28 de Octubre, 2019

Razón, humildad y esperanza.

Samuel Arancibia Lomberger

Samuel Arancibia Lomberger

Capellán General de Duoc UC

4 minutos de lectura

No hay duda: Chile despertó[1]. Y lo hizo con la ayuda de los jóvenes. De ahí que nuestro rol como educadores cobra más importancia aún. Porque lo que toca ahora es levantarse. De no hacerlo, nos sucederá lo mismo que aquel que abre los ojos en la mañana y, carente de motivación y entusiasmo, se da media vuelta, tira la frazada para el otro lado y sigue durmiendo. No lo hace porque tenga sueño o esté cansado, sino porque su vida no tiene sentido. “Una nación, -decía Alberto Hurtado-, más que sus fronteras… es una misión que cumplir”[2]. Es bajo esta perspectiva y, pensando principalmente en nuestra labor con los jóvenes, que me gustaría reforzar algunas orientaciones para nuestro querido Duoc UC.

Insistir en lo esencial:

Cuando tuve el privilegio de hacer clases en la sede de Puente Alto, recuerdo haberme preguntado si enseñar los diez mandamientos no es demasiado básico…Y me convencí de que, precisamente porque es muy básico, es también muy necesario y que como comunidad educativa, ¡vamos por el camino correcto! Cualquier educación -por especializada que sea-, no puede descuidar nunca lo esencial. Frente a la colusión de algunos y los saqueos de otros (y todas las inmoralidades que caben entremedio), ciertamente podemos establecer normas y fuerzas de control, pero nada será más eficaz que enseñar que el robo (sea colusión, sea saqueo…o sea copiar en las pruebas) va contra los mandamientos que Dios nos dio. Séptimo mandamiento: no robarás. Insistir en lo esencial…

Valorar la fuerza de la razón:

Un segundo ámbito en el cual debemos perseverar es el de la lógica y el raciocinio. Mucho de lo que hemos visto estos días obedece a pasiones, frustraciones y sentimientos. Algunos o muchos de ellos son justificados y comprensibles. Pero si no los encauzamos correctamente con la razón, perdemos toda capacidad de diálogo y dificultamos la solución del problema. A raíz de la violencia de algunas de las manifestaciones, el antropólogo Pablo Ortúzar se pregunta: “¿cómo se puede entender que la generación más educada y con más “buenos sentimientos” de la historia sea tan intolerante”[3]. O ¿cómo entender que muchos de los que ayer pedían cuidar el medioambiente, hoy levantan columnas de humo negro por toda la ciudad? ¡Los jóvenes -nuestros alumnos- poseen una fuerza tremenda que puede contribuir tanto a nuestra sociedad! Pero por eso mismo necesitamos encauzar esa fuerza para que Chile entero se pueda beneficiar de ella.

Educar con humildad:

Y un tercer aspecto en el que podemos seguir avanzando, es la necesidad de educar en la humildad. Quizás de las cosas que más se ha valorado de las autoridades gobernantes, es que algunos han sido capaces de pedir perdón. Lo mismo podemos decir de algunos expresidentes, es que han hecho un mea culpa. Hay que reconocer que nadie, en los últimos treinta años, ha sido capaz de solucionar el evidente problema de la desigualdad en Chile, que es clave para retomar cualquier diálogo. Nadie ha estado a la altura, Iglesia incluida. En ese sentido, nosotros, como institución católica, debemos seguir trabajando -como lo hemos hecho hasta ahora- con esmero y determinación, aportando humildemente para acortar la enorme brecha de la desigualdad y ayudar en la construcción de país más justo y solidario. En este sentido, creo que uno de los buenos pasos que hemos dado es nombrar a San José -el hombre justo y humilde-, como patrono de nuestra comunidad. Como institución que quiere seguir prestando el servicio de educar, le pedimos a Él, la gracia de insistir con paciencia en lo esencial, de creer en la fuerza de la razón y de realizar nuestra labor con una cuota grande de humildad. Así podremos colaborar a que Chile no solo se despierte, sino que también se levante.

 [1] Editorial escrita por el Capellán General de Duoc UC: Samuel Arancibia Lomberger.

[2] Te Deum 1948, Chillán.

[3] El Mercurio, Artes y Letras, E3, domingo 20 de octubre 2019.

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