El Papa Francisco visitó la semana pasada la Pontificia Universidad Católica y nos proporcionó un discurso iluminador y pletórico de sentido respecto de lo que espera como acto educativo en cualquier institución que tenga inspiración católica. Nos pidió practicar “la gramática del diálogo que forma encuentro” y promover una “alfabetización integradora”.
Más de 3000 personas llegaron temprano para esperar al Papa en el Centro de extensión. No solo hubo asistentes de la Universidad, sino también invitados de todas las instituciones vinculadas a ella. Se reunieron con Francisco, representantes de todas las comunidades educativas en las cuales la Universidad participa. Fue una recepción alegre y con mucho entusiasmo, como también hubo una despedida emotiva, porque el Papa genera espontáneamente admiración, paz, confianza, amor y el deseo que permanezca siempre con nosotros.
Nos habló de los “procesos educativos transformadores, inclusivos y de convivencia”, que generan “una dinámica de convivencia, que nos enseñan a pensar y razonar de manera integradora”. Se trata, nos decía, de educar el intelecto, el afecto y las manos (cabeza, corazón y acción). No entiende la educación de otra manera Francisco. Por esta razón es un incansable promotor de una educación que forme para una vida humana que no debe ser fragmentada. Considera que “el divorcio de los lenguajes y los saberes consigue fragmentación, y crea una sociedad líquida”.
Francisco posee la convicción de lo esencial que es tener conciencia del nosotros, de no promover la individualidad en exceso; porque solo si sabemos que pertenecemos a una comunidad, podemos crear una nación y un país que vive en paz y practica la justicia. Sin el nosotros, nos decía, “la vida es conflictiva, violenta”, ya que vivimos pensando en la individualidad, en nuestros beneficios particulares, en nuestros deseos, y no pensamos ni practicamos la vida en comunidad, la de darse gratuitamente, sin esperar pago material, sino solo el mandato de nuestra conciencia de estar para servir y no para ser siempre servido por los demás.
En sus palabras, valoró las pastorales con su trabajo de Misiones, ya que muestran “una iglesia joven, viva y en salida”. En tal sentido, no solo las Misiones de la Universidad reciben este halago, sino también las de Duoc UC, que año a año despliega todos sus esfuerzos para llevar a cientos de alumnos y docentes a compartir, para ayudar solidariamente, y también para llevar el regalo más preciado, un Jesús que nos explica lo que tiene más vida, nuestro origen, nuestro presente y el sentido profundo de la existencia humana.
Este misionero nos expresaba Francisco, “nunca vuelve igual de la misión, porque se encuentra con otros que no conocía o le eran lejanos”. Se entrega con gratuidad, en el ayudar siente alegría y aprende que solo en el servicio a los demás, encontramos la fuente más viva del sentido de vivir y de la felicidad posible de lograr en la existencia individual y social.
Con sus palabras Francisco, nos vino a recordar de qué es lo sustancial en el acto de educar. Que estamos para aprender a convivir en las diferencias, que la diversidad es riqueza, que el diálogo fecundo es aquel que no aplasta al otro, que busca los puntos de encuentro y que acepta que la comunidad no es una cultura de lo homogéneo, de los iguales. En fin, educar con integración es para no fragmentar el saber, para no olvidarnos que la trascendencia es parte sustancial del saber ya que nos conecta con nuestro origen y fin: Dios.
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