Desde la Escuela de Artes Oficios del siglo XIX, los educadores consideraron que era necesario crear instituciones formativas cuyo fin fuera el de formar a personas en distintos oficios que les dieran empleabilidad y cuyos estudios no eran cubiertos por la educación universitaria. Durante decenios se enseñaron distintos oficios para una población que no tuvo oportunidades de ingresar a las universidades, pero cuyas tareas y técnicas eran requeridas por las empresas y por una demanda del mercado.
En la medida que Chile se industrializa, proceso que se intensifica a mediados del siglo pasado, ya no solo se necesitaba formar en oficios artísticos, orfebrería, tareas agrícolas simples, de cuidado personal o estética, sino también en tareas industriales, mecánicas y tecnologizadas. Se abrió el abanico de oportunidades formativas que les darían más oportunidades laborales a los jóvenes y adultos. Era la hora de la creación de instituciones como la universidad Técnica del Estado, DUOC e INACAP.
Podemos afirmar que los institutos Técnicos y Profesionales, desde sus orígenes, han evolucionado en su oferta formativa con una pertinencia armoniosa con las demandas concretas del aparato productivo del país. De no ser así, estas no habrían crecido en su oferta y aceptación social, como lo podemos observar hoy cuya demanda por acceder a estas es superior a la que poseen las universidades. Así también es visible su creatividad para generar Carreras distintas a las ofrecidas por las universidades y cuyos perfiles de egreso poseen una directa relación con las tareas efectivamente demandadas por las empresas para sostener y aumentar su productividad.
Sería difícil comprender el crecimiento económico del país sin entender y valorar el aporte que los institutos técnicos y profesionales han hecho a Chile con sus titulados. Es cierto que en su mayoría sus egresados no ocupan cargos directivos, pero han sido y son el soporte fundamental para los cargos medios y para complementar el trabajo de los líderes corporativos y administrativos de las distintas empresas.
Hasta ahora y con mucho esfuerzo de miles de personas que han aportado con su inteligencia y trabajo a la evolución y camino hacia la madurez de la Educación Superior Técnico Profesional, se ha avanzado en darle perfil e identidad a este tipo de estudios. Sin embargo, hoy estamos en un escenario de cambios acentuados en los espacios laborales fruto de los avances de la ciencia y de los nuevos descubrimientos en la tecnología aplicada. Este contexto sin duda alguna afectará el perfil y la identidad de lo que hacemos y deseamos educar.
Es evidente que surgen en este escenario nuevas motivaciones para la Educación Superior Técnico Profesional. Al igual como en sus orígenes, debe fortalecer su auscultación de las necesidades del mundo laboral para ofrecer los estudios, competencias y conocimientos que efectivamente darán empleabilidad a sus estudiantes; también es necesario estudiar con dedicación los avances que se están produciendo en diferentes entidades dedicadas a la investigación científica y tecnológica, para de este modo advertir a tiempo las eventuales necesidades formativas que se requerirán en el futuro; debe estar atenta al nuevo equipamiento tecnológico que es necesario para apoyar el proceso de enseñanza y aprendizaje que imparte; conocer los cambios que el uso de las tecnologías están produciendo en las personas; verificar a tiempo si sus Carreras pudieran quedar obsoletas en el futuro; estudiar con ahínco que cambios valóricos están emergiendo y como las afectan para sus respectivos proyectos educativos.
Estamos ad porta de cambios tan significativos y con un futuro tan incierto, que esta emergencia accidental está obligando a las instituciones a pensar y a trabajar en cómo prepararse para enfrentar esta nueva realidad inasible pero posible de enfrentar con más estudio, reflexión, análisis, profesionalismo y trabajo. Es lo que esperan los jóvenes de los institutos técnicos y profesionales y el país en su conjunto.
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