y el 98% tiene descargada alguna red social).
Hablamos de una generación que entiende que la comunicación análoga es tan importante como la comunicación digital. Dónde no sólo las interacciones personales son significativas en el aprendizaje, sino también aquellas basadas en la conectividad, que otorga la comunicación digital en sus diversas plataformas. Los emoticones, los hashtags, los tutoriales y la mensajería instantánea son el lenguaje; los youtubers, los influenciadores de redes sociales y los bloggers son sus referentes; y las redes sociales, videojuegos y aplicaciones son el medio donde estos niños, adolescentes y nuevos jóvenes se enfrentan al mundo y asumen su rol en él. Donde además tienen la capacidad de aprender desde la base de una narrativa transmedia, vale decir, pueden comprender un contenido fraccionado que se disemina a través de múltiples vías, tanto offline como online, y donde cada medio les entrega una parte de la historia. Para ellos, la comprensión y el conocimiento profundo de aquel contenido se obtiene cuando se logran recorrer las múltiples plataformas, soportes y canales. Por esta razón nuestros jóvenes son por esencia exploradores, sin prejuicios y necesitados de información inmediata, en resumen, buscan comprender y hacer comprender.
Es importante considerar estas características generacionales, ya que se estima que en el año 2018 un grupo importante de profesionales de esta generación comenzará a egresar de la educación superior y representarán cerca del 16,6% de la fuerza de trabajo, mientras que en el 2020 dicha cifra llegaría a casi el 20%, según un análisis de Fundación Avanza Chile sobre la base de datos del INE.
Bajo este escenario, ¿es la Generación Z la que debe adaptarse al medio que les imponemos, o somos los formadores quienes debemos inmigrar hacia terrenos conquistados por estos jóvenes?; la pregunta es compleja, sin embargo ante este panorama es bueno hacer la reflexión, estar conectados no es lo mismo que estar comunicados.
Como señala nuestro Proyecto Educativo, el educador en Duoc UC es un “maestro”, vale decir: “el que muestra el camino de la ciencia, del arte, del bien… no sólo “muestra” el saber, sino que orienta para aplicarlo y motiva para amarlo, hacerlo propio y enriquecerlo”. Es entonces que la búsqueda de aquellos aprendizajes significativos debe considerar la implicancia, la relevancia y la exploración. De esta manera podremos ingresar al mundo de esta generación, intentando descifrar su lenguaje y formas de comunicación, donde no sólo se presentan como consumidores de contenidos, sino que también como “prosumidores”, que consumen, producen y, además, comparten nuevos contenidos de interés.
La “cocreación” y la empatía parecieran ser la clave hacia una educación donde esta generación aporte no sólo hacia su propio aprendizaje, sino también hacia su entorno, de manera colaborativa y sin importar fronteras ni idiomas, para así conectar con sus talentos, desarrollando sus vidas y el país en el cual vivirán.
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