4 de Agosto, 2025

Inteligencia artificial con rostro humano: Hacia ecosistemas formativos inclusivos, éticos y sostenibles

Equipo Editorial Observatorio

Equipo Editorial Observatorio

6 minutos de lectura

La humanidad ha transitado por diversas revoluciones tecnológicas, culminando en la sociedad del aprendizaje, un paradigma que prioriza la capacidad continua de adquirir y aplicar conocimiento. La tecnología, con su velocidad de adopción sin precedentes, funge como catalizador innegable; sin embargo, su promesa de una educación universal y equitativa, de una libertad de expresión ilimitada y de la solución automática a las tensiones educativas aún se revela más como mito que como realidad consolidada. La brecha digital persiste, manifiesta en el acceso desigual a la conectividad, los dispositivos y las habilidades digitales entre regiones, géneros y generaciones, poniendo de relieve que la tecnología, por sí sola, no garantiza la inclusión (Unesco, 2024). La vastedad informativa disponible tampoco se traduce automáticamente en conocimiento o empoderamiento para todos, evidenciando barreras tangibles que impiden un acceso verdaderamente ilimitado.

Además, la noción de que la tecnología posee un valor intrínseco o es axiológicamente neutral ha quedado superada. La tecnología es medio, no fin, y su impacto se halla intrínsecamente ligado a la intencionalidad humana, a los valores que la diseñan y al uso que se le confiere. Puede erigirse en instrumento de desarrollo o en un dispositivo de subyugación. Su capacidad de influir en la actividad mental y la conducta humana, tanto por mecanismos persuasivos como por la recopilación masiva de datos personales, plantea implicaciones éticas ineludibles que demandan conciencia crítica y una regulación robusta.

La creencia de que la tecnología reduce universalmente los tiempos de aprendizaje y los costos económicos de la educación constituye una simplificación apresurada. Si bien ofrece eficiencias y flexibilidad en ciertos contextos, las curvas de aprendizaje individuales persisten, y las inversiones en infraestructura, desarrollo de contenidos y formación docente resultan sustanciales y continuas. Bajo la ilusión de la inmediatez y la gratuidad frecuentemente asociada a los recursos digitales, subyacen costos ocultos y compromisos a largo plazo indispensables para sostener un ecosistema educativo digital eficaz.

El rol indispensable del educador y la promesa de la inteligencia artificial

Lejos de ser sustituido, el profesor se ha transformado en facilitador, mediador y diseñador de experiencias formativas. Su presencia humana y su capacidad para tejer vínculos emocionales permanecen insustituibles. En un mundo saturado de información, el educador funge como curador crítico, guiando al estudiante a discernir, analizar y sintetizar datos hasta convertirlos en conocimiento significativo.

En este escenario emerge el concepto de ciudadanía algorítmica, que exige a cada individuo sea estudiante, docente y ciudadano, comprender los procesos de toma de decisiones automatizadas, reivindicar la soberanía sobre sus datos y participar en la deliberación pública sobre qué algoritmos y qué valores se desean para el bien común. Ello implica un salto cualitativo: transitar de la mera alfabetización digital hacia una alfabetización cívico-tecnológica que permita cuestionar sesgos, exigir transparencia y co-diseñar tecnologías centradas en la dignidad humana. Este viraje cultural requiere políticas que entrelacen ética, participación y rendición de cuentas, de modo que la inteligencia artificial sea una fuerza democratizadora y no un motor de nuevas asimetrías de poder (OECD, 2025b).

Asimismo, las instituciones de educación técnico-profesional enfrentan una coyuntura histórica: convertirse en epicentros de innovación aplicada capaces de articular micro-credenciales, itinerarios flexibles y experiencias inmersivas que respondan, en tiempo casi real, a los retos de la Cuarta y la Quinta Revolución Industrial. Según la OCDE (2025a), la integración de laboratorios de fabricación avanzada, gemelos digitales y sistemas de IA generativa puede acortar drásticamente la distancia entre la investigación y la transferencia tecnológica, fortaleciendo los ecosistemas regionales de emprendimiento y dinamizando la empleabilidad en sectores estratégicos. Ello exige alianzas público-privadas, marcos de datos abiertos y una gobernanza orientada a la co-creación con empresas, gobiernos locales y comunidades.

La pregunta central de si la innovación acompañada de la materialidad tecnológica logrará que los estudiantes aprendan más y mejor que ayer admite una respuesta matizada: sí es posible, más solo bajo condiciones específicas y con compromiso consciente. La IA, la tecnología más disruptiva de nuestro tiempo, puede personalizar trayectorias, automatizar tareas administrativas y mejorar la gestión educativa, pero su despliegue, no obstante, debe ser ético, considerar los sesgos algorítmicos y enfocarse en complementar, no reemplazar, la interacción humana. La IA no debe asumirse como panacea, sino como herramienta poderosa que, utilizada con sabiduría, amplifica las capacidades humanas.

La tecnología es y será soporte esencial para la sociedad del aprendizaje, más su potencial se desbloquea cuando se integra con inteligencia, sensibilidad y creatividad, priorizando competencias humanas como el pensamiento crítico, la colaboración, la resolución de problemas complejos y la capacidad de aprender a aprender. Este cambio de enfoque reclama currículos adaptativos, metodologías híbridas y reconocimiento del aprendizaje informal y no formal dentro de una visión sistémica.

En los próximos cinco años, el destino de la educación dependerá de nuestra aptitud para integrar la IA de modo que potencie lo mejor de la humanidad sin eclipsarla. El futuro del aprendizaje no es solo tecnológico, sino profundamente humano y ético: demanda diseñar ecosistemas que cultiven curiosidad, creatividad y empatía, donde la tecnología actúe como amplificador de la inteligencia colectiva y no como sustituto de la conexión humana. El informe Future of Jobs 2025 anticipa que el 39 % de las competencias clave mutará hacia 2030, un recordatorio de la urgencia de impulsar estrategias de aprendizaje permanente y de reskilling a gran escala (World Economic Forum, 2025).

Referencias

  • OECD. (2025a). How can innovative technologies transform vocational education and training.

www.oecd.org/content/dam/oecd/en/publications/reports/2025/05/how-can-innovative-technologies-transform-vocational-education-and-training_5b10f8ac/fb40f416-en.pdf?

  • OECD. (2025b). What should teachers teach and students learn in a future of powerful AI.

https://www.oecd.org/content/dam/oecd/en/publications/reports/2025/05/what-should-teachers-teach-and-students-learn-in-a-future-of-powerful-ai_4578ec74/ca56c7d6-en.pdf

  • UNESCO. (2024). Technology in education: A tool on our terms. Informe GEM.

https://www.unesco.org/gem-report/en/publication/2024-technology-education-tool-our-terms?

  • World Economic Forum. (2025). The Future of Jobs Report 2025.

https://www.weforum.org/publications/the-future-of-jobs-report-2025/?

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