21 de Septiembre, 2015

La decisión de seleccionar las competencias requeridas por el mercado laboral.

Equipo Editorial Observatorio

Equipo Editorial Observatorio

5 minutos de lectura

El 2013 la OCDE publicó un informe que tituló “Mejores competencias, mejores empleos y mejores condiciones de vida. Un enfoque estratégico de las políticas de competencias”. Dicho trabajo académico no recibió la difusión y alabanzas de otros de los tradicionales informes de esta institución de prestigio mundial. Sin embargo, creemos que es un estudio de mucha profundidad, sugerente en ideas y propuestas, y que pone el acento en la importancia de abordar las competencias humanas en la sociedad de una forma multidisciplinaria, y de cuyo éxito dependerá el bienestar de los países.

El tratamiento que hace del tema persigue proponer ideas a todos los gobiernos, autoridades nacionales, locales, instituciones públicas y privadas respecto de cómo trabajar una estrategia de competencias sólida y eficaz. Sugiere educar en competencias afines al mercado laboral; cómo descubrir a las personas inactivas y saber por qué razones lo están y así focalizar mejor sus ayudas financieras; combatir al desempleo proporcionándole a los jóvenes las competencias que los hagan empleables; fomentar la creación de puestos de trabajo que exijan competencias más desarrolladas y complejas y de esta manera evitar la fuga de talentos, así como estudiar las competencias de los diferentes ministerios de gobierno y ayudarlos para un trabajo sinérgico.

Son muy interesantes las preguntas que se formula el estudio de la OCDE, como por ejemplo las siguientes: “¿Qué tipos de competencias se necesitan en una economía avanzada? ¿Cómo pueden los estudiantes y trabajadores actuales prepararse para un mercado laboral impredecible? ¿Cómo pueden los países asegurar que las competencias disponibles se usen de una forma productiva?” (P.13) Para la OCDE, es esencial que los países definan y trabajen una estrategia de competencias que considere los siguientes aspectos:

a)    Jerarquizar la inversión de recursos a lo largo de la vida de los trabajadores.

b)    Lograr que la sociedad vea en el mejoramiento de competencias a lo largo de la vida como algo que es bueno para ella.

c)    Fomentar que los gobiernos coordinen sinérgicamente todos sus ministerios para establecer un plan de competencias para la ciudadanía.

d)    Apoyar visiones y acciones de corto y largo plazo para el fomento de competencias.

e)    Apoyar integraciones públicas y privadas para lograr que todos participen en un diseño y oferta global de competencias para todos los niveles educativos, formales e informales.

Una de las claves es desarrollar las competencias adecuadas tanto en cantidad como calidad para mercados extremadamente dinámicos en ciclos cortos de tiempo (3 a 5 años). Asimismo, es esencial reinsertar a los inactivos, analizando cuáles son las razones que los mantienen en ese estado y diseñar políticas de apoyo concretas como capacitación, salarios adecuados o disminución de trabas contractuales. Además, debemos asesorarnos con estudios para evaluar la marcha de nuestras políticas de inversión en competencias y de qué manera en el mediano plazo logran aumentar la productividad de los países.

Resulta muy interesante descubrir que en el período de 1960 a 2010, los empleos han pasado desde la granja a la fábrica y de esta a las oficinas profesionales. Lo que se observa es un aumento en la demanda de competencias cognitivas más complejas como también de lo importante que son las habilidades interpersonales, las creativas y aportadoras de novedoso valor. Se abandona de una manera veloz y sin retorno la valoración de competencias artesanales, físicas o las de tareas repetitivas. El informe OCDE nos señala: “hay indicios de una tendencia hacia el aumento de la polarización de competencias: se necesitan trabajadores altamente calificados para labores relacionadas con la tecnología; se contratan trabajadores menos calificados para la prestación de servicios que no pueden automatizarse, digitalizarse o subcontratarse, tales como el cuidado de otras personas; se sustituyen las competencias medias por robots inteligentes” (P.21).

Todo indica que un aspecto esencial hoy tanto para los gobiernos como para el mundo privado es el poder detectar cuáles son las competencias que se necesitan y en las que se debe invertir. En esta selección, se juega el bienestar de la ciudadanía y la eficacia de las instituciones educativas cuyo objetivo ha de ser formar para crear profesionales con clara empleabilidad futura. Se sabe que en la Unión Europea y en los Estados Unidos estas estimaciones ocupacionales y educativas reciben gran prioridad y apoyo para mejorar la eficacia formadora de todas las instituciones educacionales, así como lo que se aprende de manera informal en todas las empresas.

En tal sentido, Inglaterra realizó el 2010 una auditoría nacional de competencias estratégicas; Finlandia hizo lo mismo entre el 2008 y el 2011, entre otros países como Alemania, Austria, Suiza, etc. Todos saben que la escasez de mano de obra calificada reduce la productividad de los países. Asimismo, las instituciones formadoras hoy consideran una prioridad estratégica, que sus perfiles de egreso estén formando capital humano laboral, en lo técnico y en habilidades interpersonales, que sea lo que efectivamente se requiera en 10, 20 o 30 años más. En este escenario, las Facultades, Institutos y Escuelas, sumados a los departamentos de educación continua, cumplen un rol estratégico diseñando ambientes de aprendizajes adecuados para la actualización en las competencias que los trabajadores requerirán a lo largo de la vida. En esta decisión y apoyo se fortalece la empleabilidad y bienestar futuro de miles de familias.

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