Me es muy grato ser parte de estas palabras de bienvenida a las duodécimas Jornadas de Gestión en Educación Superior.
La educación superior en Chile ha experimentado enormes progresos, siendo el aumento de cobertura el más notable. Las crecientes masas de estudiantes que terminan la educación escolar y la consciencia que la educación superior es efectivamente un vehículo de progreso individual y familiar, están detrás de las aspiraciones de miles de jóvenes y sus familias. Esa demanda, sin embargo, habría quedado en la potencialidad si no se hubiera apoyado financieramente a los alumnos, y sin el aumento significativo de la oferta técnico profesional, con clara vinculación a lo práctico, a lo laboral.
La educación técnico profesional hoy casi alcanza en matrícula total a la universitaria, y la supera en el primer año. La calidad media del sector en Chile ha estado sustentada en enormes esfuerzos institucionales, pero también en que han sido las instituciones de mayor calidad las que explican el grueso del crecimiento del sector, dando una alternativa de desarrollo profesional crecientemente validada, de alto impacto productivo, y que potencialmente nos ubica como una sociedad más moderna, que combina profesionales universitarios, con profesionales y técnicos de clara orientación a la aplicación y adaptación de los progresos del mundo a realidades específicas.
Los problemas del sector técnico profesional son, como en toda la educación superior, esencialmente los mismos. Sin embargo, las políticas públicas diferenciadas han ido perfilando una situación que es más consecuencia que causa.
El financiamiento estudiantil, por ejemplo, ha privilegiado y sigue haciéndolo, la opción universitaria. El AFI ha premiado a las universidades que atraen a los mejores estudiantes, lo que es virtuoso; las Becas por excelencia del CRUCH cubren completamente el arancel de referencia, lo que nos parece correcto. Pero en el sector técnico profesional no hay un financiamiento equivalente al AFI, que premie la opción de los alumnos, y además las becas a estudiantes del sector cubren sólo parcialmente los aranceles de referencia, lo que exige mayores esfuerzos para los estudiantes.
Esa mera diferencia, sin perjuicio de otras, perfila a los estudiantes técnicos profesionales. La necesidad de cofinanciarse al menos aumenta significativamente la matrícula vespertina, la que es buscada por estudiantes que sin trabajar no podrían estudiar. Desde luego, lo apretado de la jornada reduce sus formas de participación a las esencialmente creativas y funcionales. A su vez, las posibilidades de combinar viajes, experiencias fuera, son relativamente menores particularmente para estudiantes que tienen menos apoyo estatal y particularmente para quienes son trabajadores.
Pero el contexto en que se dan las necesidades estudiantiles y de calificación no justifica sentarnos a esperar. Hay desafíos concretos para las instituciones en todos los ámbitos, pero particularmente en internacionalización y desarrollo estudiantil.
Desde nuestra visión estratégica de ser una institución de clase mundial, y desde el logro de competencias de empleabilidad, una formación para un mundo global es un requisito esencial para quienes formamos a los técnicos y profesionales.
A diferencia de las universidades, donde la colaboración internacional se enfoca en la generación y diseminación de conocimiento, para el sector Técnico-Profesional gran parte del esfuerzo debe centrarse en ser parte de la formación integral de sus titulados, mediante experiencias de aprendizaje que les otorguen una visión global de su trabajo. Esto considera la formación para manejar una segunda lengua, contextos interculturales, proyectos colaborativos internacionales, y certificación de competencias.
Los límites objetivos a la movilidad no obstan para buscar experiencias de integración global. La atracción de estudiantes internacionales ya sea de intercambio, admisión especial, o en programas puntuales de especialización, que nos permiten enriquecer nuestras propias aulas (cabe aquí mencionar la experiencia del programa Learn Chile, al alero de Pro Chile).
Finalmente, el Desarrollo Estudiantil es también clave y distintivo desde el punto de vista de gestión institucional. La edad promedio de los alumnos de inicio en ESTP es de 22,5 años, llegando a casi 25 para los alumnos de jornada vespertina; solo un tercio proviene directamente del liceo.
El esfuerzo institucional no es suficiente para abordar con éxito los desafíos del sector Técnico Profesional en Chile. Ellos son enormes en todo ámbito, y un avance significativo, a un nivel del que el país requiere, necesita de un trabajo estrecho entre las instituciones del sector, las universidades y el Ministerio de Educación.
La necesidad de ampliar el financiamiento para permitir esquemas de aprendizaje semipresencial, garantizar que ello no sacrifique calidad o perfil del egresado, demanda de un trabajo que vea al sector de educación superior con gran integración.
Visualizar la educación superior como un todo relacionado es clave para abordar temas tan importantes como las secuencias de aprendizaje, la complementariedad de las competencias, la deserción y la articulación al mundo técnico profesional escolar. Pero sobre todo, permitirá encarar temas de inclusión a nivel masivo, que son fundamentales para construir un país con cimientos más sólidos, un país más sustentable, un país que progresa en todo el sentido de la palabra.
Muchas gracias.
Rector Duoc UC Ricardo Paredes Molina
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