Uno de los efectos más importantes causados por la Pandemia fue disminuir ostensiblemente la presencialidad en todos los lugares de trabajo y, por supuesto, también en todos los recintos educativos. Ha transcurrido más de un año y, en estos últimos meses, observamos que se intenta retomarla en todos los espacios laborales y espacios educativos.
El impacto de la ausencia de presencialidad para las permanentes e indispensables tareas educativas ha sido muy relevante. En todos los países se leen noticias de cómo han desertado miles de estudiantes de la educación básica y media, y muchos de ellos no han vuelto a clases luego de abrirse nuevamente las aulas. Fenómeno similar han experimentado centros de estudios superiores en que han visto disminuir su matrícula tradicional.
Si bien esta situación tiene un efecto económico negativo para los presupuestos de muchas instituciones y genera sobresaltos e inseguridades en el sistema educativo de los países, existen otras consecuencias que para quienes trabajan y están interesados en educar personas para insertarlas como siempre se ha hecho en la civilización y cultura vigente, son muy serias para el proceso de enseñanza y aprendizaje y para la transmisión de valores que son tan indispensables de observar y de aprender.
Es verdad que avanzamos hacia una virtualidad y educación remota cada vez más creciente. Pero este proceso de instalación requiere de lentitud, de pausa, para que las personas y las instituciones creen y desarrollen las plataformas tecnológicas requeridas, exista una internet razonable en su operación para todos, que las familias posean el equipamiento necesario, y lo que es más relevante: Las personas necesitan tiempo para adaptarse al nuevo paradigma. Es evidente que la rapidez del cambio forzado, no deseado pero necesario para cuidar vidas humanas, ha tenido efectos en obtener la certeza de que los estudiantes están aprendiendo como antes lo lograban en la presencialidad.
Este cambio a la virtualidad total afectó todos los procesos y fue extremadamente exigente la adaptación para todos: autoridades, docentes y estudiantes. El trabajo académico significó llevar toda la relación educativa presencial a una relación educativa virtual. Y el camino recorrido se hizo a alta velocidad y todos tuvieron que aprender de las tecnologías y posibilidades que proporcionaba hoy internet y todo equipamiento tecnológico, como única manera de mantener estable la vinculación educativa entre las instituciones y sus estudiantes.
Si para las universidades el cambio fue muy exigente y sorpresivo, para la educación Técnico Profesional su efecto fue aún más visible. Esta favorece y está en su esencia el aprender haciendo, y en su evaluación de aprendizajes posee alta centralidad el observar presencialmente si el estudiante logró las competencias, así como dejar registro de las evidencias. Disminuir totalmente la presencialidad fue un golpe significativo para este tipo de formación. Para evitar daños más relevantes, las instituciones hicieron todo lo posible para buscar maneras de lograr cierta presencialidad en los cursos eminentemente prácticos, esperando siempre y con ansiedad las autorizaciones sanitarias que lo permitieran.
Los seres humanos son gregarios y necesitan convivir presencialmente con otros. De esta manera se insertan en la sociedad y logran aprender a ser y al hacer. La virtualidad no es capaz de entregarnos todo lo que necesitamos, y esta dificultad surge más nítida en aquellas instituciones que no solo forman, sino que educan integralmente. Hay cuestiones relacionadas con valores, trascendencia, con formas de comportamiento, con traspaso de humanidad y de civilidad que son muy difíciles de transmitir correcta y con eficacia en una pantalla de celular, computador y otras conocidas posibilidades tecnológicas. Nacimos para vivir en contacto con la comunidad, porque la necesitamos y dependemos de ella. Sin presencialidad física y el cara a cara, es evidente que esto trae consecuencias para nuestra siquis y para nuestra equilibrada formación.
En el caso de Duoc UC, desde el inicio de la Pandemia tomó medidas eficaces para enfrentar este cambio tan sorpresivo de pasar completamente a la educación remota. Toda la comunidad pudo enfrentar con los menores costos posibles esta dura y exigente realidad, gracias a un trabajo intenso y colaborativo de sus autoridades, docentes, administrativos y estudiantes.
Hoy se promueve la vuelta a clases y un porcentaje significativo de los estudiantes tiene la posibilidad real de volver a la presencialidad, como de hecho ya está ocurriendo hace meses con la vuelta de estos y que podemos observar en las aulas y los patios de las distintas sedes. Tenemos la esperanza cierta que el próximo año, adaptados y conviviendo razonablemente con la Pandemia, se vuelva a una presencialidad total y con avances importantes en virtualidad, pero de manera equilibrada y complementaria, aportando cada una de ellas lo mejor que poseen para lograr aprendizajes más eficaces y actualizados.
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