10 de Mayo, 2021

Aprender a convivir en este nuevo mundo de la docencia remota

Soledad León León

Soledad León León

Jefa UAP (Unidad de Apoyo Pedagógico) de la sede Viña del Mar de Duoc UC

4 minutos de lectura

Hace un tiempo atrás, percibíamos lejana la posibilidad de conectarnos virtualmente y llevar un proceso de aprendizaje a distancia. Lo validábamos como un entorno de aprendizaje, pero no para todos. El año 2019, nos vimos enfrentados a cerrar el año académico en medio de la contingencia social y el año 2020, la pandemia provocada por el COVID-19 nos hace abandonar abruptamente la costumbre del encuentro físico, la costumbre de mirarnos, de leernos. Todo cambió y nos instaló en el mundo de la docencia remota.

Podríamos decir que ya estamos un poco más acostumbrados a este mundo, pues sabemos conectarnos, grabar las clases, subir material, entre muchas otras cosas. Sin embargo, creo importante detenerse y reflexionar sobre la relación que se establece entre los participantes y preguntarse ¿en qué debe basarse?, pues la mayor parte de la comunidad docente y estudiantes no teníamos formación o experiencia previa en esta forma de relacionarse y guiar procesos de aprendizaje.

En este sentido, es importante reconocer que los docentes han tenido que aprender de manera acelerada a gestionar la comunicación y convivencia entre sus estudiantes por vía digital, viéndose limitados en ello, pues falta uno de los componentes con mayor impacto en la comunicación: el componente kinésico, ya que la comprensión del mensaje se complementa con nuestros gestos, movimientos y expresiones; aspectos que son una fortaleza en muchos de nuestros docentes.

Hoy, limitados por la conectividad, toma mayor relevancia el soporte escrito- visual o solo la voz del docente o del estudiante, lo que exige mayores cuidados y asertividad en estos ámbitos, con el fin de evitar ruidos o problemas en la recepción del mensaje. Además, se suman experiencias poco habituales como, por ejemplo, competir por la señal de internet, descolgarse de clases o de reuniones porque se cayó la señal, leer desde la pantalla de nuestro celular, estar con variados medios de comunicación al mismo tiempo: PC, celular, TV, etc. Sin mencionar aspectos cotidianos como estar instalados en el comedor de la casa o sentados en la cama, tener la responsabilidad del cuidado de hijos, hermanos o sobrinos, compartir el tiempo laboral con las responsabilidades del hogar, etc.

Sabemos que el manejo de la tecnología fue un gran avance para afrontar la contingencia sanitaria y la implementación de las clases remotas, pero solo es una parte, pues debemos desaprender mucho de nuestras prácticas habituales en la presencialidad para habitar este nuevo entorno, ya que nuestros estudiantes son jóvenes que necesitan orientación de cómo convivir y aprender en este formato habitual. Asimismo, es importante reconocer las necesidades afectivo- emocionales, pues son jóvenes que se preparaban para un encuentro presencial, conversar, conocer y disfrutar de su etapa de formación superior. Entonces es aquí donde nuevamente se realza la importancia del vínculo docente- estudiante y de cómo el docente es clave para acompañar este proceso, pues los jóvenes deben comprender esta nueva relación, educarse en ella, basarla en el respeto y el buen trato hacia sus compañeros y profesores.

Es importante que los docentes entablen un diálogo claro y constante con sus estudiantes, que favorezca la comprensión de este formato, explicitando derechos y deberes, por ejemplo, vías de interacción, uso del lenguaje, tratamiento de las grabaciones de clases, tratamiento de las imágenes del profesor o profesora, de sus compañeros, del material de estudio. Así también, tener la claridad de cuáles son las vías de resolución de conflictos que se puedan generar, ya sea en las sesiones sincrónicas o asincrónicas, pues lo que ocurre fuera del aula también es parte del proceso de aprendizaje.

Nuestro desafío como docentes es descubrir este nuevo entorno de clases y aprender de esta nueva relación docente- estudiante y estudiante- estudiante. Asumir este desafío como un nuevo mundo que debemos conquistar nos abre la oportunidad de relevar aquello trascendental del acto educativo: La relación y el vínculo.

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