Hace algunas décadas la Educación Continua no aparecía en los espacios educacionales de la educación superior como una necesidad imperiosa. Hasta la década del setenta del siglo pasado la formación o niveles educativos eran la educación básica, media, licenciaturas, títulos profesionales, magíster y doctorados. Además, la educación técnico profesional recién comenzaba a configurarse con el reconocimiento de estudios de nivel subtécnico, como en el caso de DUOC. La existencia de certificaciones y diplomados paralelos a las certificaciones tradicionales estaban en etapa embrionaria.
Sin embargo, el mundo evolucionaba a una velocidad impresionante. Prontamente las universidades y la educación politécnica comienzan a percibir que los espacios laborales, los avances científicos y tecnológicos y la llegada de la sociedad del conocimiento, dejaban algunas Carreras con los conocimientos y competencias adquiridos por sus titulados retrasados, alejados de las necesidades del mundo laboral y de los requerimientos del desarrollo económico de los países. En las disciplinas más vinculadas al desarrollo científico y tecnológico, este problema pasaba a ser muy grave. En cortos años, muchos profesionales quedaban obsoletos respecto a lo que las empresas requerían de estos.
No resulta extraño entonces percibir que desde la década de los ochenta del siglo pasado, empieza una vorágine de certificaciones, de diplomados, en las instituciones de educación superior que intentan actualizar las competencias de sus titulados y convertirlos en más empleables para las empresas. Se trataba de ofrecer alternativas académicas interesantes para los profesionales que deseaban obtener diferencias positivas en sus respectivos lugares de trabajo.
Las instituciones trabajaron en la búsqueda de nuevos formatos educativos más flexibles, tratando de compatibilizar el trabajo con los estudios de los matriculados en la Educación Continua. Constituyó y todavía lo es, un desafío significativo el crear programas de estudios adecuados a las necesidades de los profesionales o técnicos. El formato de los estudios debía ser flexible, práctico y concreto, muy relacionado con las verdaderas necesidades de capacitación de los lugares de trabajo; tecnológicamente equivalente al equipamiento de las empresas para reproducir adecuadamente la realidad; contemplar el uso de la educación a distancia y el internet; docentes adecuados y eficaces en la educación de adultos; instrumentos de prospección de las empresas para auscultar las competencias y conocimientos específicos demandados, entre otros problemas y oportunidades.
La Educación Continua posee estudiantes distintos y con necesidades de aprendizajes muy concretas. El currículum es gobernado por las necesidades de competencias requeridas para hoy y mañana; el docente debe estar muy actualizado respecto a la evolución real de la disciplina que enseña; el horario, aunque no único, tiende a ser vespertino; pasa a ser vital el uso de la computación como un instrumento que es depósito de materiales de estudio como también instrumento de consulta permanente; los convenios con empresas muy necesarios dado que estas expresan sus necesidades formativas y buscan a la institución capaz de proveerles el logro de competencias específicas para sus trabajadores.
En las columnas de esta semana aparecen actores relevantes para explicarnos qué es lo que hoy está haciendo Duoc UC en materia de Educación Continua. Esta es un área de desarrollo que cada día será más importante, porque ya constituye un axioma que la educación dejó de ser un proceso que termina en algún momento de la vida, dado que la educación sistemática es un proceso requerido para toda la vida natural de las personas, desde el nacimiento y hasta la muerte. No resultará extraño entonces visualizar en el futuro, que puede ser altamente probable, que la Educación Continua posea más estudiantes que acudan a nuestras Sedes, asistan a cursos online que la educación de pregrado, pre-técnico o pre-profesional.
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