Una primera mirada y acercamiento a la Educación Superior Técnico Profesional nos muestra que es una modalidad de estudios que puede considerarse que todavía en Chile está en un proceso de definición de su naturaleza definitiva. En nuestro país, paralelo a la fundación de la Universidad de Chile (1842), ya existían intelectuales como Domingo Faustino Sarmiento que detectaba cierta necesidad concreta de educar en oficios para que muchos chilenos sin espacio en las universidades pudieran aportar su desarrollo personal y profesional al país. No es extraño entonces la creación de la Escuela de Artes y Oficios (1849) que fue un intento manifiesto de avanzar en este sentido. Años más tarde al fundarse la Universidad Católica de Chile (1888), su futuro Secretario General Abdón Cifuentes defendió la posibilidad que la Universidad fuera profesional y técnica. Al no triunfar su opción dado que prevaleció la concepción de Joaquín Larraín Gandarillas, la Universidad no abandonó esta opción y paralelo a ella creó varias Escuelas Técnicas, para darle un oficio a una demanda que no era propiamente universitaria. De este modo, podemos considerar en estas Escuelas el primer antecedente histórico de la preocupación e interés de la Universidad Católica por los estudios técnicos, y podemos considerarlo como el primer antecedente histórico de Duoc UC.
Un siguiente impulso lo dio Francisco Antonio Encina en su libro “La inferioridad económica de Chile” (1912), en que defendió la idea de estudios prácticos y que acompañaran al desarrollo fabril de Chile. Luego vemos el surgimiento de la Universidad Técnica del Estado (1947) como fusión de varias escuelas politécnicas del Chile; Inacap (1966) como un instituto de capacitación del Estado y Duoc (1968) que emerge como una de las consecuencias de la reforma universitaria en la UC. Con la nueva ley de educación superior de 1981, aparece la opción de creación privada de institutos profesionales y centros de formación técnica, surgiendo decenas de ellos en el futuro, fruto de variados emprendimientos empresariales privados.
Desde la señalada nueva ley, han pasado 34 años en los cuales se está creando una tipicidad y naturaleza de la educación técnico y profesional en Chile. Esto pese a que en Chile se enseñan y se practican hace más de 150 años oficios y desde hace unos 100 años carreras con algún perfil más técnico. Respecto a la influencia, la construcción chilena no es dual (alemana) ni tampoco tiene influencia decisiva de los politécnicos franceses, que son dos de los modelos más influyentes en el mundo. El modelo chileno está en forma, en desarrollo y con un fuerte impulso desde 1981 para definir su estructura, sus objetivos permanentes y su concepción intelectual definitiva.
Si preguntamos qué es la educación técnica muchos responden que es la que forma para el trabajo. La verdad que es una respuesta poco clara, simple y difusa, dado que toda institución de educación superior en principio forma para generar en sus estudiantes una alta empleabilidad futura. Sin embargo, lo que se trata de decir es que su formación no apunta a formar estudiantes que deseen estar en la cúspide de la investigación científica ni que estos desarrollen principalmente habilidades inclinadas hacia el saber teórico. Su énfasis está en el saber práctico, es decir, en la adquisición de las competencias que les permitan desempeñar tareas concretas de manera exitosa en las distintas industrias o empresas del país.
Uno de los problemas centrales de los IP y CFT en Chile es que se encuentran a medio camino entre la educación universitaria y la educación media. Al menos esta es la sensación ambiente, dado que subjetivamente se la considera inferior a la formación universitaria y superior a la educación media. Sus especialidades y carreras que están directamente relacionadas con el desempeño laboral han evitado mezclarse con la formación de alto nivel profesional como también de la respectiva educación media técnico profesional. Su norte ha sido y es preparar y capacitar al personal técnico medio de la industria, con niveles de logro y eficacia laboral superiores a los egresados de los liceos técnicos.
Pese a su juventud, ya es posible encontrar ciertos rasgos estables que la diferencian de los estudios propiamente universitarios. Es factible detectar que en la elaboración de su currículum de estudios en IP y CFT participan activa, directa o indirectamente empleados y jefaturas que ejercen en las empresas las distintas tareas específicas. Asimismo, el docente de la ESTP proviene, en su mayoría, del mundo laboral y se valora mucho el ejercicio práctico de lo que enseña.
Por otro lado, la opción por un modelo de formación basada en competencias es una decisión, hasta ahora, indiscutida en este ámbito. Ha quedado en la historia el currículum por objetivos de aprendizajes que hoy todavía se encuentra en el mundo universitario. Por tanto, el modelo educativo tiene a las competencias específicas, genéricas y básicas como parte sustancial de cómo mira y evalúa los aprendizajes y sus logros. Lo que de verdad le importa es que se pueda demostrar con simulaciones de la realidad concreta que alguien efectivamente domina el conjunto de competencias fijadas en los perfiles de egreso.
También es visible que las competencias aprendidas son propias del saber aplicado a situaciones concretas, con claridad en el manejo de los procesos, estándares y la eficacia que se busca. Operacionaliza con eficiencia el saber y resuelve situaciones laborales comunes a la vida cotidiana de las empresas. Es por ello que el modelo basado en competencias se presta muy bien y se ajusta a lo que es hoy la enseñanza técnica y profesional.
Si observamos su inserción en la realidad social, vemos que su vinculación con el medio es una necesidad imperiosa, ya que esto le permite auscultar de manera permanente las necesidades concretas de profesiones, carreras que puedan estar siendo demandadas por un mercado que es siempre cambiante. Además, puede percibir con rapidez necesidades laborales futuras de las empresas.
En el estado de evolución que se encuentra en Chile la educación técnico profesional, parece necesario que se profundicen las investigaciones cualitativas en la búsqueda de la especial naturaleza de este tipo de formación. Este trabajo no es ocioso ni carente de sentido, dado que, si no se logra perfilar como un ente estable y estructurado, con sus esencialidades y fines, corre el riesgo de desperfilarse y perder su individualidad formativa, y ser succionada por instituciones de educación superior que se encuentran ya sólidas, formadas y capaces de crear como un área anexa, lo que hoy un Instituto Profesional y Centro de Formación Técnica está entregando. Esto no es una consecuencia futura imaginada, es ya una realidad si observamos que hoy las universidades dictan carreras propias de la Educación Técnico Profesional. Peor aún, la ley hoy admite que una Universidad puede dictar carreras técnicas y no se puede a la inversa. Tenemos trabajo importante pendiente para formar definitivamente el ser y la identidad de este tipo de estudios.
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