El problema de la deserción o, dicho en sentido positivo, la preocupación por la permanencia estudiantil es de alta complejidad abordarlo para todos los niveles educativos. Ha sido un esfuerzo de muchos años y en todo el mundo, el de situar este tema entre los más urgentes de considerar para toda institución educacional.
Desde hace cuatro décadas se han comenzado a estudiar las causas del fenómeno y diseñado iniciativas que apuntan a la mitigación de la retirada de estudiantes de las distintas instituciones formales. De tal modo que hoy tenemos insumos teóricos y ciertos modelos explicativos que nos permiten sustentar y creer en ciertas “buenas prácticas” que aumentarían la permanencia y que disminuirían la deserción.
Si los esfuerzos de permanencia que realizan las instituciones con alumnos de nivel socioeconómico acomodado ya son difíciles, lo es muchísimo más la tarea de retener a alumnos vulnerables tanto desde una perspectiva académica, psicoafectiva como de una mirada socioeconómica.
Pensar en estrategias de retención, implica asumir que es un problema institucional el que un porcentaje determinado nos abandone por razones muy diversas. Por ello, todos los organismos acreditadores en diversos países han incorporado como un indicador de calidad importante el porcentaje de retención y titulación que muestran las instituciones de educación superior.
Desde la década de los setenta del siglo pasado, algunas instituciones de educación superior del hemisferio norte comenzaron a realizar estudios que desencadenaron en propuestas de políticas institucionales que apuntaron a mejorar la retención estudiantil y a disminuir el retiro de alumnos del sistema. En cambio en Chile, recién desde hace unos 10 años son visibles ciertas experiencias en la educación superior que nos muestran una preocupación por el diseño de políticas institucionales que se hacen cargo del fomento de la permanencia.
Una institución que trabaja con una importante cantidad de alumnos vulnerables debe hacerse cargo de fijar un derrotero institucional que pruebe que hace lo humanamente posible por lograr que sus alumnos logren su fin que es el de titularse y salir capacitados con las competencias prometidas al mundo del trabajo. Estamos hablando de lograr colaborar como institución en una mayor equidad de oportunidades.
La UNESCO nos recuerda que para entender la deserción algunos de los factores que la explicarían serían los siguientes:
a) La masificación de la matrícula en todos los niveles educativos ha provocado problemas a las instituciones a quienes les ha costado disminuir, costándoles adaptarse al nuevo tipo de alumno que está recibiendo.
b) Si bien ha aumentado la información que poseen los estudiantes para matricularse, todavía es insuficiente para que puedan tomar decisiones informadas.
c) Existen críticas respecto a la durabilidad de las carreras universitarias, técnicas y profesionales. Este hecho se agrava con la demora de muchos estudiantes por terminarlas.
d) La desorientación estudiantil y el problema vocacional se agravan con el exceso de oferta de opciones de estudios.
Para las Naciones Unidas la solución del problema de la deserción es un desafío ineludible para lograr el desarrollo social y la equidad. La Cepal también insiste en atacar este problema que lo considera prioritario para todos los países y una obligación de abordarlo para toda institución académica.
Duoc UC el 2013 generó una Comisión Interna de Permanencia que presentó un diagnóstico interno sobre el estado global de la situación. Esta determinó que, según todos los estudios internacionales consultados y la experiencia institucional, la deserción sería siempre multicausal. Que era muy difícil determinar la causa que provoca la partida de un estudiante, pero que era importante tener claro cuáles eran las dimensiones de riesgo más frecuentes de vulnerabilidad por parte del alumnado. Que se podía asegurar que la deserción casi siempre es anunciada, pero que no siempre alcanzamos a ver en forma oportuna sus síntomas.
De acuerdo al trabajo realizado por la Comisión y al análisis de la información que tuvo disponible, fue posible señalar que las dimensiones de riesgo que se deben monitorear en forma permanente y con adecuados criterios de discriminación, son:
– vocacionales, asociadas al sentido de satisfacción por la elección de la carrera y su proyección de desempeño futuro como profesional en ese ámbito del sector productivo.
– académicas, relacionadas con la percepción de logro en su proceso de aprendizaje y con el esfuerzo requerido para avanzar fluida y adecuadamente en la trayectoria curricular de la carrera.
– psicosociales o psicoafectivas, vinculadas al sentido de pertenencia e integración tanto con la institución como con sus pares, y a las condiciones adversas, estructurales o momentáneas, de su realidad que dificultan su proceso de aprendizaje.
– administrativas o financieras, referidas a la incertidumbre y presión causadas por no contar con un apoyo financiero seguro y oportuno para costear sus estudios completos con tranquilidad e independiente de las eventualidades que pueda enfrentar en su vida personal, como también a aquellas producidas por la falta de información administrativa al iniciar su proceso de formación.
– servicio, relacionadas con la satisfacción general de la experiencia formativa en la institución de nuestro alumnado.
Sobre las dimensiones señaladas se generaron acciones de detección temprana, sobre la base de planes de permanencia definidos. En consecuencia, concluyó la Comisión, que el análisis y accionar frente al tema de la permanencia del alumnado debía ser enfrentado de manera institucional. Todo esto de forma integral, colaborativa, sistemática, y medible. Siendo su fundamental proyección el aumento de la titulación de los estudiantes matriculados en Duoc UC.
EQUIPO EDITORIAL OBSERVATORIO DE LA EDUCACIÓN TÉCNICO PROFESIONAL
Lunes 15 de septiembre de 2014.
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