25 de Mayo, 2015

La educación de adultos, un desafío y una oportunidad.

Equipo Editorial Observatorio

Equipo Editorial Observatorio

5 minutos de lectura

Se lee y escucha afirmar que el mundo del trabajo formal no se encuentra satisfecho con los resultados logrados en los futuros trabajadores, manifestado en competencias aprendidas, que nos proporciona la educación formal chilena. Esta crítica no solo proviene de los empresarios y jefaturas diversas, sino también de los propios egresados quienes muchas veces tienen que emplearse en oficios o profesiones distintas a las que estudiaron. Tenemos por un lado, en algunas disciplinas, un mercado más pequeño que la efectiva oferta de profesionales egresada y, por otro, los que efectivamente son contratados por su oficio o profesión, se les percibe con una escasa sintonía entre el centro de estudio y el mundo real de las empresas para la propia elaboración de los currículum de estudios y los perfiles de egresos correspondientes.

Pareciera entonces que los centros de estudios superiores tienen una doble tarea: diseñar y aplicar un excelente programa de pregrado y diseñar planes y programas de estudios para acompañar a los adultos en su ejercicio laboral. Se abre, en la segunda opción, un campo enorme de insospechado desarrollo sistemático. Lo relevante es que ambos sean elaborados con un trabajo estructurado y armónico entre el mundo de las empresas y los centros de estudio técnico profesionales.

Si pensamos, por ejemplo, en nuestra educación técnica profesional, sería loable que en sociedad estratégica con el Gobierno, formáramos a todos aquellos que por diversas razones no han asistido o se han retirado tempranamente de la educación formal. Sabemos que los que han asistido y completado estudios sistemático es más probable que vuelvan cada cierto tiempo a los centros de estudio. Pero aquellos que han terminado solo básica, ¿qué pasa con ellos? La Evaluación Internacional de las Competencias de Adultos (PIAAC) de la OCDE nos advierte que en todos los países, aquellos alumnos que no terminaron la secundaria tienen menos posibilidades de recibir formación en la etapa adulta.

Lo anterior sucede, entre otras razones, porque las empresas están más dispuestas a financiar estudios a sus empleados que a personas que se encuentren sin empleo o subempleadas. Entonces aquí tenemos una tarea elogiable para todo Gobierno: apoyar con el financiamiento de estudios formales a todos aquellos que necesitan con urgencia reinsertarse laboralmente o simplemente aspiran a conseguir su primer trabajo formal. Algo de esto en Chile se hace, pero se requiere un incentivo más decisivo para lograr apoyar iniciativas que emerjan de instituciones de calidad y acreditadas, sean estas estatales o privadas, ya que ambas poseen un desempeño público y aportan con convicción al país.

Si observamos el panorama internacional en estas materias, la UNESCO en su último informe mundial de EPT (Educación Para Todos) del 2015, detecta cuatro experiencias en países que hacen esfuerzos por lograr equiparar las oportunidades de educación para adultos. En Brasil tienen (EJA) que se encarga de proporcionar competencias a jóvenes y adultos desde los 15 años de edad y que no lograron terminar estudios formales. El 2012 tenían más de 3 millones de inscritos. Este programa debe luchar con las tasas de abandono porque sus estudiantes son los más necesitados y en situación delicada porque no poseen apoyos personales ni familiares.

En el caso de Noruega, desde el 2006 apoyaron financieramente a muchos empleadores (700 empresas) para que dictaran en sus empresas cursos de alfabetización, aritmética, comunicación verbal y TIC. Lo interesante del plan de este país es que no solo forman para el trabajo sino también para crear ciudadanos cultos, para vivir en familia y su propio desarrollo personal. A ellos no le es suficiente formar en competencias duras, necesitan empleados que hagan su trabajo técnico, pero también cuiden su familia y tengan experiencias de vida integral.

En Corea el 2007 revisaron su plan de educación de adultos, tanto su instituto nacional como sus institutos regionales. El MEST coreano, equivalente al Mineduc, planteó cuatro iniciativas: creó CHAMP(Consortium For HRD Ability Magnified Programme ); el Gobierno financia a los empleados no solo apoyando sus estudios en una instituto técnico, sino también reembolsa al empleador con parte del costo de la mano de obra; el Estado subvenciona cursos por tres años para los trabajadores que se desempeñan en Pyme y, por último, financia estudios de desempleados hasta que vuelvan a reinsertarse al mundo formal del trabajo.

En el caso de Vietnam, desde el 2005, diseñaron numerosos cursos para mejorar las competencias de adultos y hasta el de ser buen ciudadano. Al igual que Noruega, ven al trabajador como una persona integral y no solo pura técnica para aumentar la productividad. Por eso no es extraño encontrar capacitación que cubre temas como VIH, salud materna infantil, cuestiones de género, derechos humanos, etc. De medio millón de adultos en 1999, aumentaron la matrícula a 10 millones de adultos el 2008. Todo se apoya en los Centros de Aprendizajes Comunitarios (10.000 el 2010), quienes se relacionan activamente con los institutos técnicos y profesionales del país para la aplicación de los cursos de mejoramiento de competencias de adultos.

Como Instituto Profesional y Centro de Formación Técnica tenemos aquí un importante desafío. Debemos acompañar a los trabajadores chilenos durante toda su vida laboral, actualizándolos, afinando sus competencias y acompañando al país en su proceso de lograr la equidad de oportunidades y una mayor justicia distributiva. Para lograrlo, necesitamos al Gobierno, a las empresas y a la ESTP trabajando mancomunadamente y con el mismo norte: ser un país desarrollado, armónico e integral en su formación cultural y técnica.

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