Se tiende a pensar que solo las universidades son capaces de realizar innovación académica y formativa y que la formación técnica y profesional solo recibe los aportes e ideas universitarias y las implementa. Que en esta con su formación estimada como “práctica”, no fomenta en sus estudiantes las posibilidades reales de innovar en el modo de hacer las cosas en el trabajo. Algunos creen y afirman que es una formación formateadora y concreta para las empresas. Sin embargo, la realidad es más compleja y distinta.
En Europa en los últimos cinco años detectaron que los estudiantes y trabajadores técnicos profesionales estaban produciendo innovación real, visible y tomaron la decisión de motivarla. Desde el 2013, por ejemplo, Francia resolvió como objetivo nacional apoyarla para estimular su economía. Lo mismo está realizando Dinamarca con políticas nacionales fomentadora de la innovación en la formación profesional.
También es notorio en el viejo continente, la existencia de planes de innovación social como por ejemplo Alemania que apoya programas de mecatrónica dirigido a jóvenes con necesidades especiales. En el caso de Hungría, es importante el desarrollo de sus programas de inclusión con una formación adaptada a las necesidades especiales que presentan estos alumnos. Es decir, no solo se está fomentando la innovación meramente técnica o de procesos para la producción, sino también aquella que apunta a mejorar las posibilidades de empleabilidad de los más vulnerables.
¿Por qué fomentar la innovación? Los cambios que se vislumbran en el mercado laboral para el futuro se estiman profundos y que se requerirá de nuevas destrezas demandada por la creciente y compleja tecnología y la globalización consolidada en el planeta. Esta situación ha llevado a la Unión Europea a tomarse muy en serio la voluntad de incorporar a la formación técnico profesional a los procesos de innovación en todos los ámbitos posibles. Es entendible entonces que en Alemania hoy los procesos de digitalización y fabricación flexible sean contenidos relevantes en la formación de estudiantes. Se trata en definitiva de incorporar al 49% de estudiantes europeos de educación superior a los procesos de cambios y no solo como entes pasivos y aplicadores, sino como personas creativas y aportadoras a la evolución material de Europa.
Europa que desde la reunión de Riga del 2015 tiene a la innovación como uno de sus pilares estratégicos y que la fomenta ampliamente en todos sus niveles y formas, pide a todo tipo de organizaciones educativas y empresariales la máxima integración posible. Ejemplo de ello se observa en Suecia con su unificación total de la educación secundaria, universitaria y adulta. En Hungría, Polonia e Irlanda la Cámara de Comercio e Industria son claves para el Ministerio de Educación en materias relacionadas con los programas de estudios y las competencias de la formación técnico profesional.
Otro fenómeno interesante es la práctica de buscar las alianzas entre ciudades de distintos países que en conjunto comparten buenas experiencias en innovación. El voivodato de Lubusz en Polonia y el Estado de Brandenburgo en Alemania comparten trabajadores, aprendices e infraestructura. El centro de orientación, formación y empleo Porto futuro de Italia se apoya en las buenas prácticas de la Citée des métiers de Francia y de Porta 22 de España. A través de la Alianza Europea para la Formación de Aprendices, los países con mayor tradición en este ámbito comparten su experiencia en el desarrollo del aprendizaje en el trabajo[1]. Como vemos, la tendencia integradora y colaborativa de aprendizaje crece de manera significativa. No se ocultan los logros y las buenas maneras de hacer las cosas, se comparte con los demás, sean competidores o no. Lo que importa es mejorar el bienestar y la educación de los ciudadanos.
Los currículums europeos de formación profesional también están renovándose para el mayor desarrollo de competencias transversales como la iniciativa personal, aprender a aprender, creatividad, pensamiento crítico, resolución de problemas, asumir riesgos y trabajo colaborativo. Asimismo, se fomenta el desarrollo de módulos de desarrollo curricular más flexibles ya que lo que importa son los resultados de aprendizaje y no meramente la existencia de clases formales. Se busca ofrecer aprendizajes que efectivamente sean los demandados por las empresas y no desde la academia imponer competencias que supuestamente requieren las empresas. Por ejemplo, en Suecia, tras las reformas de 2011-2013, todos los alumnos de Formación Profesional Secundaria Superior reciben formación en empresas al menos durante 15 semanas.
Es visible también como los métodos de evaluación están innovando en la formación técnico profesional. Lituania posee métodos de evaluación que incluyen la autoevaluación y la evaluación en grupos. En Islandia los trabajadores del sector de hornos de fundición de aluminio pueden validar sus competencias en un proceso denominado “raunfaemimat” y si aprueban sus cualificaciones estas son reconocidas y certificadas por el Estado.
Europa comienza a entender la importancia de lo que un enorme sector de estudiantes técnico y profesionales pueden aportar a los procesos de innovación y que estos no son meros estudiantes que se forman para aplicar procesos y protocolos conocidos. En este grupo existe un porcentaje significativo de estudiantes y futuros técnicos y profesionales que pueden mejorar con creatividad numerosos problemas o formas poco eficientes y eficaces para mejorar la productividad en sus lugares de trabajo y así mejorar el bienestar ciudadano.
Lunes 15 de mayo 2017.
EQUIPO EDITORIAL OBSERVATORIO
[1] En esta web https://www.cedefop.europa.eu/en/publications-and-resources/publications se publican trabajos e investigaciones muy interesantes sobre la formación técnico profesional europeo. Se pueden observar experiencias muy diversas de las cuales se puede aprender.
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